En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 9 de noviembre de 2023

Púa – Lorenzo Silva

 



Buen libro de Lorenzo Silva, bien escrito, bien estructurado, ya premiado cuando escribo estas líneas y, en el momento de su publicación, muy esperado por la temática que aborda: la guerra sucia contra el terrorismo. O, dicho de otra manera, el terrorismo de estado. Que un autor buen conocedor y defensor del mundo de la Guardia Civil trate este tema tiene un interés evidente.

Dicho lo cual, cualquiera de los lectores habituales de Lorenzo Silva, entre los que me cuento, reconocería este libro como suyo aunque su nombre no apareciera por ningún sitio, ya que el tipo de personaje y el tono es en todo similar al de muchas otras obras del autor. Escrito en primera persona por el protagonista, un hombre maduro (cada vez más maduro, como el propio Silva) que habla directamente al lector siempre haciendo balance, siempre con una mirada desengañada y en cierta manera conformista o, mejor dicho, resignada. El autor vuelve a usar un tipo de protagonista  que no va de nada, pero que en cierta manera es un «duro» porque es fiel a su filosofía de vida; un tipo de personaje, también, tan dado a la autocrítica, la autoflagelación y el autodiagnóstico síquico que, sean cuales sean sus errores y culpas (y en este caso Púa no es ningún santo) el lector no puede sino solidarizarse con él o suscribir la crítica visión que da de sí mismo. Por último, Púa es –como esos otros personajes del autor- sensible a los encantos femeninos, pero capaz de dominar la tentación incluso cuando más fácil tiene caer en ella; un hombre que ni se cree un galán guaperas ni ejerce de tal, pero que acaba resultando atractivo a la dama más bella que transita por las páginas.

Dado que, como he apuntado, el protagonista se presenta y enjuicia él solico de modo contundente pero bastante sensato, para la valoración del lector queda, sobre todo, el argumento, que en Púa es doble: siendo el protagonista un caballero que participó activamente en la lucha contra el terrorismo, primero trabajando en «información» y luego participando activamente en el desarrollo de la guerra sucia, queda claro que el buen señor anda por los aledaños de los servicios secretos. Tan secretos que ni se mencionan más que eufemísticamente. Tan secretos que nadie tiene nombre, sino apodos. Tan secretos que ni deben preocuparse por el dinero, pues mientras cumplan su función el suministro fluye como caído del cielo. Pero me he ido por las ramas: la primera pata del argumento es el presente: Púa es un señor ya retirado de esas correrías, que lleva una vida gris y solitaria cuando se ve reclamado con un antiguo compañero, el compañero, para encarrilar, por la vía de los hechos, cierto asuntillo que se le ha ido de las manos y que él ya no puede solucionar. Esto da pie al protagonista a explicar por qué conoce los métodos que utiliza, por qué está dispuesto a utilizarlos y por qué es fiel a ese antiguo compañero, lo cual abre la puerta e explicar su propia vida.

Así es como la historia va alternando presente y pasado: el lío en el que se mete hoy y el mundo en el que se metió hace décadas. El primero de esos hilos desarrolla una trama cuyo interés para el lector es averiguar quién y por qué. El segundo, independiente, permite al lector saciar su curiosidad echando un vistazo al pasado y a métodos y organismos que solo por ser «secretos» ya tienen ganado el interés de todos. Si ambos hilos acaban confluyendo (como es típico en las novelas con doble argumento) o no, lo sabrá quien lea Púa.

No tan en primer plano queda el entorno de la acción, lo cual no impide que el lector lo capte y comprenda su importancia. De una época, años ochenta, en la que los sucesos y medios disponibles encuentran en la guerra sucia una vía de escape lo mismo para intentar combatir el terrorismo que para acallar las voces más críticas (e involucionistas y todavía influyentes en ciertos ámbitos) con la impotencia del Estado ante estos delitos (lo cual implica no poca comprensión hacia «la razón de Estado», eufemismo que ha cobijado un sinfín de tropelías) pasamos, de un capítulo a otro, a otra época, el presente, en la que los medios, la capacidad de acción y la ausencia de riesgo de involución permiten una lucha legal contra el terrorismo mucho más efectiva, al margen, claro está, de que la propia dinámica social, la pervivencia de la democracia, ha arrasado las bases de un terrorismo autojustificado en su origen en la lucha contra la dictadura; una situación, la del presente, en la que la guerra sucia ni al más tonto puede parecerle ya una salida lógica, ni tan solo una salida desesperada o una última solución, sino una barbaridad, un delito monumental y una equivocación colosal.

El entorno ha cambiado tan radicalmente en tan pocos años que quien no se siente cambiado e identificado con el presente está fuera del mundo, prisionero del pasado, como es el caso de Púa; y quien sí lo ha hecho, bien puede suscribir las palabras de Neruda a su amada: «nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos». 








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