Me resulta complicado hablar en
pocas palabras de Palillos chinos. Una historia de historias contadas desde prismas
cambiantes que nos hacen ver a los personajes tanto desde fuera como desde
dentro. Todos comparten, o más bien
sufren,cierta insatisfacción vital. Incluso quienes aparentemente han alcanzado
el éxito ven orientados sus pasos hacia no saben muy bien dónde en busca de no
saben bien qué ni por qué. Encontramos al famoso escritor de best sellers, a
agentes artísticos que sobre todo se venden a sí mismos, a un chico chino que
nada tiene que ver con China aparte de sus rasgos, a una inmigrante china
encerrada en sí misma no solo por ella misma, a una pareja de guardias civiles
lesbianas donde la fidelidad es solo cosa de una, a una anciana que ha decidido
ser actriz a las órdenes de Alex de la Iglesia, a un poeta cubano, a cubanos
que no son poetas aunque a alguna mujer se lo parecen, críticos literarios,
escritores de medio pelo y escritoras premiadas, adolecentes que comercian con
sexo y sentimientos, mujeres ancianas, mujeres maduras que les cuesta aceptar
que lo son y en el proceso huyen a ninguna parte y a todos los brazos... Un
cruce de historias centradas en Huesca –sobre todo-, Zaragoza y Madrid, donde conocemos
escenarios como un restaurante chino idéntico a tantos otros hasta en el nombre
-como para simbolizar que todo intento de destacar está condenado al fracaso-,
donde visitamos residencias geriátricas, el paraninfo de la Universidad de
Zaragoza, el parque de Huesca con su casita de Blancanieves, hoteles o un piso
de estudiantes. Los españoles, lo mismo que los inmigrantes que pueblan esta
historia, parecen añorar no se sabe si un destino soñado o un paraíso perdido,
y lo hacen con las armas que tienen a mano: las decisiones del día a día, a
menudo impulsivas, cuando no alentadas con esa «desesperación durmiente» que
late en todo ser humano y que se empeña en susurrarle al oído que, por más que
se esfuerce, no va a encontrar solución definitiva a sus dudas, lo que
hace de muchas decisiones meras huidas,
muchas de ellas a la compañía en la cama y fuera de ella.
Angélica Morales |
Pensad
en todo lo anterior antes de que la forma del libro os despiste. Una mezcla
entre el diálogo y el verso libre que entraña cierto peligro por la
generalizada falta de costumbre de leer poesía; esa falta que hace que tantas
personas se detengan al final de cada verso como si hubiera una coma o un
punto. Angélica Morales, intencionadamente, no se ha prodigado en los signos de puntuación,
dejando margen al lector, como en una versión teatralizada, para que exprese
las ideas a su propio ritmo. De ahí que el resultado sea muy distinto según sea
lea con un ánimo u otro: para disfrutar de Palillos chinos hace falta leer con
la calma del que quiere disfrutar del paisaje, más que con la prisa de quien
quiere que le cuenten una historia.
Os dejo
un vídeo de la presentación en la Librerías Anónima de Huesca, a la que tuve la
suerte de poder asistir hace más o menos un año. Id al minuto 21 y escuchad el
fragmento de un minuto leído por Angélica: resume lo que es Palillos chinos
mucho mejor que todas mis palabras.
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