En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 29 de abril de 2024

Cuando sale la reclusa – Fred Vargas

 



Serie Adamsberg, 10


Una reclusa es una presa, pero también una mujer que se encerraba voluntariamente en un habitáculo tapiado en mitad del campo, de cuatro o cinco metros cuadrados, sin otra abertura que la necesaria para que quienes se apiadaban de ella le hicieran llegar agua y comida. ¿Para qué? Para expiar pecados, o para hacer penitencia, o... Allí vivía, en general poco tiempo, hasta que moría víctima de la más diligente de una amplia panoplia de desgracias.

Pero una reclusa es, también, un tipo de araña. La araña violín. Tan asquerosa o adorable como pueda serlo una araña del tamaño de una moneda de euro, de color pardo, con seis ojos, sus ocho patitas y algo venenosa. Su veneno necrosa los tejidos, así que puede fastidiarte bastante, pero su picadura no es mortal y rara vez ataca, porque es tímida y miedosa.

Mientras el comisario Adamsberg vuelve de Islandia para solventar de un inspirado plumazo un par de casillos de nada, uno de los cuales afecta a Froissy, una de sus subordinadas, surge la noticia en internet de que varias personas, todas ancianas, han muerto a consecuencia de picaduras de reclusas. Dado que el veneno de este bicho no es mortal, surgen las conjeturas: ¿será porque las víctimas eran ancianas? ¿O porque la arañeja ha mutado y es ahora más tóxica? ¿O por qué diablos? Dado lo predispuesto de medio mundo a tomarse en serio las hipótesis más estrafalarias, no faltan ideas.

Por lo que sea, al comisario Adamsberg se le mete en la cabeza que aquello debe ser investigado. Por supuesto, extraoficialmente, porque no hay denuncia ni nada que haga pensar en algo distinto a puñeteras picaduras. Vamos, que se sitúa a sí mismo en una posición tan complicada como si utilizara los recursos policiales para investigar el apareamiento de las mariposas. Es decir, anda con los dos pies en la malversación. La consecuencia es que una parte de la plantilla se opone, y Adamsberg debe pasar por el aro de dejarlos ir a su aire. Al frente del grupo opositor queda el comandante Danglard, con un espíritu tan crítico y ácido que parece toda una traición. ¿Cómo no va a tocar este abierto y duro enfrentamiento el corazoncito del lector, acostumbrado a que ambos personajes sean una especie de amigos íntimos?

Fiel a su idiosincrasia, Adamsberg no se deja llevar por datos ni por la lógica, sino por intuiciones extravagantes, corazonadas y recuerdos inconscientes. Las cuales le llevan a meter la nariz aquí o allá, hasta que encuentra algo que hacer o un hilo del que tirar. Fred Vargas juega con el lector haciéndole ver que el hilo conduce a una madeja de la cual, cuando aparece, resulta que sale otro hilo. Así consigue el efecto de ir provocando y saciando una y otra vez la curiosidad del lector. Muy típico de las novelas comerciales, pero hecho con pericia. La misma con la que consigue colar en la trama una recua de casualidades que relacionan a parte de la plantilla policial con el caso. La gran habilidad de Fred Vargas es crear este irreal puzzle de laboratorio de un modo que resulte verosímil.

Quienes haya leído los libros anteriores de la saga sin duda disfrutarán de Cuando sale la reclusa, porque, además del extraño caso concreto, que una vez más enlaza el presente con un pasado ya lejano, permitiendo reconstruir la azarosa vida de los figurantes de turno, una parte relevante de la gracia de esta novela es lucir las rarezas que hacen atractivos a los personajes recurrentes, y, a diferencia de lo hecho en otras entregas de la saga, en esta ocasión Fred Vargas ha repartido juego generosamente, regalando a esos excéntricos segundones más minutos de gloria de lo habitual. ¿Resultado? El lector, cuando no disfruta de la trama y su deriva, lo hace de los personajes como un entomólogo disfruta analizando sus insectos predilectos.

Una última advertencia: el par de casillos de nada al que antes he aludido no pinta nada en el desarrollo de la novela. ¿Por qué están ahí? De relleno. ¿Para qué? Quizá para que la historia no resulte muy escuálida, en términos de páginas, porque el librito en cuestión no deja de costar sus 21 euros. ¿Exigencia o recomendación editorial? No lo sé. En favor de Fred Vargas debo decir que el remiendo pasa fácilmente desapercibido, lo cual también tiene su ciencia.

Y, ya que he vuelto atrás, termino por el inicio: ¿a cuál de todas las reclusas posibles alude el título? Lo sabrá quien lea la novela.


jueves, 25 de abril de 2024

El museo de cera – Jorge Edwards

 


El marqués de Villa Rica es un hombre mayor, adinerado, que el pasado dirigió los destinos del país a través del partido tradicionalista que presidió y que representaba a la oligarquía dominante que nunca había dejado el poder; pero ahora vive  sin otra preocupación que ir al club a charlar con otras viejas glorias y a jugar al bacará. Eso sí, parece un poco excéntrico, porque en pleno siglo XX de teléfonos y coches sigue viviendo como un marqués del siglo XIX, con su coche de caballos siempre en la puerta con su cochero para ir donde se tercie, con su bastón de empuñadura de plata, con sus polainas… Esta mezcla de estilos de vida, con sus constantes anacronismos, dota a la historia de una especie de aura atemporal que merece la pena disfrutar.

El innominado país en el que transcurre la acción, en el que soplan vientos revolucionarios o cuando menos democráticos, puede ser cualquiera que elija el lector, porque aunque el entorno suena a latinoamericano, el paso de un poder oligárquico a uno democrático ha sido un proceso que, mal que bien, ha vivido todo el mundo occidental.

El marqués, que, como he dicho, en el momento en que comienza la historia es ya un caballero mayor poco dado a las emociones fuertes, se ha dado a la emoción más intensa que podía esperar a estas alturas de su vida: casarse con una mujer más joven y de gran belleza. Otra cosa es el sexo, actividad que al marqués le produce el suficiente repelús como para que sus instintos se conformen con observar a su esposa cuando la hace pasear por la casa más o menos desnuda.

Pero la esposa, claro está, también tiene sus instintos, y para satisfacerlos no le basta acceder al exhibicionismo. De ahí que un buen día, gracias a la cocinera (un personaje al que no hay que quitar ojo) el marqués vuelva por sorpresa a su mansioncilla y se encuentre a su media naranja a punto de ser exprimida sobre el piano, con el corpiño abierto, las faldas levantadas y los muslos al aire, y al profesor de piano ante ella, con los pantalones y todo lo demás (menos una cosa) bajado.

El soponcio provoca dos cosas: la separación de facto del matrimonio y que al marqués le da por inmortalizar aquel trágico momento haciendo reproducir en estatuas de cera la escena que acabo de describir. Tres estatuas: la esposa, el amante y el marido sorprendiéndolos. Completa el capricho dejando las estatuas en su mansión y mudándose a otra que construye intentado replicar la primera. ¿Cabe mayor alegoría del intento de perpetuar una situación en el instante inmediatamente anterior a su ruptura? Es decir, cuando aún no se ha roto, cuando es el último instante de una época.

Digo alegoría porque el trasfondo de la novela no es la vida del marqués, sino la del país donde vive, en el que unas viejas élites se aferran al poder intentado que nada cambie, que todo permanezca como estaba en los felices momentos que precedieron al punto de inflexión hacia la democracia o la revolución.

Pero los tiempos no se detienen, sino que van a trompicones, dos pasos adelante y uno hacia atrás. Y lo mismo ocurre con la vida del marques y los suyos, que sigue un ritmo parecido: el punto de inflexión que supone el adulterio le hace conocer nuevas personas, nuevas clases sociales, compadrear con gente llana y cambiar de ambientes y costumbres; sin embargo, todo lo desplazado (y más si es desplazado del poder) intenta retornar, volver por sus fueros, y es así como vemos que el matrimonio del marqués quizá no esté tan roto, del mismo que la oligarquía intenta volver por sus fueros. Que luego la vida sigue adelante también es obvio, como lo es, y aquí vuelvo a la cocinera, que, en el río revuelto de la política y la historia, como en las vidas de cada cual, siempre hay alguien dispuesto a pescar y a acabar ocupando el lugar por el que todos peleaban y que nadie había querido dejar. También podemos sacar otra lección que, conforme pasan los años, es cada vez más evidente: las personas pasan, los regímenes pasan, pero la riqueza, en cambio, en unas manos u otras, permanece. Y con ella es como se gana y se pierde el poder.


jueves, 18 de abril de 2024

Hombres de armas - Terry Pratchett

 


Dentro de la longeva saga del Mundodisco hay «subsagas» que solo comparten entre sí el peculiar planeta ideado por Pratchett y algunos personajes, entre los que la Muerte es el más recurrente, sin olvidar al patricio, Lord Vetinari, que gobierna ese otro personaje también casi inevitable que es la ciudad (¿o cloaca?) de Ankh-Morpork. Lo digo porque Hombres de armas, decimoquinta novela de la serie, recupera a los personajes de la sexta, ¡Guardias! ¡Guardias! El protagonista en ambas es el forzudo, ingenuo, responsable, entusiasta y carismático cabo Zanahoria, hijo adoptivo de una pareja de enanos. Zanahoria, por suerte, ya no se toma las cosas tan literalmente como en su primera aparición. En esta comparte protagonismo con su jefe, el desencantado capitán Vimes, que está a punto de jubilarse para casarse con la adinerada y excéntrica dama que en ¡Guardias! ¡Guardias! se dedicaba a la cría y cuidado de dragones.

En esta ordenada, ejem, ciudad de Ankh-Morpork, donde los gremios de Asesinos, Ladrones, Bufones y demás campan a sus anchas dentro de los límites de, ejem, la ley, la guardia nocturna está compuesta por los dos personajes ya citados, un sargento, otro guardia más y, recién fichados, un troll tan tonto como todos los trolls y un enano. ¿Introduce Pratchett alguna figura clásica de la literatura o el cine? Sí, claro, como siempre. En este caso la licantropía, a través de una hermosa damisela que también incorporada a la guardia para parodiar las políticas de cupos.

El inicio de la novela es, no obstante, confuso: un noble venido a menos y miembro del honorable gremio de Asesinos, Edward De M´uerthe, husmeando por los archivos del gremio de Asesinos descubre un dato importantísimo que solo queda claro al final: la identidad del heredero al trono de Ankh-Morpork, por lo que si el buen Edward De M´uerthe logra cargarse a Lord Vetinari quizá retorne la monarquía y con ella la familia De M´uerthe recupere su esplendor.

¿Y qué parodia Pratchett en esta ocasión? Sin duda, la novela negra, porque hay muertos, porque la guardia nocturna intenta localizar al asesino, porque los jefes de los guardias parecen ser un obstáculo en la investigación, porque tropiezan con poderes fácticos, como son los gremios, porque lo que parece una cosa acaba siendo otra, porque siguen unas pistas más o menos razonables que dan lugar a la parte de acción de la novela… una suma de clichés típicos de la novela negra. Y, en el colmo de la parodia, el investigador principal investiga en su contra por lo que el lector verá, y, sobre todo, porque la protagonista indiscutible acaba siendo un arma de fuego, prodigio nunca antes visto en el Mundodisco.

Con esta excusa Pratchett despliega su mundo de seres estrafalarios y costumbres y normas extravagantes donde la realidad y la fantasía conviven en compleja armonía. Pero no por eso deja de lanzar un mensaje en contra de las armas de fuego, visible en solo un par de páginas, pero de una enorme contundencia: las armas cambian a las personas. El arma dota de poder. Del poder de imponerse a otros, y una vez probado ese poder es difícil prescindir de él. Las armas, en definitiva, empeoran a quienes las poseen.

Quedaos con ese mensaje. Y con el humor de Pratchett en esta novela que, sin ser la mejor de la saga, tampoco es la peor. Mantiene el nivel medio y su fin promete meter al cabo Zanahoria en nuevos problemas. 


lunes, 15 de abril de 2024

George Steiner. El huésped incómodo – Nuccio Ordine

 


George Steiner (1929-2020), quizá el más famoso crítico y teórico literario del siglo XX, estudioso de la cultura occidental y mil cosas más, fue tan amigo de Nuccio Ordine (1958-2023) que le concedió, o más bien le propuso, una entrevista para ser publicada póstumamente. Para, de algún modo, hablar después de muerto, dado que su archivo no se ha de abrir hasta 2070, cuando se sabrán opiniones, reflexiones, recuerdos y hechos que Steiner no consideró oportuno hacer públicas en vida de quienes en esos escritos aparecen. Eso, claro, como el propio Steiner advirtió, si para entonces alguien se acuerda de él, lo cual es cada vez más difícil en una sociedad cuya dinámica la conduce a devorar hasta su propia memoria.

La entrevista es sumamente interesante y enriquecedora, porque Steiner fue un hombre de ideas profundas y complejas, pero con una rara capacidad para expresarlas con claridad. Pero es también corta. Muy corta. Tanto que Ordine, para darla a la luz como libro, la completó con un breve estudio introductorio sobre la figura de Steiner y, en particular, sobre el arte de la enseñanza, esto es, de la transmisión del conocimiento y, sobre todo, del amor al conocimiento. Y también añadió al final una breve recopilación de otras intervenciones de Steiner sobre temas algo más diversos. De alguna manera esta breve obra es Steiner pasado por el tamiz de Ordine, en el bien entendido de que a Steiner no le disgustaba en absoluto pasar por él.

El resultado es un refrito, sí, pero un refrito cuidadoso, esmerado y sumamente enriquecedor. Si algo se echa de menos en la cultura es que llegue al ciudadano la reflexión rigurosa y profunda sobre los temas esenciales: la vida, la muerte, el amor, la sociedad en que vivimos. No deja de ser una desgracia que, con tantos medios como existen para facilitar la comunicación, la banalidad esté dejando tan pocos resquicios a la luz.

Y Steiner ilumina, siempre, aunque no se esté de acuerdo con él, y pese a lo gruñón que debía de ser en ocasiones y a las malas pulgas que debía de gastar en otras. Un hombre de carácter, un hombre apasionado. Un huésped incómodo porque siempre está dispuesto a decir lo que piensa a su anfitrión (en este caso, el lector) si con ello cree impulsarlo hacia lo mejor. La lealtad, cuando te preguntan, consiste en decir lo que piensas. Y cada lector de Steiner, y cada persona que acudía a cualquiera de sus conferencias, le lanzaba, por el hecho de estar ahí, sus preguntas. 

           Un breve libro que me ha durado bastante, porque lo he leído de café en café. Ideal para disfrutar de estos ratos.

jueves, 11 de abril de 2024

Club de Lectura de La Almunia de Doña Godina

 


Hace unos meses contactó conmigo un lector que ya forma parte de la pequeña historia de «La detención de los Reyes Magos»: Agustín.

Había leído la novela y me preguntó si estaría dispuesto a ir al club de lectura del que él formaba parte. Como no hay muchos libros de humor, le parecía interesante proponer uno, y había pensado en el mío.

Así surgió el primer club de lectura de «La detención de los Reyes Magos», y también mío, porque alguno que estuvo a punto de cuajar con «La terrible historia de los vibradores asesinos» lo frustró la palabra «vibradores», que escandalizó a algunas personas que se opusieron. Y en cuanto a «La sota de bastos jugando al béisbol», tuvo menos oportunidades al ser la segunda novela con un mismo protagonista.

El viernes pasado en La Almunia de Doña Godina hablamos de los Reyes Magos, por supuesto, pero también de Ajonio, de títulos, de anécdotas, del papel del humor en la literatura y en la vida, de lo que cada lectura dice de cada lector, de la experiencia de leer, de escribir, de cómo un lenguaje u otro en una misma historia puede marcar o acortar distancias entre el autor y los personajes o entre éstos y los lectores. Incluso de monos y de cachorros. También, con la comprensión y buen humor de Alicia, que está al frente de la Biblioteca de La Almunia, charlamos del pésimo bibliotecario que es Gaspar Monje, aunque no por culpa suya sino mía, por mi afición a crear mundos más que a reproducirlos. Y hasta del Quijote. Hablamos mucho del Quijote. Y de bastantes cosas más. 

        La Almunia Radio y el Ayuntamiento de La Almunia colaboraron y difundieron el encuentro. Solo puedo estarles agradecido.

Pero sobre todo debo dar las gracias a Agustín, a Asun, a Alicia, a Aritz por la entrevista y la posterior grabación del encuentro, y a todos cuantos acudieron el pasado 5 de abril al Club de Lectura de La Almunia. Como les dije, ese día ellos fueron mis Reyes Magos. Y majos. Todos forman parte ya de mi pequeña historia como autor, y en particular de la historia de esta obra. Y todos, les gustara más o menos la novela o la idea de leerla, dedicaron su tiempo a mi libro y a mí; me hicieron disfrutar y aprender, y además me impresionaron y no solo por las dimensiones del club: en las horas que estuve allí logré atisbar personalidades diferentes con gustos, caracteres y experiencias distintas, y ver con nitidez que han sido capaces de conciliarlas para formar un grupo potente y cohesionado, con identidad propia e ideas claras. Lo organizan tan bien que creo que, más que por afición a la lectura, están allí por vicio. 

Y como el vicio es contagioso, los voy a echar de menos.


La hija del tiempo – Josephine Tey

 



La hija del tiempo es la verdad, nos dice la autora ya en la primera página. Otra cosa es que el embarazo dure medio milenio, como ocurre en esta original novela escrita a finales de los años cuarenta del siglo pasado y que, cincuenta después, fue elegida como la mejor novela negra de la historia por la «Asociación de Escritores de Novela Negra», dice la solapa sin dar más pistas sobre esa asociación.

Mucho optimismo hace falta para sostener esa opinión. La hija del tiempo es una obra peculiar, original, que consigue el difícil logro de ser una novela histórica que transcurre en el tiempo presente, pero tanto como para ser la mejor… Y además, la mejor novela negra… Como mucho es una novela negra de salón; esto es, más un juego intelectual que un viaje a los bajos fondos.

En inspector Alan Grant se ha dado un poco heroico porrazo, a consecuencia del cual está en el hospital.  En él, más que los huesos, le duele el aburrimiento. Un aburrimiento tan intenso que ni le apetece leer los libros que todo el mundo le regala. Su relación con el resto de seres humanos se limita al contacto con un par de enfermeras y algunas visitas, entre las que destacan las efectuadas por la bella actriz Marta Hallard, que vaya usted a saber de qué la conoce porque es la primera novela que leo de Tey y, por tanto, la primera protagonizada por este señor. Entre el material que la actriz le lleva un día hay varias láminas. Una de ellas del rey Ricardo III. Y Grant, que no tiene mucho que hacer, queda atrapado con un semblante que unas veces parece corresponder a un carácter y otras a otro completamente opuesto.

Es así como comienza a indagar en la figura de Ricardo III, un rey maldito por su fama de infanticida, por haber hecho asesinar, o eso se le atribuye, a sus dos sobrinos, refugiados (¿o presos?) en la Torre de Londres. Un rey y una historia inmortalizados por Shakespeare.

¿O…?

¿O no fue tan animalico el señor?

Conforme el inspector Grant va atando cabos entre lecturas, recabando opiniones de unos y otros y, también, realizando «encomiendas bibliotecarias», va llegando a conclusiones opuestas a las que se han conformado la historia «oficial». No solo eso, también comprueba que en la historia se han dado por buenos datos manifiestamente falsos. Y así, entre la plaga de parientes, bastardos y demás ralea que pasaba por allí hace quinientos años y que a veces desorienta porque la autora habla de todos ellos como si el lector llevar el árbol genealógico de los York, los Plantagenet y los Tudor en la cabeza, entre toda esa tropa, digo, el inspector navega con pericia para acabar llegando a la conclusión de que la historia no es cómo nos han contado, sino como sabrá quien lea esta corta novela… ¿negra? ¿O histórica? ¿O históricamente negra? ¿O una historia negra de la historia? Elijan ustedes.




lunes, 8 de abril de 2024

Deus ex – Ferdia Lennon

 


          En el siglo V antes de Cristo, Siracusa, en el sureste de la isla de Sicilia, era una joven ciudad griega en plena expansión que todavía no había visto nacer a Arquímedes. En esa época, que es en la que transcurre la historia, en plena guerra del Peloponeso, sus habitantes no guardan los mejores deseos hacia los atenienses hechos prisioneros y casi abandonados hasta la muerte en el fondo de una cantera. Quien más y quien menos, ha sido víctima de sus tropelías.

En este contexto, un alfarero en paro y guapetón, Gelón, que se toma las cosas muy en serio, ante la perspectiva de la desaparición de Atenas tienen la ocurrencia de rescatar alguna obra de Eurípides, al que venera y que aún anda vivito y coleando, a partir de los textos que recuerden los prisioneros. Pero claro, hay que alimentarlos para que no se mueran, lo cual es no es poca retribución. Además, para que la recuperación de la obra sea completa hace falta llegar a representarla, cosa que pretende hacer, qué remedio, en la cantera. De esta manera «Medea» volverá a la luz. En el empeño descubre, oh, sorpresa, la memoria de los prisioneros da hasta para rescatar una nueva obra de Eurípides aún no conocida en Siracusa: «Las Troyanas».

En este empeño le acompaña su mejor amigo, también alfarero en paro, no tan guapo, cojo y algo más vivales: Lampo, que es también el narrador. Un narrador que a menudo no oculta su escepticismo ante el empeño de su amigo.

Con este planteamiento la obra parece, al principio, coquetear con el humor, y en este plano se mantiene durante buena parte merced a las gracias y desgracias de Lampo y al modo en que asume una realidad las más de las veces dura. Tan dura es la vida como para que, quien más y quien menos, aproveche todas las oportunidades para pasarlo bien, porque hoy estás aquí tan campante y mañana te has muerto.

A este toque humorístico ayuda la esperanza. La de los prisioneros que encuentran en el teatro la oportunidad de sobrevivir; la de los promotores del rescate de Eurípides, que sueñan con conservar el arte; la de quienes de una manera u otra les ayudan, como cierto misterioso mecenas y la orgullosa propietaria del taller de decorados; y, por supuesto, las esperanzas de Lampo, que no solo ve de cerca el dinero, sino que, además, se enamora de una esclava a la que sueña con liberar.

Sin embargo, a medida que la historia transcurre el humor va quedando atrás y la comedia va evolucionando a tragedia como la novela de situación cambia a novela de acción. Es así como la portada acaba siendo engañosa: Deus ex tiene más de tragedia que de comedia, como si en algún punto hubiera cambiado el enfoque, lo cual bien pudiera haber sucedido por el mucho tiempo, con parones incluidos, que, según confiesa el autor, le costó escribir esta novela.

Bien narrada, bien estructurada, trabajada con minuciosidad, respetuosa con el lenguaje y con los tiempos y siempre verosímil, Deus ex es una novela que va de menos a más y que nos emparenta un poquito con los clásicos, aunque solo sea por recordarnos que existen.

Deus ex, por cierto, es una expresión latina que hace referencia al mecanismo del teatro griego que permitía, por medio de tramoyas, hacer descender a un dios sobre el escenario para resolver la escena, aunque, la verdad sea dicha, Deus ex acaba en un sindiós. O precisamente por eso.




jueves, 4 de abril de 2024

Las primas – Aurora Venturini

 


¡Madre mía, qué fuerza tiene esta breve novela! Qué libertad al escribir, qué incisiva y qué bien llevado todo. Una obra demasiado inquietante para ser divertida y demasiado divertida para ser inquietante. Un complicado equilibrio sobre el que el lector anda en permanente suspense. 

La narradora, que nos habla en primera persona, es una niña que evoluciona a mujer consciente de las enormes limitaciones de su inteligencia. Sus problemas en este aspecto son, sin embargo, infinitamente menores que los de su hermana. Pero tampoco el resto de la familia presenta mejor aspecto, en especial sus dos primas, una de las cuales, chiquitina como una muñeca grande, se dedica a la prostitución con una mezcla de candor e inocencia que desmienten algunos actos. La narradora es también una niña, y luego una mujer, con excepcionales dotes para la pintura.

Con estos mimbres Aurora Venturini nos cuenta la historia de la protagonista, que es también la de sus primas, sobre todo la de una de ellas: intuimos que el origen de esta destartalada familia está en la patológica mezcla de sangres, intuimos también cómo el cansancio y la impotencia vencen a una madre que ya había visto escapar al galope a su marido, vemos cómo los aprovechados siempre florecen junto a la vulnerabilidad y vemos, también, cómo hasta las personas más vulnerables son conscientes de su dignidad y, a su manera y con sus limitaciones, luchan por ella. Limitaciones, todo sea dicho, que a veces solo les permiten utilizar métodos expeditivos.

Una novela ágil y a la vez densa, que prescinde de muchas reglas de puntuación no por capricho (¡es la primera vez que me ha parecido justificado algo así!) que da que pensar y que, pese a todos los pesares, apunta siempre hacia la esperanza.




martes, 2 de abril de 2024

Corregidora – Gayl Jones

 


Hace un montón de años, allá por los 90, leí un clásico de la economía: el «Curso de economía moderna» de Paul Anthony Samuelson, publicado en 1945 (no demasiado lejos de las fechas en las que transcurre la acción de Corregidora) y revisado en 1983. Hubo un capítulo que se me quedó grabado y que, tantos años después, aún recuerdo con frecuencia: el que analizaba las diferencias salariales en Estados Unidos por sexo y raza. Ser hombre era infinitamente más rentable que ser mujer; y ser blanco, infinitamente más que ser negro. Ser hombre blanco era el sumun; en cambio, ser mujer negra te situaba, prácticamente, más allá de los límites de la tabla: en la desgracia. Las diferencias eran tan apabullantes que se te humedecían los ojos. Ya digo: han pasado tres décadas y aún recuerdo aquel capítulo y lo estremecedor de aquel dato que con su pequeñez resumía la enorme magnitud de varias discriminaciones (la de género, el racismo, la xenofobia...) y las dramáticas consecuencias de su coincidencia.

Lo menciono porque este es el marco de Corregidora, publicado en 1975, cuya acción transcurre, aproximadamente, entre los años 40 y 60 del siglo XX. Es decir, un periodo en el que la mujer negra estaba, por término medio, a expensas de todo y de todos y sin otro apoyo que el de otras mujeres negras igualmente vulnerables y a menudo desamparadas.

Y eso que Ursa, la protagonista, es una privilegiada: más o menos (más bien menos que más) puede ganarse la vida, o algo parecido, como cantante de blues en Kentucky. 

Sobre ella recae una encomienda que es más bien una especie de maldición: la de su bisabuela exigiendo que cada mujer de la familia cuente a sus descendientes la historia de las mujeres Corregidora, para que la verdad nunca caiga en el olvido. ¿Y quién era Corregidora? El esclavista portugués que en la plantación las explotó, violó y preñó llegando a practicar el incesto con su propia descendencia porque, al fin y al cabo, no dejaban de ser propiedades suyas, llegando a reunir, si no me equivoco, los papeles de padre y abuelo de una misma persona.

Uno podría pensar que la vida para Ursa es algo mejor que para sus antepasadas, porque es cantante y ya no una esclava en una plantación, pero lo cierto es que cantar blues a diario en un club en aquella época tampoco era una juerga: para los dueños de los locales eras su mercancía, y para todos ellos y para toda la clientela eras, además, un modo de regalarse la vista, excitarse y babear, tras lo cual, como es fácil suponer, pueden venir proposiciones cuyo rechazo a menudo da problemas.

Así es como Ursa conoce al que será su marido. Y así es como el marido enseguida se vuelve celoso, sabedor de que todos los hombres que miran a su mujer no están tan preocupados por la música como por desnudarla con la mirada. Un buen día, borracho, empuja a Ursa, que cae, tiene un aborto y acaba con el útero extirpado. Ya no tendrá hijos. Con ella terminarán las mujeres Corregidora, y tras ella se perderá la verdad.

No estoy descubriendo nada. Todo lo que he dicho sucede en las primerísimas páginas del libro. 

El refugio de Ursa –si no cantas, no hay dinero- es una amiga y, también, cierto «protector» que le sale, aunque, la preocupación de casi todo el mundo en esta novela es follar, término que se repite de tal modo que algo queda muy claro: la penuria y la falta de perspectivas no permite ni más entretenimientos ni más esperanzas que el alcohol y el sexo. Y como todo el mundo folla casi por instinto (unas veces terapéutico y otras reproductivo), la extirpación del útero lanza una sombra sobre la sexualidad de Ursa que aún la sume más en la soledad. Y así la vida va pasando y…

Buena novela, cruda, dura unas veces y tierna otras (a la manera un poco bruta de los personajes), con un final algo sorprendente desde la perspectiva actual, que conocerá quien la lea. Sí es cierto, no obstante, que la primera parte de la novela es con frecuencia confusa, que hay que leer varias veces algunos párrafos para asegurarte de haber entendido el qué o el quién. En la segunda mitad, en cambio, el modo de expresión es más claro.