En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 4 de marzo de 2013

Con anuncio – Rosa Ribas




           Comento la segunda novela que protagoniza la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, antes, lo confieso, de haber leído la primera, Entre dos aguas.

           Cornelia es una policía de Frankfurt que ronda los cuarenta, hija de padre alemán y madre inmigrante española, gallega, ambos de escasa cualificación y obreros de la industria alemana. Lo señalo porque todo es importante: Cornelia está en esa edad donde ya se tiene la experiencia suficiente para saber que pocos sueños se cumplen aunque, a la vez, todavía tiene tiempo por delante para rectificar algunos errores si está dispuesta a asumir el coste de la rectificación, que suele pasar por zanjar ciertos desaguisados familiares -que en este caso parecen traer causa en la novela anterior, aunque no hace falta haberla leído-; las costumbres inculcadas por su madre hacen de ella, además, un personaje simpático para el lector español, por reconocerse en algunas de ellas y porque hacen de la comisaria un bicho ligeramente raro en Frankfurt, lo cual provoca cierta solidaridad (aunque, por otra parte, en una ciudad con abundante población extranjera la “rareza” es la norma). Y, por último, los orígenes laborales de los padres le dan por una parte el orgullo de haber prosperado y, por otra, la sensatez que adquiere quien todo se lo ha ganado trabajando. Estos son los factores que determinan su personalidad. Todo ello nos conduce a una persona abierta, algo cabezota, trabajadora y más segura de sí misma que de los demás; con sus miedos, sus cabezonadas y su orgullo tendiéndole zancadillas con más frecuencia de la que desearía.

            Aunque su responsabilidad son los homicidios, mientras están investigando el supuesto asesinato de una prostituta del este Cornelia recibe un encargo de su jefe: husmear qué está ocurriendo en una agencia de publicidad que ha recibido varios anónimos antes de culminar la fiesta con una bomba falsa. El trabajito parece más relajado que complicado, y, por momentos, la presencia de Cornelia en la agencia parece un despliegue desproporcionado; como si le hubieran dado ese trabajo para que se entretuviera en algo. Esta forma de actuar permite a la autora ir presentando a los distintos personajes, e informar de que la agencia estaba a punto de conseguir el contrato de su vida, por el que hay serias disputas. En esto y en el asunto de la prostituta, que parece un “tema menor”, se va casi la cuarta parte de la novela, y reconozco que este trecho se me ha hecho un poco largo, aunque no demasiado, porque la acción parece estancada.

            Todo cambia, sin embargo, cuando aparece asesinado uno de los principales responsables de la agencia. A partir de aquí la novela da un vuelco, la información previa comienza a tener utilidad, y la historia coge un ritmo que acelera poco a poco hasta el final.

            La novela es de intriga, no de acción. Por tanto hay cierta introspección y frecuentes elucubraciones que ayudan, sin resultar reiterativas, a que el lector tenga presente en todo momento los datos relevantes. Pero solo con personajes dándole vueltas a la cabeza es complicado hacer una novela de estas dimensiones, y por eso el jefe tiene la idea de crear un equipo bicéfalo, con Cornelia, un tal Junker y los chicos de una y otro. Huelga decir que ambos no pueden verse. Es un recurso frecuente en la literatura y en el cine: hacer convivir a quienes se aborrecen siempre da juego. Cómo terminan ambos, de entre todos los finales posibles, lo sabrá quien lea la novela. A la vez, como cada uno es de su padre y de su madre y cada uno está en una etapa profesional completamente diferente, la relación de cada cual con cada uno de sus colaboradores es muy distinta.

          Y esas relaciones debemos verlas a la luz de una de las cosas que más consistencia da al conjunto: Cornelia no es un robot, sino una persona incapaz de hablar con alguien, de interrogarlo o de preguntarse por su vida sin sentir una corriente de simpatía, antipatía, temor, desprecio o lo que sea, por más que se fuerce a sí misma a ser imparcial. Las relaciones entre las personas se basan en esas primeras impresiones, en la inconsciente tendencia a completar, y en la forma en que el posterior conocimiento nos obliga a rectificar y a afrontar los errores, y eso sustenta la novela de forma mucho más sólida de lo que la trama por sí sola permitiría.

            Una obra entretenida en lo que de intriga tiene (no se sabe el desenlace hasta el final, por más que haya ideas que desde el principio el lector tiene muy claras, de la misma forma que hay algunas otras que despistan), y que, por lo que de humano tiene Cornelia, resulta hasta divertida.

             En resumen: pienso leer las otras novelas de la serie.





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