En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Infortunios, tribulaciones y contentos de un escritor



Ayer se cumplió un año desde que La terrible historia de los vibradores asesinos salió a la venta en ebook. Antes, en mayo de 2011, había visto la luz en papel. A final de mes también cumplirá un añito la edición en papel de La sota de bastos jugando al béisbol, ambas en Mira Editores. A la sota dedicaré otro artículo, si tengo ocasión. Hoy –ayer no pudo ser- hablaré de la primera.

Es frecuente utilizar la expresión «hacer balance», pero un balance refleja lo que se tiene hasta el momento de hacerlo y de dónde ha salido, y me interesa más ver lo obtenido durante un periodo y cuánto ha costado. Es decir, no hacer balance sino cuenta de resultados.

Algunos dicen que quien escribe lo hace para ser leído. Se equivocan. Igual que no siempre se canta para ser escuchado. Pero se publica para ser leído, y la decisión de ver a Ajonio Trepileto en ebook es un intento de llegar a más lectores porque tras un año en las librerías cualquier libro en papel ha dejado de estar visible y apenas se vende ya, y este llevaba tres. En Internet el problema es el mismo: hacer visible el ebook, cuestión muy difícil para quien ni tiene ni busca otra notoriedad que la obtenida a través del propio libro, de su calidad. Un círculo vicioso que a veces rompe el boca a boca. Hice dos planes a un año: uno realista y otro más optimista que requería esfuerzos adicionales y sobre el que recabé alguna opinión que no llegó. He superado el realista. No he alcanzado el otro. Tampoco he tenido ocasión de poner los medios.

El motivo quizá sea que no ha sido un año fácil, lo cual me ha impedido disfrutar como hubiera deseado del trabajo hecho. El día a día ha interferido demasiado en la literatura, el agotamiento mina la ilusión y sin ella es más complicado sacar fuerzas para algo que requiere tanta constancia como dar a conocer un libro por métodos artesanales, a pesar de lo cual ha habido cosas buenas y malas. La cuenta de resultados.

            Entre lo positivo de esta edición en ebook sin presentaciones ni promoción alguna, está, obviamente, haber llegado a un buen número de lectores. Gracias a lo cual algunos han leído además La sota de bastos jugando al béisbol, y otros se han hecho con La terrible historia de los vibradores asesinos en papel para conservarla o regalarla. La confianza de un lector requiere todo agradecimiento porque su tiempo es limitado y te lo ha dedicado. Especial mención merecen quienes además han reseñado la novela en sus blogs o en Amazon, dando así un valor añadido a su lectura y ayudando a que otros lectores confíen en mis novelas. Y lo agradezco también porque sé –algún silente me lo ha confesado-, que la palabra «vibradores» ha retraído menciones y reseñas por miedo a quienes forman su opinión a partir de un «titular» o, en este caso, de un título. Todas las opiniones han sido libres y sinceras, porque al igual que he rechazado todos los ofrecimientos recibidos para reseñar libros en este blog –y el ejemplar que me regalaban-, a nadie le he pedido que escriba una sola línea sobre ninguna de mis novelas, y mira que me hubiera sido fácil regalar ebooks a mansalva.

            También me alegra haber encontrado personas que me buscan para alabar el resultado, aunque me desazona cuando se muestran sorprendidas porque no esperaban algo así de una novela de humor, dejando entrever el desprestigio (por contaminación con libros de humor que no son literatura) de un género que, sin ser en realidad tal porque el humor no es un tema sino un modo de enfocar las cosas, cuenta con novelas legendarias y en el que han buceado muchos de los mejores escritores. Por motivos similares también me desazona la pregunta de otros de si no voy a escribir «otra cosa», o sea, «algo serio», porque mis «payasadas» me han costado más esfuerzo y trabajo de lo que me hubiera llevado una novelita pongamos de intriga, negra o policial.

            Agradezco cómo algunas personas, pocas, siempre están ahí con el sencillo gesto de un clic de ratón para compartir las aventuras de Ajonio en las redes sociales, porque conocen el valor de difundir selectivamente y con constancia. Al apostar por mí asumen cierto riesgo, y solo puedo corresponder tratando escribir lo mejor que sé, de forma que ofrezcan a sus amigos, conocidos, admiradores o simples curiosos algo de calidad. Sin salir de las redes, también me impresiona ver cómo lo que he escrito transforma a desconocidos en conocidos, a veces en amigos, que con sus «me gusta» me dan ánimos a la vez que agradecen el buen rato de lectura; un enriquecimiento solo posible gracias a las redes sociales pero que, en algunos pocos casos, ha sido un brutal empobrecimiento cuando los «me gusta» o los «retuits» han sustituido a otras formas de expresión. Gracias a ese conocido común llamado Ajonio hay quienes han comenzado a apoyarme y ahí siguen, y quienes lo han hecho solo durante un tiempo. En ambos casos se lo agradezco desde aquí y no personalmente, porque entre los costes de la cuenta de resultados cabe incluir la sensación de que no suelo estar a la altura de estas personas, de que debería ser más agradecido, y si no lo soy es porque si les dijera algo quizá se sintieran obligadas a seguir haciendo lo que han hecho libremente, y es precisamente esa libertad lo que le da valor a su conducta.

            Computo como «ingreso» en esta «contabilidad» a las personas, algunas de las cuales conocí hace más de diez años por culpa de algún pinito literario, que regularmente me preguntan por cómo va la cosa. Si Ajonio va bien, si estoy escribiendo algo, qué, en qué estilo, por qué, cuándo terminaré... Personas que me desean y presagian un porvenir literario mucho más claro y halagüeño del que yo veo, y que me regañan cuando les respondo que apenas me muevo por editoriales, agentes y demás fauna. Reducen los «ingresos» personas de quienes podía esperar un interés similar y no han preguntado nada ni una sola vez; resta también el caso especial, que no sé definir, de una persona, excepcional lectora, que lleva cerca de una década animándome a escribir y echándome flores, diciéndome que soy un escritor formidable, y que ha acabado confesando, pasmaos, que no se ha leído ninguna de las dos novelas que he publicado. Para colmo de extravagancia, tras reconocerlo no ha cambiado su opinión sobre el talento que me atribuye. Qué cosas.

            Termino con las personas más cercanas, ajenas a lo que puede interesar a quien escribe, pero no ajenas a quien escribe. Precisamente por eso su apoyo es más meritorio y mucho más de agradecer. Todo un ejemplo. Muacks.

            Pues eso: Ajonio Trepileto lleva un año en ebook. Cada vez que alguien compra La terrible historia de los vibradores asesinos en Amazon Ajonio vuelve a salir de su destartalado sex shop y se lanza al mundo en busca de los tres vibradores que por un defecto de fabricación pueden explotar. Cada vez que alguien lee la novela Ajonio vuelve a prendarse de Zoé, vuelven a machacarlo sus amores con Claudita, y de nuevo el pobre hombre torna a enredarse y desenredarse en los intereses, amoríos y maniobras «non sanctas» que conducen la acción. Ahora que Ajonio no me oye, espero que Claudita siga aplastándolo con sus toneladas de amor, que siempre haya al menos un lector que lo permita, porque la literatura, como la música, se construye cada vez que alguien lee, aunque el autor esté en la tumba.

            Y dejo para el final algo que no sé si hago bien en citar, y que constituye el único «ingreso extraordinario» de esta «cuenta de resultados». Pero qué ingreso. No voy a dar detalles por respeto, y porque no los conozco con exactitud. Lo mejor que me ha pasado en lo literario, en este año complicado, ha sido saber que mis novelas hacen reír a una persona con una de esas enfermedades que obligan a sentarse a esperar lo que nunca se desea. En según qué circunstancias entretener a las personas es muy difícil, pero hacerlas reír es...  La noche en que me enteré no pude dormir. Así que termino dando las gracias a ese enfermo desconocido cuya risa me ha hecho sentir parte de un todo que no entiendo, porque yo no he hecho nada; la única persona con mérito es la que, queriendo cuidarlo, le dio a conocer a Ajonio. Pero qué queréis que os diga: a mí, me conmueve.

                Feliz cumpleaños, Ajonio.



                       

  



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