En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 10 de octubre de 2024

De qué hablo cuando hablo de escribir - Haruki Murakami

 


A lo largo del tiempo Haruki Murakami escribió una serie de reflexiones más o menos inconexas sobre su posición ante la escritura que acabó publicando, tiempo más tarde, en una revista. Esas reflexiones, y cinco más escritas para la ocasión, forman este libro que, gracias a esa labor de adecentamiento, tiene una estructura más o menos sólida. Así, el refrito (Murakami afirma que jamás ha escrito uno) se limita al tono, el cual, pese a la confesada armonización, no ha acabado de cuajar como único, y en algunos capítulos es desabrido. Llama la atención, por lo militante y la falta de rigor, el capítulo dedicado a la escuela.

Al «lector vulgaris» probablemente este libro le parezca un poco muermo, porque el contenido responde, más que a su título, al de «De qué hablo cuando hablo de escribir yo». Es decir, Murakami cuenta su experiencia, que está mediatizada por su carácter (al cual con frecuencia se refiere como una fatalidad contra la que no merece la pena luchar), sus gustos, sus circunstancias y todas y cada una de las situaciones que individualizan una carrera literaria. Por supuesto, hay montones de experiencias compartidas con más o menos intensidad por cualquiera que haya escrito algunas novelas, pero no es el caso de la mayoría de los lectores.

Quien, como es mi caso, sí ha escrito unas cuantas (y hasta he llegado a publicar tres), disfrutará bastante de muchas de las cosas que cuentan estas páginas y mirará otras con pasmo, envidia o realizando examen de conciencia. También hay una parte que enlaza con los cotilleos que casi todos conocemos en torno al autor. Entre las primeras, entre las cosas a disfrutar, destaco las reflexiones sobre el modo de escribir, de corregir, de afrontar la construcción de una novela, de enfrentar el oficio de escritor o de reaccionar ante las críticas. Entre las segundas, resulta admirable la determinación de Murakami para llevar su vida por donde ha querido, pero difícilmente puede uno ponerse en su pellejo porque, como él mismo reconoce, su trayectoria es deudora, también, de un talento que no sabe muy bien de dónde ha salido y de un conjunto de afortunadas casualidades, además, por supuesto, de decisión y trabajo duro. Como todos los autores (menos cuatro gatos en todo el planeta) somos perfectos desconocidos o conocidos locales prontos a pasar al olvido, la lectura de este libro produce cierta desazón: dando por descontado que no hay escritor que no crea tener un mínimo de talento (se equivoque o no), dando por descontado, también, que ninguno podrá quejarse si no ha trabajado duro, si no ha sacrificado todo lo sacrificable para hacer lo que quiere hacer y hacerlo lo mejor posible, lo cual, por cierto, no hace casi nadie... dando todo eso por descontado, digo, comprobar que aun, en los excepcionales casos en que se une el talento con la decisión y el trabajo sacrificado, estás en manos de la diosa chiripa, es como pensar que tu futuro depende de que sea premiado un número de lotería que has comprado a cambio de tu vida y la de los tuyos.

En cuanto a la parte cotilla del libro, es más interesante por lo que calla que por lo que admite. Habla de su suerte, al encarrilar su carrera literaria gracias al premio que recibió su primera novela (por cierto, envió el original y no conservó copia) pero luego cuenta su amarga experiencia por no recibir no sé qué otro premio cuando todo el mundo a su alrededor esperaba que lo consiguiera. Y no menciona el Nobel, ni habla de la parte política o comercial de los premios, ni de los premios que no lo son. Sí habla de sus críticos, pero sin dar a ninguno la gloria de mencionarlo, y aunque siempre concluye que todo ha sido para bien, hasta los coscorrones, se nota que muchos de ellos aún le duelen, y que le duelen más de lo que confiesa. Por último, dentro de los cotilleos por omisión, llama también la atención que prácticamente no nombre a su familia, salvo para decir que su esposa es su primera correctora.

El resumen de su «secreto» vendría a ser el siguiente: haz todo lo necesario para conseguir las cosas, asume todos los riesgos, sacrifica todo lo que haya que sacrificar, desde la vida social a la familiar, y luego, a la hora de escribir y de afrontar la vida, olvídate de todo y espera a que todo fluya con naturalidad. La «naturalidad» es el valor supremo de Murakami. Aunque no llegue a expresarlo, la menciona constantemente.

Lo cierto es que Murakami es un autor de fama mundial, que primero alcanzó grandes cifras de ventas en Japón (hasta dos millones de ejemplares en alguna de sus obras) y para cuando, según él, conquistó la fama en el resto del mundo «partiendo de cero» en Estados Unidos (lo cual cuenta como si los logros anteriores hubieran carecido de todo peso), ya era aun autor muy vendido incluso en Rusia. Una carrera peculiar de un tipo peculiar que escribe una literatura peculiar, muy suya, fácilmente identificable, y al que envidio porque lleva el modo de vida retirada que me gustaría poder llevar a mí: cada día algo de deporte, escritura y lectura, y que le den morcilla al resto.

Claro que yo no tengo su talento ni su osadía.


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