Excelente encrucijada donde conviven modos y personajes
del presente y el pasado, el cuento y la
novela, el más allá y lo terreno, la ironía y el absurdo, donde el lenguaje
utilizado forma parte del humor tanto o más que lo que se cuenta.
Politus
fue un bebé abandonado a las puertas de un convento. En él ha sido criado y no
conoce mundo. La novela comienza cuando Politus es reclamado por quien
dice ser su padre: el duque, que a punto de marcharse al otro barrio quiere
conocer a su retoño ya veinteañero. Antes de su marcha, el abad previene a
Politus contra el principal peligro del mundo: la mujer.
El
planteamiento de soltar a un inadaptado en la civilización no es original, pero
sí la forma en que se hace en esta novela: lo que al principio parecen estampas
de hace unos siglos, de pronto se transforman en imágenes de la sociedad
moderna, provocando una suerte de engaño que obliga al lector a hacer un
esfuerzo constante por situar la historia e imaginarse el paisaje; esfuerzo que
se agradece, porque uno se mete más en la narración y en su extraño ambiente. A
ello colaboran figuras anacrónicas, como el escudero o la iluminación con
velas, que pocas páginas después se mezclan con furgoneta, televisión y focos.
La participación del mismísimo Pedro Botero, así como la festiva colaboración
del ánima del duque, dan a la historia el toque de irrealidad preciso para no
esperar sino lo que le venga en gana al autor, que se lo debió de pasar en grande escribiendo.
El lector, a este respecto, es mejor que
no trate de anticipar nada: que se deje llevar, como en un parque de
atracciones, y no se arrepentirá.
Ni que
decir tiene que la confusión nacida de tanta mezcla es uno de los méritos del
libro, quizá el principal, y a ello colabora el lenguaje: a medio camino entre
el tono “antiguo”, el de la “loa amanerada” -paródica- y el de la ironía. El
vocabulario es más que notable (aunque alguna expresión está un tanto traída
por los pelos) y mucho más rico y trabajado que la mayoría de las novelas.
Aunque
no se diga, la acción transcurre en Huesca y su entorno, alrededor de la fiesta
de San Lorenzo. ¿Y en qué consiste la trama? En narrar las tribulaciones de
Politus, víctima de cuantos porrazos físicos y espirituales pueda recibir un
ser humano en vida, e incluso más allá. Él asume el papel de ingenuo, víctima
propiciatoria para cuantas desdichas quepa imaginar; su escudero asume el papel
de protector necesario para no ver enterrado a Politus a las primeras de
cambio; aparece también Modesto, un rufián al frente de un espectáculo que
permite enlazar la historia con la tradición picaresca; y el ánima del duque es
uno de esos vejetes simpáticos que tanto juego dan en las novelas con su sola
presencia, aunque en este caso su participación es bastante activa.
Situaciones
divertidas apoyadas en la fantasía y en un lenguaje trabajado y divertido. En
resumen: literatura de humor en todo el sentido de la palabra.
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