En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 24 de octubre de 2022

Pura pasión – Annie Ernaux

 



Leer a una Premio Nobel en los días siguientes a la concesión del galardón tiene la ventaja de poder sacar más jugo al texto gracias a la catarata de información disponible. No es mala costumbre.

Además, este libro se lee en un ratito, porque es una obra tan breve que bien pudiera considerarse un cuento. No llega a las ochenta páginas de letra en tamaño generoso y prosa clara. Eso sí, para relatar lo que aquí se cuenta otros autores utilizarían ochocientas páginas y se quedarían tan contentos. Annie Ernaux, en cambio, es de una concisión tremenda y va tan directa a lo que le interesa que puede prescindir del contexto sin que se resienta el realismo ni el objetivo de la obra. Como todo sucede en la cabeza de la protagonista, ¿qué más da lo que haya fuera de ella? Annie Ernaux prescinde de absolutamente todo lo que no afecta a lo que quiere contar; no adorna, ni suaviza, ni ayuda  en modo alguno a digerir la historia, lo cual crea un texto que oscila entre lo duro, lo amargo y lo desesperante. Hechos. No causas, ni efectos, ni contextos innecesarios.

¿Y qué cuenta Pura pasión? Pues eso: una pasión tan desatada, tan pura porque nada interfiere en ella, que se parece demasiado a una obsesión.

Una pasión, escribí hace algún tiempo, es un repentito, involuntario y violento cambio de prioridades. Es lo que le sucede a la protagonista de esta obra, que un buen día se prenda de un hombre, un diplomático de un país del este, con quien mantiene una intensa relación básicamente sexual. A partir de ese momento, la protagonista solo piensa en él. En su próxima llamada; en el siguiente encuentro. La relación entre ambos es intensa no porque en su cara a cara eleven lo tórrido hasta lo épico, sino porque la mujer que nos narra la historia confiesa un grado de «pasión» que se confunde con la obsesión y la dependencia: todo le recuerda a él, todo lo ve e interpreta a través del filtro de sus deseos hacia él, todo le hace desarrollar una esperanza irracional y vana en un siguiente encuentro que sabe que será igual a los demás pero que espera como si fuera la solución de algo; es decir, todo la sitúa más cerca de la adicción que de la pasión. Y la situación se prolonga cuando él desaparece de su vida, porque una cosa es que se haya tenido que volver a su país y otra, cree la protagonista, que los hados no dispongan la existencia en función de unos pocos momentos que antes o después, con casualidades o sin ellas, llegarán porque es imposible que no sea así. Alguna vez él volverá a telefonearla y…

Según iba leyendo, cada vez me parecía más claro estar ante el relato de una obsesión y no en el de una pasión; y según evolucionaba la vida de la protagonista más creía que la conclusión sería la opuesta a la que finalmente plantea Annie Ernaux: que es una suerte poder cargarse la vida si es para vivir una pasión. Una conclusión sorprendente. O no tanto, si se analiza bien el tono de la narradora.


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