Si
todos los lectores fueran como yo, dentro del gremio de escritores los de terror serían los más
hambrientos. Aunque suelo elegir bien mis lecturas (ya son años leyendo como para no saber
hacerlo) he leído más novelas terroríficas que de terror y, de estas últimas, ninguna
me ha aterrorizado porque ni un solo autor ha conseguido hacerme vivir su pavorosa
historia desde dentro; siempre la veo desde fuera, sin posibilidad de creerme
nada, y así no hay quien disfrute, si es que pasar miedo es un placer. La prueba de que la culpa es mía es que previendo lo que digo, me avine a leer esta novela por ser corta; así el horror ajeno al argumento, de llegar, sería breve.
También lo prueba que lo poco que he leído en este género ha sido de autores reconocidos, en la
creencia de que son los que ofrecen más garantías. Reconozco que en El
horror de Dunwich, mientras todo se mantiene en el terreno de las conjeturas y
las hipótesis, Lovecraft ha conseguido despertar mi interés y hacerme ver las
cosas desde dentro azuzando mi curiosidad. Pero cuando las elucubraciones se
concretan, a mis ojos la historia se transforma en una especie de aventura para
público juvenil. Si al principio dan ganas de leer para ver en qué para el
asunto, al final he leído para acabar sin más y pasar a otra cosa.
Dicho
lo cual queda claro que la novela se divide en dos partes: una primera, donde en
una retirada población estadounidense nace un peligro enorme pero aún latente y de origen evocador, expuesta de forma que permite al lector sospechar e imaginar (una buena forma
de hacerlo partícipe de la historia, porque es el lector quien debe completar
lo que el autor solo sugiere) y una segunda donde el «horror» ha tomado forma
concreta y la gracia está en ver cómo el personal se libra de él antes de acabar
hecho picadillo.
Como
digo, me temo que mi poco entusiasmo se debe a mis enormes deficiencias como
lector de novelas de terror. Debo de ser tan realista que hay cosas que ni las
mejores plumas me hacen creer ni tan solo durante unos minutos, a pesar de lo
cual reconozco que esta novela está fabulosamente escrita, que Lovecraft es
Lovecraft y que probablemente con quince años yo la hubiera disfrutado más.
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