Ayer
se cumplió un año desde que La terrible
historia de los vibradores asesinos salió a la venta en ebook. Antes, en mayo de 2011, había
visto la luz en papel. A final de mes también cumplirá un añito la edición en
papel de La sota de bastos jugando al
béisbol, ambas en Mira Editores.
A la sota dedicaré otro artículo, si tengo ocasión. Hoy –ayer no pudo ser-
hablaré de la primera.
Es
frecuente utilizar la expresión «hacer balance», pero un balance refleja lo que
se tiene hasta el momento de hacerlo y de dónde ha salido, y me interesa más
ver lo obtenido durante un periodo y cuánto ha costado. Es decir, no hacer
balance sino cuenta de resultados.
Algunos
dicen que quien escribe lo hace para ser leído. Se equivocan. Igual que no siempre
se canta para ser escuchado. Pero se publica para ser leído, y la decisión
de ver a Ajonio Trepileto en ebook es
un intento de llegar a más lectores porque tras un año en las librerías
cualquier libro en papel ha dejado de estar visible y apenas se vende ya, y
este llevaba tres. En Internet el problema es el mismo: hacer
visible el ebook, cuestión muy
difícil para quien ni tiene ni busca otra notoriedad que la obtenida a través
del propio libro, de su calidad. Un círculo vicioso que a veces rompe el boca a
boca. Hice dos planes a un año: uno realista y otro más optimista que requería
esfuerzos adicionales y sobre el que recabé alguna opinión que no llegó. He superado el realista. No he alcanzado el otro. Tampoco he tenido ocasión
de poner los medios.
El
motivo quizá sea que no ha sido un año fácil, lo cual me ha impedido disfrutar
como hubiera deseado del trabajo hecho. El día a día ha interferido demasiado en
la literatura, el agotamiento mina la ilusión y sin ella es más complicado
sacar fuerzas para algo que requiere tanta constancia como dar a conocer un
libro por métodos artesanales, a pesar de lo cual ha habido cosas buenas y
malas. La cuenta de resultados.
Entre lo positivo de esta edición en
ebook sin presentaciones ni promoción
alguna, está, obviamente, haber llegado a un buen número de lectores. Gracias a
lo cual algunos han leído además La sota
de bastos jugando al béisbol, y otros se han hecho con La terrible historia de los vibradores asesinos en papel para
conservarla o regalarla. La confianza de un lector requiere todo agradecimiento porque
su tiempo es limitado y te lo ha dedicado. Especial mención merecen
quienes además han reseñado la novela en sus blogs o en Amazon, dando así un valor añadido a su lectura y ayudando a que
otros lectores confíen en mis novelas. Y lo agradezco también porque sé –algún
silente me lo ha confesado-, que la palabra «vibradores» ha retraído menciones
y reseñas por miedo a quienes forman su opinión a partir de un «titular» o, en
este caso, de un título. Todas las opiniones han sido libres y sinceras, porque
al igual que he rechazado todos los ofrecimientos recibidos para reseñar libros
en este blog –y el ejemplar que me regalaban-, a nadie le he pedido que escriba
una sola línea sobre ninguna de mis novelas, y mira que me hubiera sido fácil regalar
ebooks a mansalva.
También me alegra haber encontrado
personas que me buscan para alabar el resultado, aunque me desazona cuando se
muestran sorprendidas porque no esperaban algo así de una novela de humor,
dejando entrever el desprestigio (por contaminación con libros de humor que no
son literatura) de un género que, sin ser en realidad tal porque el humor no es un tema sino un modo de enfocar las cosas, cuenta con novelas legendarias y en el que han
buceado muchos de los mejores escritores. Por motivos similares también me desazona
la pregunta de otros de si no voy a escribir «otra cosa», o sea, «algo serio»,
porque mis «payasadas» me han costado más esfuerzo y trabajo de lo que me
hubiera llevado una novelita pongamos de intriga, negra o policial.
Agradezco cómo algunas personas,
pocas, siempre están ahí con el sencillo gesto de un clic de ratón para
compartir las aventuras de Ajonio en las redes sociales, porque conocen el
valor de difundir selectivamente y con constancia. Al apostar por mí asumen cierto riesgo, y solo puedo corresponder tratando escribir lo mejor que sé, de forma que ofrezcan a sus amigos, conocidos, admiradores o simples curiosos algo de calidad. Sin salir de las redes,
también me impresiona ver cómo lo que he escrito transforma a desconocidos en
conocidos, a veces en amigos, que con sus «me gusta» me dan ánimos a la vez que agradecen el buen
rato de lectura; un enriquecimiento solo posible gracias a las redes sociales pero que, en algunos pocos casos, ha sido un brutal empobrecimiento cuando los «me
gusta» o los «retuits» han sustituido a otras formas de expresión. Gracias a ese conocido común llamado
Ajonio hay quienes han comenzado a apoyarme y ahí siguen, y quienes lo han
hecho solo durante un tiempo. En ambos casos se lo agradezco desde aquí y no
personalmente, porque entre los costes de la cuenta de resultados cabe incluir
la sensación de que no suelo estar a la altura de estas personas, de que
debería ser más agradecido, y si no lo soy es porque si les dijera algo quizá se
sintieran obligadas a seguir haciendo lo que han hecho libremente, y es precisamente
esa libertad lo que le da valor a su conducta.
Computo como «ingreso» en esta
«contabilidad» a las personas, algunas de las cuales conocí hace más de diez
años por culpa de algún pinito literario, que regularmente me preguntan por
cómo va la cosa. Si Ajonio va bien, si estoy escribiendo algo, qué, en qué
estilo, por qué, cuándo terminaré... Personas que me desean y presagian un
porvenir literario mucho más claro y halagüeño del que yo veo, y que me regañan
cuando les respondo que apenas me muevo por editoriales, agentes y demás fauna.
Reducen los «ingresos» personas de quienes podía esperar un interés similar y no
han preguntado nada ni una sola vez; resta también el caso especial, que no sé
definir, de una persona, excepcional lectora, que lleva cerca de una década
animándome a escribir y echándome flores, diciéndome que soy un escritor
formidable, y que ha acabado confesando, pasmaos, que no se ha leído ninguna
de las dos novelas que he publicado. Para colmo de extravagancia, tras reconocerlo
no ha cambiado su opinión sobre el talento que me atribuye. Qué cosas.
Termino con las personas
más cercanas, ajenas a lo que puede interesar a quien escribe, pero no ajenas a
quien escribe. Precisamente por eso su apoyo es más meritorio y mucho más de
agradecer. Todo un ejemplo. Muacks.
Pues eso: Ajonio Trepileto lleva un
año en ebook. Cada vez que alguien compra
La terrible historia de los vibradores
asesinos en Amazon Ajonio vuelve a salir de su destartalado sex shop y se lanza al mundo en busca de
los tres vibradores que por un defecto de fabricación pueden explotar. Cada vez
que alguien lee la novela Ajonio vuelve a prendarse de Zoé, vuelven a machacarlo sus amores
con Claudita, y de nuevo el pobre hombre torna a enredarse y desenredarse en
los intereses, amoríos y maniobras «non sanctas» que conducen la acción. Ahora
que Ajonio no me oye, espero que Claudita siga aplastándolo con sus toneladas
de amor, que siempre haya al menos un lector que lo permita, porque la
literatura, como la música, se construye cada vez que alguien lee, aunque el
autor esté en la tumba.
Y dejo para el final algo que no sé si hago bien en citar, y que constituye el único «ingreso
extraordinario» de esta «cuenta de resultados». Pero qué ingreso. No voy a dar
detalles por respeto, y porque no los conozco con exactitud. Lo mejor que me ha
pasado en lo literario, en este año complicado, ha sido saber que mis novelas
hacen reír a una persona con una de esas enfermedades que obligan a sentarse a
esperar lo que nunca se desea. En según qué circunstancias entretener a las
personas es muy difícil, pero hacerlas reír es... La noche en que me enteré no pude dormir. Así que termino dando las gracias a ese enfermo desconocido cuya risa me ha hecho sentir parte de un todo que no entiendo, porque yo no he hecho nada; la única persona con mérito es la que, queriendo cuidarlo, le dio a conocer a Ajonio. Pero qué queréis que os diga: a mí, me conmueve.
Feliz cumpleaños, Ajonio.
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