En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

sábado, 16 de diciembre de 2023

Manifiesto por la lectura - Irene Vallejo

 


          En algún lugar leí que para apreciar el valor artístico de un cuadro no hace falta saber nada de técnica pictórica, ni de historia de la pintura, ni de nada. Basta con abandonarte a su contemplación con el único y sosegado ánimo de dejar fluir sentimientos y emociones. La intensidad del flujo te dirá si lo que tienes enfrente es arte o solo algo que, en el mejor de los casos, aspira a la perfección técnica.

          Me pareció una idea cierta y maravillosa, y me lo siguió pareciendo tras preguntarme si mi entusiasmo no se debería a que me permitía sortear mi propia ignorancia. Pero lo cierto es que no: mi ignorancia sigue ahí, pero esa idea me permite disfrutar más y mejor de muchas cosas y minimizar el resquemor de pasar otras por alto.

          Cuento esto porque lo fundamental de este Manifiesto por la lectura, redactado por Irene Vallejo a petición, en febrero de 2020, de la Federación de Gremios de Editores de España para pedir un «Pacto de Estado por la lectura y el libro», es lo que te hace sentir.

          Las emociones que provoca este breve texto, que se lee en un ratito, son de enorme intensidad, al menos si quien lo lee es, como yo, un lector habitual. Las palabras de Irene Vallejo te hacen tomar conciencia de que llevas toda tu vida siendo una parte diminuta pero necesaria del todo ancestral del que forman parte los seres humanos de todos los tiempos y al que se incorporarán los futuros. Te hace sentir que tanto la escritura como la lectura, esas actividades que tantas veces asociamos a la soledad, porque se escribe y se lee en solitario, son en realidad el mayor nexo de unión entre personas, generaciones y épocas. 

          Somos, intelectualmente, resultado de todo lo que se ha hablado, escrito y leído. Todo texto es comunicación, lenguaje, y, por tanto, forma parte de lo que ha permitido al ser humano diferenciarse de otras especies, nos cuenta la autora. Habla de la capacidad para compartir ideas profundas a través del lenguaje. La lectura es el modo en que nos comunicamos con los seres humanos del presente y del pasado, como la escritura es la forma en que nos dirigimos a nuestros coetáneos y a quienes vivirán en el futuro fuera de nuestro alcance; la palabra escrita es, también, el modo de trasmitir las ideas más prolijas, de explicar y analizar con detalle nuestros miedos, ansias, aciertos, errores y esperanzas. Leer este manifiesto sirve para advertirlo y comprenderlo.

          Vuelvo al principio: todo lo que Irene Vallejo cuenta a través de estas páginas lo transmite directamente al corazón del lector. Sus palabras, más que saberlas o recordarlas, las sientes. Por eso este pequeño librito es, también, una obra arte. Una obra pequeña en su dimensión, pero tan grande como la sienta el lector.




lunes, 11 de diciembre de 2023

El ancho mundo - Pierre Lemaitre

 



          El Ancho Mundo es un lugar de Saigón mencionado en la novela y en el que convergen diferentes oportunidades de ocio y vicio. Pero el ancho mundo, con minúsculas, es el escenario de esta novela. Lo digo con doble sentido. Primero, geográfico, porque transcurre entre Beirut, Saigón, París y hasta en algún pueblo francés. Y, segundo, personal, porque son tantos los protagonistas (en realidad, la protagonista es una familia), tan variados sus caracteres e intereses y tan diverso el modo en que afrontan la vida, que lo de ancho bien puede hacer referencia a la infinita variedad de personalidades que existen en el mundo.

          Beirut. Finales de los años cuarenta del siglo XX. Louis Pelletier es un empresario francés que tiene en la capital del Líbano una fábrica de jabones. La empresa es su gran obra, y su vida es el jabón. En la empresa encuentra un cómodo y rentable modo de vida que, sin duda, facilitará la existencia de sus hijos cuando él ya no esté. O eso desea él. Con este buen señor conviven su mujer y sus cuatro hijos. O, al menos, convivieron hasta los momentos iniciales de la novela, porque enseguida sabemos que su hijo mayor se ha casado con la extraña hija del jefe de Correos. El siguiente dice que quiere irse a estudiar a París, aunque no parecen ser los estudios lo que lo atraen. El tercero no sabe lo que quiere pero sí a quién quiere, y está dispuesto a correr cuanto mundo sea preciso para estar a su lado. Y la joven benjamina tiene bastante genio, ganas de perder de vista a todos y algo no muy parecido a un romance, salvo por el sexo, con un profesor un tanto pervertido. Todos los hijos andan entre los 18 y los 30 años, aproximadamente.

          Basta lo dicho para comprender que el nido de los Pelletier se está quedando vacío, y que cada polluelo intenta volar a su manera, lo cual incluye no pocas triquiñuelas para evitar la eventual oposición de los padres. De este modo la historia se transforma en cinco (la del matrimonio y la cada uno de los cuatro hijos) que van evolucionando y, gracias a los lazos familiares, terminan convergiendo tras haber dado un insólito rodeo, no solo físico, por el ancho mundo. Entre medio, claro, se han relacionado con otros mil personajes y han sucedido un sinfín de cosas que han puesto patas arriba la vida de todos. Hasta qué punto la situación es o no remediable y cómo, lo sabrá quien lea esta larga novela que, pese a su longitud, es de lectura rápida y agradable.

          La complejidad de la acción no se percibe, debido a la maestría de Lemaitre a la hora de crear y explicar mundos. Aunque es compleja, parece sencilla. Y, además, cuenta con el lubricante de la pátina de humor que recorre casi cada línea, apoyada unas veces en lo estrambótico de algunos personajes y muchas otras en la particular filosofía del cabeza de familia, la cual, por estar basada en la comprensión de anhelos y debilidades, conduce la historia por derroteros distintos a los que podían inspirar los temores de sus hijos. Otro efecto humorístico contundente es lo expeditivo de algunos personajes ante situaciones concretas e irreversibles. Y es que todos somos unos santos hasta que la conciencia te enfrenta al dilema de dejar de serlo o de dejar caer sobre los demás las aplastantes consecuencias de tu santidad.

          Una última advertencia: he dicho que las historias de los personajes se separan para converger luego. No todas. En realidad, el lector verá cuál, hay una que se mezcla con el resto sin interferir, pero que tiene entidad y autonomía propia. El resultado es que en una pagina el lector está dudando de si se descubrirá a un asesino, en la siguiente se pregunta si el bueno de la película logrará sacar a la luz algo que nada tiene que ver con asesinato alguno y, en la de más allá, está preocupado por temas familiares que nada tienen que ver con los asuntos anteriores. Y es que el ancho mundo da para mucho.

          La novela evoluciona quizá demasiado lentamente durante el primer tercio, para coger luego velocidad de crucero y acelerarse al final. Como en otras de sus obras, Lemaitre introduce giros geniales porque son a la vez inesperados e insólitos, pero también racionales (salvo uno, el del papa vietnamita, que parece una pirueta), de modo que nada queda forzado en la acción. En esta novela destacaría dos: los giros debidos a la peculiar afición del hijo mayor y al carácter caprichoso e imprevisible de su mediocre esposa y, sobre todo, algo que le atiza un soberano sopapo al corazoncito del lector que haya leído la primera entrega de la trilogía Los hijos del desastre (Nos vemos allá arriba). Este último giro abate todas las resistencias y peros que pudiera poner a esta obra cualquier lector de Lemaitre, al tiempo que, sin que lo advirtamos, nos cuenta y completa de modo maravilloso una historia más: una historia que comenzó en aquella novela y parecía terminada, y que aquí se convierte en una historia de tres décadas.. Quien lea El ancho mundo obtendrá una satisfacción adicional si ha leído Nos vemos allá arriba, pero no es imprescindible.  El cariño que inspiran los personajes al lector hace el resto para conseguir que la lectura de este libro deje un sabroso sabor de boca.




jueves, 7 de diciembre de 2023

La Iglesia de Franco - Julián Casanova

 

Con cada libro de historia que leo soy más consciente de mi ignorancia y, también, como ya he dicho otras veces aquí, de que casi dos generaciones de españoles educados en la ignorancia y la desinformación solo pudieron dejar en herencia ignorancia y desinformación. Mitos y falsedades se perpetúan con una facilidad pasmosa y, en cuanto pasa algo de tiempo, son casi invulnerables porque cada día hay menos personas interesadas en acercarse a una verdad cada vez más lejana. Es una de las razones por las que la historia es apasionante. Y, puesto a repetirme, insisto en que al hablar de libros de historia me refiero a obras de historiadores profesionales, en general procedentes del mundo académico, y no a los seudohistoriadores caídos del cielo mediático y literario, que son a la historia lo que los hechiceros a la medicina.

¿Qué analiza este libro?

Vayamos por partes. De algún modo Franco traicionó (y dominó repartiendo y equilibrando cargos, poder y posibilidades de corrupción) a quienes en teoría, según la hagiografía oficial del régimen, fueron sus apoyos: los generales que impulsaron el golpe de estado al que él se apuntó en el último momento pretendían restaurar la monarquía, cosa a la que Franco fue dando largas durante lustros porque pronto fue evidente su voluntad de perpetuarse en el poder; otra pata de su apoyo, la Falange, también tenía motivos para sentirse traicionada, pues el régimen jugó con ella dándole más puestos que influencia, sin llegar a hacer realidad las aspiraciones de reforma del ideario falangista. En cambio, la tercera pata, la Iglesia, fue la única que en ningún momento cuestionó a Franco ni se sintió traicionada por él. Es más, cuando la II Guerra Mundial comenzó a inclinarse hacia los aliados, Franco, por miedo a la reacción internacional hacia un régimen nacido del apoyo militar y económico de Hitler y Mussolini (por quienes él había expresado un sinfín de veces su rendida admiración y agradecimiento), quiso alejarse de esas ideologías, y encontró la excusa de la religión: el suyo pasó a ser, oficialmente, un régimen de inspiración católica, y no de inspiración nazi o fascista. 

El mutuo apoyo entre la Iglesia y el régimen se dio desde el primer segundo, facilitó el apuntalamiento del régimen ante la comunidad internacional, untó a Franco de la legitimación divina ante el creyente y así llegó hasta los años finales de la dictadura, y ello pese a que la guerra llevada a cabo por Franco no fue de ocupación sino de exterminio, como lo siguió siendo su política posterior, especialmente sangrienta en los primeros años cuarenta, cuando aún creía seguro el triunfo nazi en la contienda mundial.

Pero el libro no aborda solo la relación entre régimen e Iglesia. Dedica unas cuantas páginas, también, a la situación previa que la explica: al recelo, cuando no al odio, de la Iglesia a las nuevas ideologías procedentes de la revolución industrial, que habían tomando forma en la República; ideas que incluso se oponían a la República porque se les quedaba corta; ideas, que, en definitiva, suponían un peligro para el poder e influencia eclesial. El libro aborda también, por otro lado, el anticlericalismo surgido en el siglo XIX, alimentado hasta esa misma época por la deriva social y económica; un anticlericalismo que, al decir de algunos, tomó su fuerza del sentimiento de traición, porque ante la revolución social que supuso la revolución industrial la Iglesia no tomó partido por las nuevas clases menesterosas, como cabría esperar de su prédica, sino por la élite poderosa. Un anticlericalismo, en cualquier caso, aún insuficientemente estudiado, pero que en ciertos sectores sociales había calado de tal manera que desembocó, en los primeros meses de la guerra, en un sinfín de carnicerías a manos, sobre todo, de las milicias anarquistas y comunistas, las cuales exterminaron a casi 8 000 religiosos –fundamentalmente hombres- por el mero hecho de serlo. Estas carnicerías fueron de tal magnitud que han pesado como una losa en la influencia del anticlericalismo en España dificultando, cuando no impidiendo, su laicización.

También deja claro este libro que la violencia que apadrinó la Iglesia no fue una respuesta a esas matanzas, sino que ambas violencias se superpusieron en el tiempo, hasta el punto de no poder afirmar nadie si una precedió a otra, porque los episodios violentos, las soflamas, las inyecciones de odio y los mensajes incitando a acabar físicamente con «el otro» son multitud y previos al inicio de la guerra. No digamos ya después.

Seguramente, la imagen por excelencia del apoyo eclesial a Franco es el privilegio de acceder a los templos bajo palio. Hasta ese momento solo la hostia consagrada recibía ese tratamiento. Es decir, solo Dios o sus representantes humanos, como el Papa, tenían ese derecho. Imaginad el mensaje que la Iglesia lanzó así a los fieles. 

       Y por si alguien olvidaba que Franco era un enviado de la providencia, su efigie en las monedas iba acompañada de la leyenda (en ningún momento cuestionada o criticada por la Iglesia) Caudillo de España por la gracia de Dios

Los testimonios y documentos que acreditan lo que acabo de resumir son innumerables y aparecen siempre citados. Esto, inevitable en un libro de historia escrito por un historiador, es especialmente importante al tratar el tema que este aborda, porque la posición ante la Iglesia de mucha gente no es racional sino emocional, y hablo tanto de fieles como de anticlericales.

         Entre las fuentes destaca el testimonio de Gumersindo de Estella, sacerdote que, ante su postura poco entusiasta a favor de la violencia contra el rojo, se convirtió en sospechoso de connivencia y marchó de Navarra para evitar que sus propios correligionarios lo mataran. Y aterrizó en Zaragoza, también controlada por el bando sublevado pero con menos influencia de las violentas milicias carlistas. Allí trabajó en la cárcel de Torrero asistiendo espiritualmente a la ingente cantidad de condenados a muerte que fueron fusilados en las tapias del cementerio (tapias, dicho sea para demostrar la intensidad de la barbarie,  que hubo que reforzar porque tantos tiros recibieron a través de los cuerpos de los fusilados que las balas llegaron a atravesarlas y acabar en los nichos). Aquellas experiencias y las reflexiones de Gumersindo de Estella quedaron en un sobrecogedor diario que durante años fue fuente de información para historiadores y que fue publicado, ya en este siglo, por Mira Editores.

La pretensión de La Iglesia de Franco es demostrar, y lo consigue, que el régimen de Franco, un régimen que practicó el terror como modo de mantenerse en el poder, contó con el apoyo de un estamento enormemente influyente y que ese apoyo tuvo por principal causa la conservación (e incluso aumento) de privilegios socioeconómicos y políticos. Obviamente, dados los valores que supuestamente pregona la Iglesia (el perdón, la reconciliación, el apoyo a los más débiles…) llama poderosamente la atención su doble y contradictoria moral, la cual queda diáfana en las páginas de este libro, aunque el autor no la enjuicia más allá de lo que supone ponerla de manifiesto a partir de los numerosos datos y fuentes existentes. 

Como la pretensión del libro es analizar esos años de complicidad por la importancia que tuvieron para el mantenimiento del régimen y por lo que supuso en orden a los valores trasladados a la sociedad durante casi dos generaciones, apenas pasa de puntillas por los últimos años del franquismo, cuando ya había comenzado su descomposición, en los que la Iglesia oficial, de la mano, sobre todo, del cardenal Vicente Enrique y Tarancón («Tarancón, al paredón, clamó la ultraderecha en el funeral de Carrero Blanco, en el que el ministro de Educación negó el saludo al cardenal, que tuvo que salir por la puerta trasera para evitar agresiones), cambió, por fin, de rumbo.


lunes, 4 de diciembre de 2023

Diez libros que quiero leer

 



          Casi todos los años he escrito una entrada en el blog con los libros que estoy contento de haber leído a lo largo del año, que no es lo mismo que de los mejores, los peores o los más vendidos. Hace dos días lo volví a hacer. A alguien le puede servir para pescar lecturas y, además, así me uno a las escasas tradiciones literarias seudonavideñas.

          Pero lo que no he hecho nunca, y esta es la primera vez, es publicar una lista con libros que quiero leer. No supone una promesa de cara al año que viene, ni a mí mismo ni a nadie, porque bastantes veces he podido comprobar lo rápida e inesperadamente que a veces cambian los planes, pero sí es una manifestación de intenciones, las de ahora. Ojalá que si no se cumplen sea, simplemente, porque me ha dado la gana cambiarlas.

          Algunos de los libros ya los tengo en casa. Varios pretendía haberlos leído a lo largo de 2023, pero no ha habido ocasión y siguen esperando. Otros llegarán pronto.

          Aunque, por supuesto, más que leer los diez libros que voy a poner y muchos más, ahora mismo lo que más me gustaría es que fueran legión los lectores a los que en 2024 les apeteciera leer, y leyeran, «La detención de los Reyes Magos», lo cual, cachis, solo cabe confiar al siempre improbable boca a boca.

          El enlace sobre cada título lleva a la web de Amazon, no para que compréis allí, sino por ser una web conocida y de fiar para todos. En ella podréis encontrar sinopsis, precios, ediciones y opiniones de otros lectores (pero cuidado con ellas). Luego, si caéis en la tentación, lo compráis donde os plazca.


Eduardo Mendoza

Tres enigmas para la organización


Haruki Murakami

De qué hablo cuando hablo de escribir


José María Eça de Queiroz

El primo Basilio


La Vecina Rubia

La chica del verano


John Steinbeck

Al este del Edén


Antonio Muñoz Molina

El jinete polaco


Joaquín Berges

El club de los estrellados


Miguel Delibes

Cinco horas con Mario


Domingo Villar

Ojos de agua


Terry Pratchett

Hombres de armas





sábado, 2 de diciembre de 2023

Libros que me alegro de haber leído

 


Esta no es una lista de mejores libros, ni de peores, ni de los más vendidos, pero sí de los que me he alegrado de leer a lo largo de 2023 y que, por la razón que sea, han dejado cierta huella en mí. 

Aquí os la dejo, por orden de aparición de las reseñas. Si queréis leerlas, los enlaces están en los títulos.

 

Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso

Miguel Delibes


El doctor Zhivago

Borís Pasternak


La avería

Friedrich Dürrenmantt




La isla del doctor Schubert

Karina Sainz Borgo



Ganas de vivir

Joaquín Berges


Contando atardeceres

La Vecina Rubia


Castillos de fuego

Ignacio Martínez de Pisón


Buenos días, tristeza

Françoise Sagan


Vivir deprisa

Brigitte Giraud


No te veré morir

Antonio Muñoz Molina



Todas las almas

Javier Marías




jueves, 30 de noviembre de 2023

Marianela – Benito Pérez Galdós

 



Marianela (1878) toma su título del nombre de la protagonista, una pobre adolescente canija y debilucha como un renacuajo hambriento y más fea que Picio, que, para colmo de desdicha, no tiene a nadie en el mundo y malvive de la caridad. A pesar de lo cual es un encanto de chica: buena, bien intencionada, generosa y amable.

Aparte de triscar por el monte, Marianela tiene un elevado cometido: hacer de lazarillo del hijo de uno de los ricos del lugar. El rico es un hombre justo, serio y amable al modo en que lo son quienes tienen interiorizada la diferencia de clases (la acción transcurre es de suponer que en 1878) y su hijo, el ciego, es también un dechado de virtudes y, además, de lo más guapetón. 

Como el argumento es sobradamente conocido no descubro nada si digo que entre el ciego y Marianela ha surgido el amor. El problema asoma la nariz cuando aparece un pariente, eminente oftalmólogo y tipo bienintencionado y generoso, que cree que con cierta audaz operación el ciego podrá recuperar la visión.

El muchacho, ciego de nacimiento, ignora cómo es el mundo, y Pérez Galdós traslada al lector, magistralmente, la expectación, miedos y sensaciones de poder ver la realidad en la que uno ha vivido dos décadas sin ver ni una forma, ni una cara, ni una perspectiva, ni un color. A fin de cuentas, el personaje ni siquiera puede imaginar a sus semejantes porque no tiene mimbres de los que partir. La visión, además, le abrirá nuevas posibilidades. Laborales y, sobre todo, personales, porque, en caso de que vuelva a ver, su padre ya tiene pensado casarlo con una prima, la cual, además de ser un encanto, es tal bellezón que bien merece la pena lograr la visión para contemplarla.

Pero, ¿y Marianela? ¿Qué será de ella cuando su amor pose en ella sus ojos y reboten espantados?

Por supuesto, nadie se acuerda de ella o, si lo hacen, no es para cambiar en nada su destino. Pero ella tampoco se deja ayudar porque se sabe tan fea, se siente tan inútil, su autoestima es tan, tan minúscula, que la perspectiva de que su amado la pueda contemplar la avergüenza de tal manera que la vida se le antoja insoportable.

De este modo la historia se sostiene en tres patas: la reacción del ciego al ver el mundo, si es que llega a recuperar la visión; la de Marianela, incapaz de soportar la vergüenza que siente de sí misma y, finalmente, cuál será la concepción de la belleza del ciego si deja de serlo: ¿considerará físicamente bello lo que en la oscuridad tenía por hermoso? ¿Cómo reaccionará si no es así? ¿Mantendrá sus promesas de amor o se dejará llevar por el festival de los sentidos?

El argumento es sabido, pero, por si alguien lo ignora, mejor dejo todo sin respuesta.

Una novela corta y dura, con un lenguaje claro que hoy suena un poco arcaico y escrita en un tono entre sentimental y dolido que hace del narrador algo más que un mero testigo: un intérprete.


lunes, 27 de noviembre de 2023

Los siete maridos de Evelyn Hugo – Taylor Jenkins Reid

 


Publicada en España febrero de 2020 (y en Estados Unidos en 2017), Los siete maridos de Evelyn Hugo lleva desde entonces en las listas de libros más vendidos. En el momento en que escribo estas líneas ocupa el puesto 14 en Amazon en España y, en ebook, se mantiene en el top 100. En Estados Unidos, ¡seis años después de su publicación! sigue en el puesto 42 en Amazon, en papel. El éxito comercial es apabullante, a pesar de lo cual esta novela es una ilustre desconocida.

Evelyn Hugo es una actriz de origen latino, piel morena y pelo rubio, que a punto de llegar a octogenaria hace mucho que ha alcanzado la celebridad más absoluta por sus películas y por su agitada vida sentimental. O eso cree todo el mundo. Llegado ese momento de su vida, ya no muy lejano al final, Evelyn contacta con la periodista desconocida y de raza negra para redactar una biografía autorizada que le reportará a su autora fama y dinero sin fin.

Y Evelyn, ¿qué gana?

A partir de este peculiar comienzo se desarrolla una novela que alterna la vida de Evelyn, joven ambiciosa salida del arroyo y cegada por la fama, con la situación de la periodista (separada, a punto de divorciarse y con la ocasión profesional de su vida ante sus narices a cambio de no sabe qué). Varios misterios caminan de la mano en este recorrido: por qué Evelyn ha elegido precisamente a esa periodista; qué consecuencias tendrá la elección, y, sobre todo, cuál fue la peripecia vital de la actriz, que debido a la dimensión de su «libro de familia» y a su celebridad incuestionada a menudo recuerda a Elizabeth Taylor.

La historia fundamental es la de la Evelyn, mucho más que la de su biógrafa. Ella lleva el peso del libro, dividido en apartados cortos y fáciles de leer que se agrupan cronológicamente en función de los maridos. Otra cosa es que estos no siempre responden al concepto común de «marido». Los intereses, el amor, el pragmatismo y el utilitarismo muestran una vida aparentemente desordenada que, en realidad, persigue con toda coherencia un solo fin: el amor a quien de verdad se ama, y, también, un fin accesorio que durante muchos años es el principal: la fama, el prestigio, el dinero, dejar atrás para siempre las penurias.

La historia resulta atractiva, porque a los misterios señalados se une un entorno atrayente: gustan las historias de pobres pringados que a base de audacia y talento alcanzan la cima. Gusta también que los ricos lloren, por aquello consolarse por no serlo. Y gusta el glamour de la fama y husmear en los entresijos de las perfectas apariencias, para conocer qué engaños y miserias las sustentan.

Una lectura ágil, entretenida, fast food literario, pero buen fast food.





viernes, 24 de noviembre de 2023

Andanzas de los Reyes Magos

 


El próximo jueves 30 de noviembre, a las 19:30, los Reyes Magos llegarán a Teruel, a la Librería Senda (Perruca), después de haber pasado por Huesca hace poco, y antes de recalar en Zaragoza el 15 de diciembre, a las 18:00, en la Librería Central, donde completarán el periplo de las tres capitales aragonesas con una sesión de firmas.

Pero, vivas donde vivas, que los Reyes Magos vayan a tu casa es tan fácil como comprar la novela encargándola en cualquier librería. También está en ebook, en Amazon.

          Así los Reyes te regalarán un muy buen rato de lectura y, según dicen ya de numerosos lectores, bastantes risas.

          Seguiré informando del resto del periplo.





jueves, 23 de noviembre de 2023

Todas las almas – Javier Marías

 



Confieso el pecado: hace bastantes años intenté leer un libro de Javier Marías. Las primeras páginas fueron un tostón que dispersó mi mente por mil otros temas, y ahí lo dejé. Sin embargo, sabía que con el correr del tiempo antes o después volvería a intentarlo, entre otras cosas porque tengo varios amigos, con excelente criterio, que eran y son devotos de Marías y que no paraban de recordarme lo que me perdía si no lo leía. También mucho de lo que leía sobre él invitaba a conocer algo de su obra.

Bien, pues como decían mis amigos, yo no tenía ni idea de lo que me perdía, porque tan solo conocía a Marías por sus artículos, algunas polémicas y -¿por aquello de «dime con quién te juntas y te diré quién eres»?- por lo poco que podía elucubrar a partir de la amistad con Marías de la que presumía hasta el hartazgo (¿para equipararse indirectamente a él?) un triste chorbo de cuyo nombre, va implícito en el término, no quiero acordarme.

Bueno, pues ya he leído Todas las almas, y no solo es que me haya gustado mucho, que también, sino que me ha parecido un libro excepcional por el modo en que está escrito (según el autor, el mismo que empleaba en las cartas a sus amigos; es decir, su tono natural o por defecto). El lenguaje, claro y accesible, se enreda por la complejidad de las ideas, la cual, a su vez, está muy relacionada con el análisis pormenorizado de cuanto pasa por delante de la nariz del protagonista y narrador, que se dirige al lector en primera persona. Como este análisis no se pospone, sino que se realiza a medida que las sensaciones llegan, el resultado es una navegación profunda por lo cotidiano, pero también enrevesada y lenta.

Esa lentitud puede ser (como ha sido mi caso) fuente de placer si el lector se da a la lectura sin prisa y con placidez, dispuesto a dar un largo paseo con mil rodeos, o (sospecho) fuente de impaciencia si el lector no es capaz de abandonar desde la primera palabra las diarréicas prisas contagiadas por tanta novela actual en la que, el mercado manda, se somete al lector a una suerte de curiosidad perpetua sobre la base de abrir y cerrar constantes enigmas, misterios, dudas, cotorreos y situaciones tensas. Que un libro invite a la reflexión sosegada y profunda y no a la falta de pensamiento que deriva de la acción trepidante es, en estos tiempos, casi revolucionario, aunque quizá cuando Todas las almas fue publicada en 1989, año en que el autor cumplió 38 años, esto no se notara tanto.

Al hablar del argumento hay que comenzar por el epílogo, una brillante disertación de Marías sobre las ventajas y peligros de escribir en primera persona desde la boca de un personaje que, sin ser el autor, comparte con él numerosos rasgos biográficos. Es decir, el personaje es Marías sin ser Marías, y hasta qué punto es uno u otro en cada momento quizá solo lo supo el Marías autor. En cualquier caso, el epílogo deja clara su intención de distanciarse del personaje. Eso sí, fijaos en la argucia que confiesa haber utilizado para establecer esa distancia. Fijaos en ella, porque el somero y superficialísimo modo en que la trata en la novela (tan en contraste con la profundidad de todo lo demás) me hace pensar que Marías habla poco de lo que no ha vivido y al revés, lo que, de ser correcta esta apreciación, haría de esta novela algo mucho más autobiográfico de lo que se desprende del epílogo.

Y es que el innominado, soltero y madrileño protagonista ejerce temporalmente de profesor en Oxford, clavadito a Marías, lugar que no es presentado como uno de los templos del saber, sino del aburrimiento. Allí, fuera de su ambiente y sabedor de que la brevedad de su estancia no justifica mucho empeño ni ilusión en echar nuevas raíces, se ve rodeado de una caterva de eminentes profesores que solo tienen en común entre sí su exacerbado individualismo: en Oxford hay muchos «yos» y pocos «nosotros», y aún son menos los «yos» en los que un recién llegado puede anclar su confianza. El protagonista no nos dice una palabra sobre las clases (el objeto de su presencia allí) pero hace un contundente repaso de los diferentes puertos a los que llega (cada uno de los profesores que le prestan mucha o poca atención) y, singularmente, de una mujer a la que siempre se refiere por su nombre y apellido: Clara Bayes. Con ella, que está casada y con un hijo, inicia una relación amorosa (o más bien sexual) que ambos saben llamada a morir al fin de la estancia del protagonista en Oxford, por lo que más lo viven como un pasatiempo que como un romance. Las reflexiones que surgen al hilo, sobre todo, de ese previsto final conviven en la novela con las que suscitan el resto de personajes (viejos y jóvenes, sanos y decrépitos, heterosexuales y homosexuales…) y, también, con las expediciones del protagonista a las librerías de viejo donde busca y rebusca las obras de un autor desconocido, actividad que le lleva a intentar averiguar algo de un escritor real, John Gawsworth, seudónimo de Terence Ian Fytton Armstrong, quien anduvo por diversas partes del mundo para morir a los 58 años después de estar más de una década alcoholizado y en la indigencia. Sobre la misteriosa vida de este desconocido caballero tiene ocasión el protagonista de averiguar algunas cosillas en el momento más inesperado, que es también el más delicado (según se mire) de su relación con Clara Bayes.

La acción, por llamarla de algún modo, transcurre tan lentamente que parece que el autor no está contando nada, sino divagando sin cesar, hasta que, una vez concluida la novela, el lector se da cuenta de las muchas cosas, de las muchas historias, que contiene Todas las almas.

Una gran novela cuyo título alude al All Souls College de Oxford (su nombre exacto es «The Warden and College of the Souls of all Faithful People deceased in the University of Oxford»), uno de los muchos que organizaba cenas ceremoniales para propiciar encuentros y darse pisto, y con el que, si no recuerdo mal, aparece relacionada Clara Bayes. Dando cuenta de una de estas cenas es como la conoce y comienza la novela.






domingo, 19 de noviembre de 2023

Tiempos de hielo – Fred Vargas

 



Serie Adamsberg, 9


Hace ya varias entregas que Fred Vargas dirigió los pasos de Adamsberg por casos que parecen lindar con lo sobrenatural, aunque al final la lógica se imponga. En el caso de Tiempos de hielo no es exactamente así, pero tampoco puede decirse que se haya echado en brazos del realismo.

Diversas damas y caballeros aparecen muertos en lo que parecen simples suicidios. Sin embargo, la diosa Chiripa permite averiguar que algo tienen en común: son asesinatos de autor, pues en todos los escenarios aparece cierto simbolito.

A partir de aquí, el protagonista abre dos vertientes de investigación: una tiene que ver con un antiguo viaje a Islandia, en el que un grupito de turistas cometió la imprudencia de acercarse a un islote donde no crecía ni un solo hierbajo que echarse a la boca, situado muy cerca de la costa, y en él quedaron atrapados durante semanas por culpa de la niebla más densa que quepa imaginar, con el sofocón consiguiente y algunos otros asuntillos que dejarían helado a más e uno, y quizá de ahí venga el título, aunque tiempo de hielo también fue el tiempo del Terror, el de la otra vertiente de la investigación, la que tiene por protagonista nada menos que a Robespierre, y no porque don Maximilien haya tenido a bien resucitar con la cabeza bajo el brazo, sino porque la trama alcanza a un gigantesco grupo de recreacionistas de la época de la Revolución Francesa que, si fueran cuadrúpedos, andarían con un pie en la historia, otro en la diversión, el tercero en el teatro y el último en el manicomio. Obviamente, todo lo que tiene que ver con la historia es terreno abonado para el interés y el lucimiento del comandante Danglard, ese alcohólico erudito que a medida que pasan las novelas es más de las dos cosas.

La trama es, pues, lo bastante fantasiosa y atractiva como para resultar interesante, aunque aquí acaban las virtudes. La trama avanza gracias a un recurso muy manido (la reiteración de crímenes que permite atar cabos gracias a puntos en común y despistes del asesino en serie) y, por otra parte, hay algo que no me ha convencido: hay un intento, que no cuaja, de dar algún papel que otro a toda la tropa que depende del Comisario, cuando la trama apenas da para el lucimiento de dos o tres personajes adicionales. El resultado es que algunos de los más desdibujados quedan más difusos aún.

Por lo demás, el lector de la saga encontrará al Adamsberg de siempre: un tipo cuyo trabajo consiste en pasear a ver qué se le ocurre o, mejor dicho, qué siente. Un tipo cuyas corazonadas aciertan siempre saltándose toda la lógica derivada de los hechos constatados. Pero claro, los detalles son importantes en las novelas de salón, y esta, como el esto de la saga, lo es aunque no haya salón. Ni versallesco ni ningún otro.






jueves, 16 de noviembre de 2023

Llamando a las puertas del infierno – Carlos Pérez Merinero

 



Solo quienes hayan disfrutado en su adolescencia, y quizá un poco más allá, del placer de decir, a solas con los amigos, las mayores burradas que pasaban por sus entendederas -en la confianza de que ese acto de libertad y autoafirmación comenzaba y terminaba en la brutalidad de las palabras- podrán disfrutar de esta obra de Carlos Pérez Merinero, solo que, en ella, para el protagonista, que está como una regadera, las palabras no son el límite de su libertad, sino que las transforma en hechos.

Así que el caballero se pone contentísimo cuando «el cabrón de su padre casca», por así decirlo, porque así podrá heredar y darse el gustillo de comprarse una finca donde criar bichos (que sean unos u otros qué más da) y solazarse con su novia. Que haya o no algo que heredar, u otros herederos o que la novia sepa que lo es, es lo de menos.

Estos dos elementos (un protagonista con el cerebro como unas maracas) y un modo de expresarse en primera persona con una contundente mezcla de inocencia y brutalidad, bastaron a Carlos López Merinero para escribir una novela tragicómica en la que lo escandaloso y desagradable se mezcla con lo divertido provocando al lector sensaciones convulsas.

El protagonista narrador no solo está chiflado. Su tipo de locura es peligrosísima: no solo carece de los conceptos del bien y el mal (o, mejor dicho, el bien es aquello que le apetece y el mal cuanto le impide satisfacer sus apetencias), sino que su visión del mundo le hace confundir sus deseos con la realidad. El resultado de soltar un tipo así en las páginas de un libro solo puede ser uno: acabar a las puertas del infierno.

Una lectura breve, ágil, inteligente, divertida y, como ya he dicho, convulsa.







domingo, 12 de noviembre de 2023

Annie Ernaux – La vergüenza

 



Los niños creen que el mundo es como se muestra. Pero lo que se muestra son las convenciones sociales. La protagonista, que no deja de ser la autora, vive inmersa en esa confusión. Sus padres la quieren y se quieren entre sí. Hasta que un día, sin pensar, tras una prolongada bronca de su madre a su padre, la niña presencia cómo este agarra a su esposa e intenta, al parecer, asesinarla con un hacha. Sin embargo, minutos después todo ha vuelto a la calma, a la placidez. Nada parece haber sucedido entre ellos ni, por supuesto, han menguado las muestras de afecto a la hija.

Sin embargo, la fugaz visión de lo que pudo acabar en asesinato supone un monumental roto imposible de coser por el que la protagonista no deja de ver ya, a lo largo de su vida, que tras el tolerable y hasta agradable mundo de las apariencias subyace otro, sórdido, donde cada cual es quien de verdad es, sin imposturas.

Que cada persona sea su versión más sórdida o sea capaz de ser mil cosas, buenas y malas, sucesivamente es algo sobre lo que tendrá que reflexionar el lector, pero la narradora nos habla de la vergüenza: de aparentar ser lo que no se es, de cómo afrontar la vida ofreciendo a los demás una versión propia y familiar que sabe ficticia; de cómo, también, la fuerza de la impostura puede hacer que aquella brecha a través de la que vio el submundo pueda parecerse mucho a un mal sueño que solo pervive porque su contundencia fue tal que resulta inolvidable.

El libro es, también, una invitación a reflexionar quién es quién. ¿Es el padre de la protagonista un asesino? No, porque no ha matado a nadie. ¿O sí, porque pudo hacerlo? Y, ¿un criminal lo es siempre y en todo momento? ¿Quién es cada persona? ¿La persona que es en su más tenebroso día o quien es en sus momentos más luminosos?

Cómo convivir con la vergüenza, podemos decir que cuenta el libro, aunque más exacto es decir que cuenta cómo convivir con el trauma.

Una obra breve, directa, que se lee rápido y bien.







jueves, 9 de noviembre de 2023

Púa – Lorenzo Silva

 



Buen libro de Lorenzo Silva, bien escrito, bien estructurado, ya premiado cuando escribo estas líneas y, en el momento de su publicación, muy esperado por la temática que aborda: la guerra sucia contra el terrorismo. O, dicho de otra manera, el terrorismo de estado. Que un autor buen conocedor y defensor del mundo de la Guardia Civil trate este tema tiene un interés evidente.

Dicho lo cual, cualquiera de los lectores habituales de Lorenzo Silva, entre los que me cuento, reconocería este libro como suyo aunque su nombre no apareciera por ningún sitio, ya que el tipo de personaje y el tono es en todo similar al de muchas otras obras del autor. Escrito en primera persona por el protagonista, un hombre maduro (cada vez más maduro, como el propio Silva) que habla directamente al lector siempre haciendo balance, siempre con una mirada desengañada y en cierta manera conformista o, mejor dicho, resignada. El autor vuelve a usar un tipo de protagonista  que no va de nada, pero que en cierta manera es un «duro» porque es fiel a su filosofía de vida; un tipo de personaje, también, tan dado a la autocrítica, la autoflagelación y el autodiagnóstico síquico que, sean cuales sean sus errores y culpas (y en este caso Púa no es ningún santo) el lector no puede sino solidarizarse con él o suscribir la crítica visión que da de sí mismo. Por último, Púa es –como esos otros personajes del autor- sensible a los encantos femeninos, pero capaz de dominar la tentación incluso cuando más fácil tiene caer en ella; un hombre que ni se cree un galán guaperas ni ejerce de tal, pero que acaba resultando atractivo a la dama más bella que transita por las páginas.

Dado que, como he apuntado, el protagonista se presenta y enjuicia él solico de modo contundente pero bastante sensato, para la valoración del lector queda, sobre todo, el argumento, que en Púa es doble: siendo el protagonista un caballero que participó activamente en la lucha contra el terrorismo, primero trabajando en «información» y luego participando activamente en el desarrollo de la guerra sucia, queda claro que el buen señor anda por los aledaños de los servicios secretos. Tan secretos que ni se mencionan más que eufemísticamente. Tan secretos que nadie tiene nombre, sino apodos. Tan secretos que ni deben preocuparse por el dinero, pues mientras cumplan su función el suministro fluye como caído del cielo. Pero me he ido por las ramas: la primera pata del argumento es el presente: Púa es un señor ya retirado de esas correrías, que lleva una vida gris y solitaria cuando se ve reclamado con un antiguo compañero, el compañero, para encarrilar, por la vía de los hechos, cierto asuntillo que se le ha ido de las manos y que él ya no puede solucionar. Esto da pie al protagonista a explicar por qué conoce los métodos que utiliza, por qué está dispuesto a utilizarlos y por qué es fiel a ese antiguo compañero, lo cual abre la puerta e explicar su propia vida.

Así es como la historia va alternando presente y pasado: el lío en el que se mete hoy y el mundo en el que se metió hace décadas. El primero de esos hilos desarrolla una trama cuyo interés para el lector es averiguar quién y por qué. El segundo, independiente, permite al lector saciar su curiosidad echando un vistazo al pasado y a métodos y organismos que solo por ser «secretos» ya tienen ganado el interés de todos. Si ambos hilos acaban confluyendo (como es típico en las novelas con doble argumento) o no, lo sabrá quien lea Púa.

No tan en primer plano queda el entorno de la acción, lo cual no impide que el lector lo capte y comprenda su importancia. De una época, años ochenta, en la que los sucesos y medios disponibles encuentran en la guerra sucia una vía de escape lo mismo para intentar combatir el terrorismo que para acallar las voces más críticas (e involucionistas y todavía influyentes en ciertos ámbitos) con la impotencia del Estado ante estos delitos (lo cual implica no poca comprensión hacia «la razón de Estado», eufemismo que ha cobijado un sinfín de tropelías) pasamos, de un capítulo a otro, a otra época, el presente, en la que los medios, la capacidad de acción y la ausencia de riesgo de involución permiten una lucha legal contra el terrorismo mucho más efectiva, al margen, claro está, de que la propia dinámica social, la pervivencia de la democracia, ha arrasado las bases de un terrorismo autojustificado en su origen en la lucha contra la dictadura; una situación, la del presente, en la que la guerra sucia ni al más tonto puede parecerle ya una salida lógica, ni tan solo una salida desesperada o una última solución, sino una barbaridad, un delito monumental y una equivocación colosal.

El entorno ha cambiado tan radicalmente en tan pocos años que quien no se siente cambiado e identificado con el presente está fuera del mundo, prisionero del pasado, como es el caso de Púa; y quien sí lo ha hecho, bien puede suscribir las palabras de Neruda a su amada: «nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos».