En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 25 de enero de 2021

Pequeñas mujeres rojas – Marta Sanz

 


 

              Tercera y última entrega de la trilogía del detective Arturo Zarco, al que no vemos el pelo porque esta novela la protagonizan, a medias, la madre del amante de Arturo –que se erige en narradora- y la exesposa del detective: Paula Quiñones, inspectora de Hacienda coja, dato este último imposible de omitir desde el momento en que se menciona cientos de veces a lo largo de la obra.

              Mis sensaciones ante esta novela son contradictorias: Marta Sanz escribe fantásticamente, con un dominio de la expresión muy elevado, el tema de fondo (las reflexiones que inducen unas semanas de voluntariado para abrir fosas de la Guerra Civil) es interesantísimo, conviene anañizarlo, incluso es necesario, y abordarlo de modo tangencial es un recurso inteligente para sortear la resistencia de las molleras más impermeables. Y, sin embargo… Y sin embargo los procesos mentales se expresan de modo demasiado retorcido para mi gusto, demasiado barroco, con demasiadas interrupciones e interrupciones de las interrupciones, casi como el pensamiento real pero mucho más elaborado lingüísticamente, lo que recarga tanto que, en un momento dado, dije, con toda naturalidad y sin premeditación, que estaba leyendo Pequeñas mujeres rorocojas, término este último con el que jugaba con tres de los factores relevantes del libro: la alusión al «rojerío», porque quienes se oponen a la apertura de fosas con los motivos más dispares suelen ver casi como forofos de izquierdas a quienes se empeñan en abrirlas, alusión también a lo rococó del modo de expresión y, por último, a la condición de coja de la protagonista que, como ya he dicho, es omnipresente. Luego, claro, está el «pequeñas mujeres», porque todo el mundo es pequeño ante la Historia y porque en esta novela, además, muchas de las mujeres que aparecen han jugado un papel condicionado por su sexo –lo cual justifica el «mujeres»- y cuando se han tratado de imponer a él se han topado con la pequeñez de lo individual.

                Con este objetivo, Marta Sanz urde una trama que sustenta la acción de los personajes -expresada primero a través de las cartas de Paula y luego de los escritos de su amiga y madre del amante de su exmarido- para, aprovechándose de ella, inducir las reflexiones que he mencionado. La trama es una excusa, pero una excusa bien traída que refuerza el conjunto aunque al final, qué remedio, el desenlace eclipsa la reflexión y aún lo eclipsa más el detalle de las truculencias a las que se enfrenta Paula, tan pormenorizado que si pretende resaltar o denunciar algo que no sea la simple crueldad, no lo consigue. Eclipse del eclipse.

              Respecto al libro no creo necesario añadir nada más. Sí lo voy a hacer respecto a la trilogía, aunque solo sea para preguntarme el significado de la palabra en esta ocasión: ¿son tres libros con personajes comunes o tres historias que, una vez leídas, forman una cuarta más amplia?  Lo cierto es que entre la primera –Blak, black, black- y las dos siguientes –Un buen detective no se casa jamás y Pequeñas mujeres rojas- hay una diferencia de estilos notable (las dos últimas, mucho más recargadas), tampoco las tres historias de fondo tienen mucho más en común que incluir personajes de colectivos cuyos derechos se reivindican en el presente, y, en lo que se refiere a los personajes comunes, solo hay interacción entre ellos en la primera novela, por lo que en las dos restantes la evolución es nula y se limita a cierto ajuste de cuentas mental con el pasado en el que cada cual debe asumir y repartir (o no) errores y culpas. Novelas singulares, trilogía singular.



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario