En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Escritores, pensiones y derechos de propiedad intelectual



     Las leyes deben ser iguales para todos, pero no hay una que no recoja excepciones en su aplicación cuando el interés público se ve beneficiado por la desigualdad. Como cuando todo tributa en el IVA al 21% pero los bienes y servicios básicos se excluyen de esa norma general y se les aplican tipos más reducidos o incluso, como ocurre con la sanidad o la educación, quedan exentos. ¿Privilegio para hospitales y colegios frente a fábricas y comercios? No: interés social. Buscad cualquier norma en cualquier ámbito y la igualdad tendrá sus excepciones en beneficio de todos. Solo cuando la excepción no busca el beneficio común puede hablarse de privilegio y carece de justificación.

     En materia de pensiones existe una norma que establece la incompatibilidad entre el cobro de una pensión y la percepción de derechos de propiedad intelectual por parte del autor cuando estos superan cierto límite.

     La consecuencia puede ser que personas eminentes dejen de publicar sus libros e investigaciones para no perder su pensión, pues rarísima vez los derechos de autor alcanzan importes que permitan el lujo de prescindir de otros ingresos.

     Creo que una sociedad debe fomentar la cultura porque es lo que somos y legamos, y también la investigación porque en ella está el futuro, la salud y el bienestar. Por este motivo creo razonable aspirar a que el cobro de pensiones sea compatible con el de derechos de propiedad intelectual, sea cual sea su importe, porque lo que un buen autor o un científico hacen repercute en beneficio de todos y no podemos esperar que los nuevos autores e investigadores sustituyan a los que se jubilan como si fueran obreros de una factoría. La creatividad de cada cual es única y, por tanto, de difícil o imposible sustitución. Nos perjudica que algunos, muchos o pocos, de los Juan Marsé o Mariano Barbacid que tenemos, por citar dos personas eminentes en sus campos y con más de 65 años, dejen de poner a nuestra disposición lo que hay en su cabeza. No pongamos trabas a la creación: en ello nos va un pedazo de nuestra cultura, de nuestra salud y de los medios a nuestro alcance para lograr cualquier meta.

   El lujo nos saldrá barato: poquísimas personas cobran derechos de propiedad intelectual superiores al salario mínimo interprofesional (creo que ese es el límite), y las pensiones que cobren nos las devolverán con creces.

     El debate que hace unos meses vi sobre este tema llegaba tarde, porque la norma no era reciente, pero que yo sepa aún no se ha cambiado por lo que es conveniente insistir en él en estos tiempos donde tantas cosas deben proponerse y negociarse. El debate, por desgracia, se apoyaba demasiado en el insulto y el desprecio. Tanto que según a quién leía no sabía cuál era su objetivo, si solucionar algo o señalar culpables y héroes. Un error, porque la realidad es tan compleja y casuística que igual que no hay norma sin excepciones tampoco la hay sin errores, omisiones y lagunas, y hay que ser constructivo para mejorarlas; un error, también, porque las peticiones y aspiraciones que conducen a mejorar una sociedad deben defenderse desde el respeto y el argumento. Para avanzar juntos hay que convencer, no vencer.

    Por eso espero haber sido capaz de convencer a alguien con estas líneas.

                

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