En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

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jueves, 17 de octubre de 2024

El silencio y la cólera – Pierre Lemaitre

 

Estupenda novela con, ejem, ejem, estupendo marcapáginas


Trilogía Los años gloriosos, 2


No leáis esta magnífica novela sin haber leído antes El ancho mundo. Aunque en las 569 páginas (que me he zampado en 72 horas de tanto como me ha gustado) el mundo es bastante menos ancho: la familia Pelletier ha pasado por cierto embudo geográfico que ha situado a los hijos en el París de los años 50 del siglo XX y a los padres aún en Beirut.

Los hijos ya no son cuatro, sino tres, y El silencio y la cólera aborda, sobre todo, la historia de Jean, el inepto, pusilánime, sicópata y acomplejado hermano mayor, y de Hélène, la hermana pequeña, que es una joven periodista con un espíritu moderno, avanzadilla del espíritu feminista desplegado en las décadas posteriores. El otro hermano, François, opera como pegamento en esta novela, como también lo hace al matrimonio Pelletier. 

Este pegamento, que no es sino consecuencia de los lazos familiares, es fundamental, porque es el que permite dar unidad a historias independientes que acaban interrelacionadas a través del parentesco.

Quienes hayan leído El ancho mundo (espero que todos los que acometan esta lectura) enseguida recordarán cómo quedaron algunas cosillas en esa novela: ¿qué pasará con Jean y sus raptos de locura? ¿Qué sucederá con sus negocios, comandados por un inútil como él, a su vez presionado hasta el delirio por una esposa ignorante, histriónica y patológicamente dominante? ¿Cómo evolucionará la relación de Françoise con Nine y su carreta periodística? ¿Cómo acabará ganándose la vida Hélène?

Pero El silencio y la cólera nos cuenta, también, la a un tiempo bella y triste historia de un pueblo llamado a desaparecer bajo las aguas de un embalse. Hasta él se va la pequeña de los Pelletier para hacer reportajes, de modo que la novela, girando en torno a esta historia ajena a los protagonistas y con los suyos propios, permite un ir y venir entre las vidas de todos ellos a través de actos y situaciones que van preparando un nuevo escenario emocional que, supongo, será el punto de partida de la tercera novela de la saga. Todo ello, por supuesto, dejando en el lector un hambre atroz de saber más, porque de igual manera que Lemaitre espolvorea magistralmente (¡y sin que apenas se note!) elementos que despiertan la curiosidad y en ansia de saber qué va a suceder, ha dejado para esa tercera entrega cuestiones mollares que no menciono para no estropear la sorpresa a quienes son amantes de ellas.

La escritura, como es lógico (y las expectativas lo agradecen) es hermana gemela de la de la primera novela. A un constante ritmo allegro andante, con un lenguaje claro, llano, muy eficaz y articulado con exquisitez (¿o debería decir elegancia engañosamente sencilla?) Lemaitre logra que el lector viaje por estas 569 páginas a velocidad de crucero, una velocidad adecuada para no perderse nada del paisaje, pero, también, para no tener que ocupar el tiempo despistándose o mirando algo dos veces.

Un libro para disfrutar de la lectura. 


lunes, 11 de diciembre de 2023

El ancho mundo - Pierre Lemaitre

 



          El Ancho Mundo es un lugar de Saigón mencionado en la novela y en el que convergen diferentes oportunidades de ocio y vicio. Pero el ancho mundo, con minúsculas, es el escenario de esta novela. Lo digo con doble sentido. Primero, geográfico, porque transcurre entre Beirut, Saigón, París y hasta en algún pueblo francés. Y, segundo, personal, porque son tantos los protagonistas (en realidad, la protagonista es una familia), tan variados sus caracteres e intereses y tan diverso el modo en que afrontan la vida, que lo de ancho bien puede hacer referencia a la infinita variedad de personalidades que existen en el mundo.

          Beirut. Finales de los años cuarenta del siglo XX. Louis Pelletier es un empresario francés que tiene en la capital del Líbano una fábrica de jabones. La empresa es su gran obra, y su vida es el jabón. En la empresa encuentra un cómodo y rentable modo de vida que, sin duda, facilitará la existencia de sus hijos cuando él ya no esté. O eso desea él. Con este buen señor conviven su mujer y sus cuatro hijos. O, al menos, convivieron hasta los momentos iniciales de la novela, porque enseguida sabemos que su hijo mayor se ha casado con la extraña hija del jefe de Correos. El siguiente dice que quiere irse a estudiar a París, aunque no parecen ser los estudios lo que lo atraen. El tercero no sabe lo que quiere pero sí a quién quiere, y está dispuesto a correr cuanto mundo sea preciso para estar a su lado. Y la joven benjamina tiene bastante genio, ganas de perder de vista a todos y algo no muy parecido a un romance, salvo por el sexo, con un profesor un tanto pervertido. Todos los hijos andan entre los 18 y los 30 años, aproximadamente.

          Basta lo dicho para comprender que el nido de los Pelletier se está quedando vacío, y que cada polluelo intenta volar a su manera, lo cual incluye no pocas triquiñuelas para evitar la eventual oposición de los padres. De este modo la historia se transforma en cinco (la del matrimonio y la cada uno de los cuatro hijos) que van evolucionando y, gracias a los lazos familiares, terminan convergiendo tras haber dado un insólito rodeo, no solo físico, por el ancho mundo. Entre medio, claro, se han relacionado con otros mil personajes y han sucedido un sinfín de cosas que han puesto patas arriba la vida de todos. Hasta qué punto la situación es o no remediable y cómo, lo sabrá quien lea esta larga novela que, pese a su longitud, es de lectura rápida y agradable.

          La complejidad de la acción no se percibe, debido a la maestría de Lemaitre a la hora de crear y explicar mundos. Aunque es compleja, parece sencilla. Y, además, cuenta con el lubricante de la pátina de humor que recorre casi cada línea, apoyada unas veces en lo estrambótico de algunos personajes y muchas otras en la particular filosofía del cabeza de familia, la cual, por estar basada en la comprensión de anhelos y debilidades, conduce la historia por derroteros distintos a los que podían inspirar los temores de sus hijos. Otro efecto humorístico contundente es lo expeditivo de algunos personajes ante situaciones concretas e irreversibles. Y es que todos somos unos santos hasta que la conciencia te enfrenta al dilema de dejar de serlo o de dejar caer sobre los demás las aplastantes consecuencias de tu santidad.

          Una última advertencia: he dicho que las historias de los personajes se separan para converger luego. No todas. En realidad, el lector verá cuál, hay una que se mezcla con el resto sin interferir, pero que tiene entidad y autonomía propia. El resultado es que en una pagina el lector está dudando de si se descubrirá a un asesino, en la siguiente se pregunta si el bueno de la película logrará sacar a la luz algo que nada tiene que ver con asesinato alguno y, en la de más allá, está preocupado por temas familiares que nada tienen que ver con los asuntos anteriores. Y es que el ancho mundo da para mucho.

          La novela evoluciona quizá demasiado lentamente durante el primer tercio, para coger luego velocidad de crucero y acelerarse al final. Como en otras de sus obras, Lemaitre introduce giros geniales porque son a la vez inesperados e insólitos, pero también racionales (salvo uno, el del papa vietnamita, que parece una pirueta), de modo que nada queda forzado en la acción. En esta novela destacaría dos: los giros debidos a la peculiar afición del hijo mayor y al carácter caprichoso e imprevisible de su mediocre esposa y, sobre todo, algo que le atiza un soberano sopapo al corazoncito del lector que haya leído la primera entrega de la trilogía Los hijos del desastre (Nos vemos allá arriba). Este último giro abate todas las resistencias y peros que pudiera poner a esta obra cualquier lector de Lemaitre, al tiempo que, sin que lo advirtamos, nos cuenta y completa de modo maravilloso una historia más: una historia que comenzó en aquella novela y parecía terminada, y que aquí se convierte en una historia de tres décadas.. Quien lea El ancho mundo obtendrá una satisfacción adicional si ha leído Nos vemos allá arriba, pero no es imprescindible.  El cariño que inspiran los personajes al lector hace el resto para conseguir que la lectura de este libro deje un sabroso sabor de boca.





lunes, 30 de enero de 2023

Tres días y una vida – Pierre Lemaitre

 



Me había rendido a Pierre Lemaitre hace ya unas novelas, y aquí estoy otra vez, vuelto a rendir.

¡Qué buena es esta breve obra! Qué manera más concisa y clara de explicar y afrontar el sentimiento de culpa y los miedos y zozobras que genera. Qué manera, a la vez, de plantear una intensa situación de suspense a un lector que todo lo sabe excepto lo que nadie en la novela sabe. Y, por último, qué final tan brillante, qué modo de dar un giro a la situación y, de paso, humanizarla aún más. Y esto último es lo más importante: por más interés que despierte la trama, esta novela es, sobre todo, humana.

Los tres días del título hacen referencia a aquellos, durante la Navidad de 1999, en que el protagonista, un niño de doce años, se ve envuelto un crimen en la pequeña localidad francesa de Beuval, una zona rural al norte de París, a medio camino entre Paris y Calais. Conocemos con detalle ese día y los dos siguientes: lo que sucede, quién hace qué, quién va, quién viene y, sobre todo, el miedo de Antoine Courtin, el niño, víctima de sí mismo, incapaz de asumir la responsabilidad por sus actos, espantado ante las consecuencias que el conocimiento de la verdad puede tener para él y para su madre.

¿Pero es necesario que ser reconocido culpable por los demás para serlo? ¿La condena social es la única posible?

La novela, yendo desde esos tres días a la vida posterior a la que alude el título, nos dice que la respuesta a las dos preguntas es negativa. Que quien es y se siente culpable vive o malvive con ello, y que esa culpabilidad «privada» puede no ser menos atroz que la eventual condena social que te deja extramuros de la sociedad pero con la tranquilidad de que ya no tienes nada que esconder.

Argumento interesante, acción intensa, ideas complejas expuestas con claridad, concisión expositiva y profundidad en las emociones. Y, para colmo, brevedad. No sé qué más se puede pedir a un autor.


jueves, 22 de septiembre de 2022

La gran serpiente – Pierre Lemaitre

 



Pierre Lemaitre publicó su primer libro a la tierna edad de 55 años. Su éxito ha sido tan incontestable como originales sus argumentos e identificable su estilo. Un éxito que ha provocado que la última novela negra que va a publicar en su vida –según avisa en el prólogo- sea esta, que en realidad fue la primera que escribió, cuando andaba, creo recordar, por la treintena.

Escrita con el mismo tono de liviano humor que la trilogía aquí ya reseñada de Los hijos del desastre, que tan atractivo nos resulta a tantos lectores, La gran serpiente –que transcurre en los años 80, sin ordenadores, internet y móviles- cuenta la historia de una mujer que en su juventud, durante la Segunda Guerra Mundial, formó parte de la Resistencia, y allí encontró su vocación: hacer picadillo al personal. Tan eficiente resultó que posteriormente fue reclutada –es de suponer que por los servicios secretos, aunque eso nunca llega a explicitarse- para hacer trabajillos delicados, teniendo por jefe a quien fue compañero en la Resistencia y con quien lleva décadas viviendo una amorosa relación (o no relación) de silencio basada en lo que pudo ser y no fue. El caso es que llegados los años ochenta del siglo XX, Mathilde, que así se llama la dama en cuestión, es una sesentona gorda, torpe, con algunos problemas de movilidad, viuda y que vive con un perro por toda compañía; una mujer de aspecto inofensivo, a la que casi dan ganas de ayudar cada vez que tiene que hacer algo, pero que oculta una implacable y eficientísima sicaria a la que… a la que empieza a fallar más la cabeza que las fuerzas.

La naturalidad con que efectúa su trabajo, con una profesionalidad que roza lo artístico, reduce la carga moral del mismo a ojos del lector, que a pesar de todos los fiambres no deja de sentir una inquietante simpatía por el personaje. Pero es que, además, la organización para la que ha trabajado la protagonista es tan implacable como Mathilde misma, y como cuando uno de sus miembros comienza a desvariar puede poner en peligro todo el tinglado, pronto Mathilde adquiere la doble condición de criminal y potencial víctima. O, dicho de otro modo: como en tantas películas, para hacer simpático a un malo solo hay que enfrentarlo a otro malvado aún peor.

Lectura entretenida, muy agradable, divertida, bien organizada, a la que pocas objeciones se pueden hacer, y cuyo nivel y lenguaje sorprenden por lo similares a las obras de madurez del autor. Por qué Lemaitre no publicó antes, lo ignoro. Si fue porque no quiso, estupendo. Si fue porque no tuvo ocasión, no lo entiendo.



jueves, 4 de marzo de 2021

El espejo de nuestras penas – Pierre Lemaitre

 



Gran final para una trilogía memorable, Los hijos del desastre, que engloba Nos vemos allá arriba, Los colores del incendio y El espejo de nuestras penas. Si la primera comienza con el fin de la Primera Guerra Mundial y la segunda transcurre en el periodo entre guerras, la última transcurre en los primeros días de la Segunda Guerra Mundial. Como en las dos primeras novelas, en esta el entorno histórico sirve de marco a la vida de unas cuantas personas afectándole de modo tan intenso que, de algún modo, vemos cómo se construye la historia ante nuestros ojos como quien ve la construcción de un muro no con la mirada del arquitecto o del constructor, sino desde la perspectiva de varios de los ladrillos.

Louise Belmont era una niña cuando los dos extraños excombatientes de la Gran Guerra se alojaron en una de las habitaciones de su casa (los dos excombatientes protagonistas de Nos vemos allá arriba). Ahora es una mujer de treinta años, profesora, que ayuda desinteresadamente en el restaurante de un buen hombre ya mayor donde todos los sábados acude a leer el periódico y a tomarse un postre, desde hace años, y siempre en la misma mesa, otro hombre mayor y silencioso que un buen día le hace una proposición indecente y sorprendente.

El resultado de la proposición es horroroso y traumático, pero buceando en sí misma para saber por qué ha hecho lo que ha hecho, Louise acaba indagando, qué remedio, en los motivos del extraño hombre, y de ahí Louise acaba, sin haberlo esperado, buceando en su pasado y en el de su propia familia. ¿Por qué? Porque la causalidad suele ser más importante que la casualidad, y casi nada de lo que pasa animado por la voluntad de alguien es fortuito.

Mientras tanto, los franceses esperan al enemigo (que se hace el remolón) en la Línea Maginot, donde cierto suboficial –un pobre diablo profesor de matemáticas con ninguna dote de mando y con muy pocas ganas tiene de estar allí- se deja dominar, cuando no someter, por un subordinado, un vivales capaz de hacer negocios en cualquier sitio: trilero, ladrón, estafador… Aunque, eso, sí, cuando quiere, y quiere a menudo, es un encanto; el suyo es perfil acabado de embaucador. La línea Maginot acaba como acaba, y estos dos personajes se ven convertidos, sin serlo ni pretenderlo, en desertores unidos por algo parecido a la solidaridad entre hombres que, sin dejar de ser cada uno lo que es, se sienten responsables de al menos de una misión y son capaces de reconocer y admirar a quien la acomete con honestidad.

Al tiempo que esto sucede, otro personaje que se hace querer por todo el mundo acaba también embaucando hasta al más pintado, pues con una osadía mucho más que notable es capaz de hacerse pasar –con éxito- por un avezado profesional en cualquier área, por insólita que sea. Este personaje, una especie de usurpador vocacional que jamás vive bajo su verdadera personalidad, es uno de los más ingeniosos y graciosos de la novela y, también, todo un símbolo por cómo de sencillo es engañar a todo el mundo en los momentos más difíciles: hasta a los embaucadores. Lo mejor de él es, sin duda, que no trata de perjudicar a nadie, más bien al contrario, lo que transforma sus metamorfosis en una especie de pequeños y deliciosos cuentos.

Con estos mimbres y alguno más, Lemaitre nos muestra cómo cuando todo está en juego la picaresca campa a sus anchas en todo el cuerpo social; desde lo más bajo a lo más alto la verdad cotiza poco y la mentira es el asidero donde todo el mundo trata de salvarse del naufragio. La única que persigue la verdad, Louise, es precisamente la más arrastrada por las aguas.

El monumental éxodo entre la población francesa que provoca el avance de las tropas nazis es el marco en el que transcurre buena parte de la novela. Tantas veces hemos visto imágenes de refugiados que no somos conscientes de lo que supone dejar todo atrás ni de las penalidades que un éxodo masivo comporta y provoca. Cuando todo el mundo huye en la misma dirección mientras todo se viene abajo, hasta el agua es un bien escaso. Y no hablemos de comida o combustible. Unos huyen, sin más, tratando de encontrar un destino; otros, como Louise y el dueño del restaurante, no han huido, sino que iban en búsqueda de alguien, pero la búsqueda de quien huye se transforma, a su pesar, en una huida. Otros, presidiarios, intentan una huida dentro de la huida. Del resto, casi todos andan perdidos y solo unos pocos, muy pocos, encuentran su sitio en todo este berenjenal ejerciendo de lo que no son… O siendo lo que no son. 

En el éxodo nos topamos con un pequeño campamento en la zona del Loira. Lugar de encuentro y reencuentro de unos personajes con otros y de muchos consigo mismos. Un oasis que demuestra, en plena desbandada, que cuando peor están las cosas la colaboración tiene más recorrido que el mucho más practicado sálvese quien pueda.

Hecho este pequeño resumen, solo me queda señalar que esta novela comparte con las anteriores el estilo cariñoso, rápido y divertido, dentro de lo trágico, que tanto me recuerda al mejor Camilleri, aunque Lemaitre no lo cite en sus influencias. Por otra parte, creo que Lemaitre escribe mejor que el italiano, a costa de sacrificar algo de agilidad (no mucha). Capítulos no demasiado largos, diálogos siempre significativos, detalles esclarecedores… Y, por supuesto, mantiene su capacidad para hacer sencilla la exposición de situaciones complejas. Su modo de expresarse y el lenguaje sencillo, que no pobre, usado con maestría. Por eso es capaz de decir mucho con pocas y claras palabras. Una delicia para cualquier buen lector.



lunes, 4 de enero de 2021

Los colores del incendio - Pierre Lemaitre


 

                Segunda novela de la trilogía Los hijos del desastre. Como es lógico en una trilogía, el lector disfrutará más y entenderá mejor la segunda novela si ha leído la primera, aunque no es imprescindible haberlo hecho.

                Y si la primera, Nos vemos allá arriba, es una buenísima novela, Los colores del incendio es todavía mejor.

                En Los colores del incendio los protagonistas de Nos vamos allá arriba pasan al olvido, y es un personaje secundario en esa primera novela quien coge las riendas de la segunda: Madeleine Péricourt, heredera del banco que lleva su nombre, separada de un infecto caradura y madre reciente. No obstante, la novela, más que la historia de Madeleine, es también la de quienes se cruzan en su vida, de modo que Los colores del incendio es más bien una «historia de historias». De historias incendiarias.

                ¿Qué ocurre en la previsiblemente plácida vida de la rica heredera? Que las cosas se complican: la vida privada de Madeleine está en el origen de una serie de problemas, alguno mayúsculo, a los que debe hacer frente, qué remedio; pero todos se complican con la enorme crisis económica iniciada en 1929 y con los tambores de guerra que se resuenan tras el triunfo del nazismo en Alemania. Una crisis, un incendio, que es la ruina de unos y la gran oportunidad de otros, al igual que el ascenso del nazismo amenaza con ser una tragedia para casi todos y un negoción para otros. Si el objetivo de Lemaitre es contar cómo la Historia, con mayúscula, se entremezcla y confunde con los millones de historias particulares de los individuos sobre los que ejerce una influencia determinante, lo consigue con brillantez. El mayúsculo incendio es la suma de infinitos pequeños incendios de todos los colores.

                Maravilla la capacidad del autor para exponer, con claridad meridiana, una trama verdaderamente compleja, una maraña de intereses económicos y afectivos interrelacionados entre los que no influyen poco las trampas y engaños de unos y otros. Y maravilla, también, el cariño con el que trata a casi todos sus personajes –manifestado en el tono y en el humorístico  modo en que consigue que sus debilidades nos resulten comprensibles-, cariño que hace que el lector no sienta hacia ellos toda la inquina que producen sus acciones. Y malas acciones las hay a montones, porque entre ambiciones y venganzas casi nadie se salva.

                Aunque Lemaitre no lo cite al final, en la relación de libros que han influido en su obra, encuentro muchos paralelismos entre su modo de escribir y el del mejor Camilleri, aunque Lemaitre recurre menos al diálogo para dar agilidad y tiende un poco más a la descripción. Tres cosas tienen en común: la claridad expositiva que permite que lo intrincado resulte sencillo, la forma en que la debilidad de cada personaje deriva en comprensión hacia él y, para terminar, la pátina de humor que recubre permanentemente la historia. Quizá haya una cuarta y hasta una quinta: el uso de secundarios memorables (cuarta) que dan lugar (quinta) a historias que transforman la novela en, como he dicho antes, una historia construida entrecruzando historias.

                El ritmo de la narración es bueno y constante, sin altibajos, y el lenguaje rico pero sin alardes innecesarios. Lemaitre trata de comunicar, no de demostrar nada. Y lo consigue.

                Una historia de más desamores que amores, de ambiciones grandes y pequeñas vinculadas tanto a lo afectivo como a lo económico y profesional y, sobre todo, al amor propio; de traiciones, venganzas y venganzas de las venganzas; con personajes cuya vida da monumentales bandazos; con personajes de todas las clases sociales y hasta con algún bellezón inquietante; una novela tan agradable que, a medida que avanza la lectura, el lector comienza a sentir pena de que el final se aproxime.

                Una novela deliciosa para los buenos lectores, y de lo más entretenida para los menos exigentes. 




jueves, 5 de noviembre de 2020

Nos vemos allá arriba – Pierre Lemaitre

 



Los hijos del desastre, 1

               

                Magnífica novela de Pierre Lemaitre, primera de la trilogía Los hijos del desastre, que aborda el periodo de entreguerras y comienza en los últimos días de la Primera Guerra Mundial.

Con los soldados de ambos bandos ya sin ganas de pelear y esperando el armisticio, un ambicioso teniente, Henri d´Aulnay-Pradelle, urde una criminal treta para que sus hombres se lancen a la conquista de «la cota 113», inútil triunfo para el país pero importante para él; una acción que, sin él saberlo, va a condicionar de modo insólito su propio destino y el de dos de sus hombres: el gris y apocado Albert Maillard y Édouard Péricourt, el simpático y alocado artista hijo de un millonario, que acaba sufriendo una horrible desfiguración.

                Tras la tragedia, Édouard no quiere saber nada de su familia y queda, de facto, al cuidado de Maillard, quien se siente en deuda con él. Pero para que Édouard pueda salirse con la suya es necesario fingir su muerte, hecho que va a volver a condicionar la existencia de los tres. Y es que, aunque lo ignoran, todo lo que hacen provoca que su vida vaya a seguir estrechamente entrelazada. 

            Pradelle, ascendido a capitán y tras un ventajoso matrimonio, ha decidido recuperar el viejo esplendor de su apellido, para lo que necesita hacerse rico de modo rápido. ¿Y qué más eficaz y accesible manera que a través de la corrupción? Sus tejemanejes en el tratamiento del entierro de los caídos por la patria –basado en hechos reales- no tienen nada que envidiar a los más groseros casos de corrupción conocidos, y en algún punto recuerdan al triste caso, mucho más actual, de la repatriación de los cadáveres del accidente del «Yak-42». Entre tanto, Édouard y Albert están en la ruina caracolera, hasta que el primero idea una delirante estafa (esta sí, fruto de la mente del autor) que juega con los mismos valores que utiliza Pradelle, aunque mientras que éste no tiene excusa moral, ¿quién puede decirle a Édouard que él no es una de las víctimas de la guerra, y no menor?

                La novela, que comienza lenta, va cogiendo ritmo según pasan las páginas; va de menos a más, siendo todo tan bien explicado que la trama, compleja, parece simple. En el recorrido, tan importante como las andanzas de los protagonistas es el paisaje: la Francia de la posguerra, la contradicción entre quienes quieren olvidar y mirar al futuro y quienes no quieren que nada se olvide (un tema eterno en toda época de violencia); entre la necesidad de reconocer a los caídos y el nulo deseo de dejarse caer con ellos –si quiera sea económicamente-. Todo, además, está tratado con una eficaz y elegante pátina de humor que hace que hasta los personajes más deleznables lleguen a inspirar cierto cariño. Y es que, además, en esta historia de caraduras (unos por devoción y otros por obligación) navegando entre gente decente, no hay espacio para personajes irreales: la fuerza de la acción es su verosimilitud; lo que no consigue el ingenio de unos lo consigue la desidia de otros, o la comodidad de todos, lo cual no impide que los errores se paguen.

                Un libro bueno de lectura aún más agradable, y con una dedicatoria sensacional cuya explicación podéis ver en esta secuencia de fotos título-dedicatoria-agradecimiento que hace ya días puse en Instagram.





martes, 14 de abril de 2020

Vestido de novia – Pierre Lemaitre





                Me habían hablado muy bien de Pierre Lemaitre, y, si he de juzgar por este, el primer libro suyo que leo, con motivo: Vestido de novia es un thriller extraordinario, solo al alcance de quien domina el oficio, porque la historia que nos cuenta hubiera acabado en desastre literario casi en tantos casos como escritores hubieran pretendido escribirla, pero Lemaitre ha sido capaz de sortear los peligros a base de un trabajo meticuloso, concienzudo y plasmado metódicamente, sin que sobre nada y -esto es lo más meritorio- sin que falte nada; y es que con demasiados pocos detalles la historia hubiera sido un empastre, y, con demasiados, un tostón.

                La historia tiene cuatro partes.

                La primera, donde conocemos a la protagonista y la seguimos desde dentro de su cerebro en la travesía más escabrosa de su vida, es la más larga debido a la intensidad de las emociones, la violencia, el progresivo deterioro y el ambiente claustrofóbico -de una persona encerrada en su propio cerebro-. Lo peor de esta primera parte no es su contenido, sino el temor del lector a que todo el libro siga igual de denso y agobiante.

                Pero no.

                Cada vez que una parte termina y comienza la siguiente el giro es tan brusco, espectacular y llamativo que poco le falta al lector para detenerse y aplaudir.

                Es complicado, mucho, hablar de estas siguientes partes sin reventar la historia, y aunque todo buen libro resiste cualquier spoiler, no todos los lectores son lo bastante buenos para soportarlos, así que solo diré que en la segunda parte se produce a la vez algo que todo lo aclara y todo lo complica, que la tercera parece un «nudo» y la cuarta el «desenlace». Lo que sucede, por si no ha quedado claro, es que las montañas rusas son más suavecitas que esta novela: en ellas sabes lo que te espera tras los tramos «sencillos». Vestido de novia es como viajar sobre una montaña rusa en la que no presientes la llegada de los descensos y las curvas.

                Un novelón escrito con un lenguaje conciso y un envidiable dominio del panorama de la narración.