Francia. Años 80.
Un caballero que vive con su hija pequeña y mantiene una relación con una mujer aspira a ser escritor, pero las cosas no le van bien. O, mejor dicho, ni siquiera le van mal. Jamás ha publicado una línea. Un buen día se topa con un antiguo amigo, el cual, en nombre de un grupo empresarial con no demasiados escrúpulos, le propone hacer de «negro». Es decir, escribir una historia que firmará otra persona. ¿Quién? Una joven estrella de la canción. Van a lanzar su, ejem, autobiografía junto con su siguiente disco. Como la cosa saldrá de rechupete, además de ganar un dinerillo el hombre probablemente se abra la puerta del mundo editorial.
El buen señor acepta, pero como no tiene ni idea de quién es la cantante ni sabe nada de ella, se marcha en pleno invierno a no sé qué localidad en decadencia donde la muchacha vive. Y es que, es curioso, a pesar de haber ganado fama y dinero la cantante sigue viviendo en su ciudad natal, casi desmantelada como consecuencia de la crisis industrial. Un lugar gris donde no hay más que fábricas cerradas, viviendas vacías, comercios abandonados y los restos de años de humo y más humo.
Allí intenta contactar con la artista, que está sobre aviso. Pero hasta que lo consigue tiene ocasión de empezar a cotillear gracias a que todo bicho viviente conoce a la vecina más notoria, lo cual le permite detectar incongruencias entre las distintas fuentes y husmear, también, en la vida, obra y milagros de cada una de esas fuentes.
La cosa se complica cuando, además, aparece una persona muerta. ¿Por accidente o asesinada?
Didier Daeninckx no necesita muchas páginas para trazar un argumento complejo por la confusión en la información y la posición y papel de los personajes, ni tampoco para llegar a un desenlace tan brillante como inteligente (combinación, por cierto, poco frecuente), que va más allá de la maraña de intereses personajes e incluye los… Bueno, ahí lo dejo.
El protagonista y narrador tiene la «culpa» de este hacer, porque habla en primera persona y es un hombre escueto, que va al grano, lo cual se agradece y no impide algo también muy meritorio: recrear el ambiente social del lugar e incluso la climatología.
Un gran libro, como todos los que he leído publicados por Júcar, la editorial que dirigió, está claro que con tino, Caballero Bonald.

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