En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

miércoles, 5 de octubre de 2022

Violación. Una historia de amor – Joyce Carol Oates

 



Obra breve y buena, de gran altura, que no se sabe si se lee o se devora y que sitúa al lector ante dilemas que hacen ver lo complicado de la vida y sus limitaciones. Una lectura impactante y enriquecedora.

Teena, una joven madre, es violada por un grupo de jóvenes en presencia de su hija de doce años. Esa noche traspasa las puertas de un infierno del que luego ni sabe ni puede salir. ¿Por qué? Primero, por la perspectiva: aunque la justicia legal funcione y condene a sus agresores, antes o después saldrán a la calle y deberá hacerles frente de nuevo. Segundo, por el presente: debe compartir ciudad y entorno con los acusados (y los amigos y familiares de éstos) mientras no sean condenados; lo cual, es complicado en una pequeña localidad como Niagara Falls, la de las famosas cataratas, con Estados Unidos a un lado y Canadá al otro. Tercero, porque aunque la justicia legal funcione no puede impedir que los acusados intenten defenderse, para lo que no dudan en desacreditar a Teena; una situación que hace más dura la condición de víctima; descrédito facilitado por los clichés que de modo demasiado alegre se asignan a las personas. Y, cuarto, porque la justicia legal en cualquier democracia que se precie debe basarse en la presunción de inocencia para evitar las condenas por presunciones de peligrosidad que caracterizan a las dictaduras y que desembocan en la condena de inocentes y en que la justicia deja de serlo para transformarse en un arma en manos de aquellas personas a quienes solo se les exige su palabra, la cual acaban usando no en aras de la justicia sino de su propio interés.

En las democracias, también en oposición a las dictaduras, el derecho penal se construye sobre la base de que, en caso de duda, es preferible dejar libre a un culpable que castigar a un inocente. Esta base implica reconocer que la justicia legal falla. Es lógico, porque nada, en ningún orden, funciona siempre de modo perfecto, pero ¿quién es el guapo, político o juez, que se atreve a proclamarlo en público?

¿Y qué hacer cuando sientes que la justicia legal no es suficiente para protegerte incluso aunque funcione? Pues o resignarte al miedo y a la incertidumbre o buscar la justicia justiciera… aunque equilibrar la relación víctima-agresor puede provocar el intercambio de papeles.

Escrita en parte desde la voz que se dirige a la hija de doce años siendo ya adulta, y en parte en tercera persona, Violación sitúa al lector, por una parte, ante el desamparo de algunas víctimas, y por otra plantea el dilema moral de recurrir a la justicia justiciera. El lector, si lo piensa bien, podrá entender casi todos los comportamientos salvo el de la inicial agresión, pero –exceptuando ese primer acto de barbarie- le costará tomar partido a la hora de juzgar todo lo que a continuación se desencadena. Y es que el lector sabe la verdad, cosa que, en la realidad siempre ignoran todos los que no estuvieron allí. Aunque los dilemas van más allá. Puede entenderse cualquier reacción de una víctima para intentar hacer justicia; puede entenderse cualquier comportamiento de un agresor para evitar la cárcel; pero, ¿qué sucede con quienes no son ni víctimas, ni agresores, pero están en condiciones de convertirse en algo parecido a jueces? ¿Deben hacerlo? ¿Cómo? Porque hay muchas maneras de convertirse en juez, desde testificar hasta actuar. Si uno debe hacerlo, con qué grado de conocimiento (que nunca es completo), cuándo y cómo son también otros de los dilemas que plantea esta novela. 

O, dicho de otro modo, a través de la figura de Dromoor (cuya presencia justifica el subtítulo de la novela) la autora nos dice que ante un delito todos, sepamos mucho, poco o nada sobre él, acabamos tomando una posición, contundente o no, comprometida o indiferente; si guiada por la comodidad, por el derecho o por la moral de cada cual, solo cada uno lo sabe. El dato con el que hay que tener cuidado es que Dromoor conocía la verdad, mientras que en el día a día la mayoría de las personas ignoramos la verdad –solo conocemos versiones- porque no estuvimos allí, de modo que cualquier posicionamiento voluntarista a favor de una víctima implica el riesgo de acabar perjudicando a inocentes. La justicia, al final, hace lo que puede y hasta donde puede. Querer ir más allá unas veces, como en Violación, produce un efecto, y las más de las veces produce el opuesto.

Para reflexionar sobre la indefensión de las víctimas y sobre las ventajas de quien no tiene escrúpulos sobre quien sí los tiene (para eso está escrita esta obra) y, yendo un poco más allá, sobre si para la justicia legal es posible evitar la indefensión de las víctimas sin asumir el desolador riesgo de condenar a inocentes.



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