En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 23 de noviembre de 2023

Todas las almas – Javier Marías

 



Confieso el pecado: hace bastantes años intenté leer un libro de Javier Marías. Las primeras páginas fueron un tostón que dispersó mi mente por mil otros temas, y ahí lo dejé. Sin embargo, sabía que con el correr del tiempo antes o después volvería a intentarlo, entre otras cosas porque tengo varios amigos, con excelente criterio, que eran y son devotos de Marías y que no paraban de recordarme lo que me perdía si no lo leía. También mucho de lo que leía sobre él invitaba a conocer algo de su obra.

Bien, pues como decían mis amigos, yo no tenía ni idea de lo que me perdía, porque tan solo conocía a Marías por sus artículos, algunas polémicas y -¿por aquello de «dime con quién te juntas y te diré quién eres»?- por lo poco que podía elucubrar a partir de la amistad con Marías de la que presumía hasta el hartazgo (¿para equipararse indirectamente a él?) un triste chorbo de cuyo nombre, va implícito en el término, no quiero acordarme.

Bueno, pues ya he leído Todas las almas, y no solo es que me haya gustado mucho, que también, sino que me ha parecido un libro excepcional por el modo en que está escrito (según el autor, el mismo que empleaba en las cartas a sus amigos; es decir, su tono natural o por defecto). El lenguaje, claro y accesible, se enreda por la complejidad de las ideas, la cual, a su vez, está muy relacionada con el análisis pormenorizado de cuanto pasa por delante de la nariz del protagonista y narrador, que se dirige al lector en primera persona. Como este análisis no se pospone, sino que se realiza a medida que las sensaciones llegan, el resultado es una navegación profunda por lo cotidiano, pero también enrevesada y lenta.

Esa lentitud puede ser (como ha sido mi caso) fuente de placer si el lector se da a la lectura sin prisa y con placidez, dispuesto a dar un largo paseo con mil rodeos, o (sospecho) fuente de impaciencia si el lector no es capaz de abandonar desde la primera palabra las diarréicas prisas contagiadas por tanta novela actual en la que, el mercado manda, se somete al lector a una suerte de curiosidad perpetua sobre la base de abrir y cerrar constantes enigmas, misterios, dudas, cotorreos y situaciones tensas. Que un libro invite a la reflexión sosegada y profunda y no a la falta de pensamiento que deriva de la acción trepidante es, en estos tiempos, casi revolucionario, aunque quizá cuando Todas las almas fue publicada en 1989, año en que el autor cumplió 38 años, esto no se notara tanto.

Al hablar del argumento hay que comenzar por el epílogo, una brillante disertación de Marías sobre las ventajas y peligros de escribir en primera persona desde la boca de un personaje que, sin ser el autor, comparte con él numerosos rasgos biográficos. Es decir, el personaje es Marías sin ser Marías, y hasta qué punto es uno u otro en cada momento quizá solo lo supo el Marías autor. En cualquier caso, el epílogo deja clara su intención de distanciarse del personaje. Eso sí, fijaos en la argucia que confiesa haber utilizado para establecer esa distancia. Fijaos en ella, porque el somero y superficialísimo modo en que la trata en la novela (tan en contraste con la profundidad de todo lo demás) me hace pensar que Marías habla poco de lo que no ha vivido y al revés, lo que, de ser correcta esta apreciación, haría de esta novela algo mucho más autobiográfico de lo que se desprende del epílogo.

Y es que el innominado, soltero y madrileño protagonista ejerce temporalmente de profesor en Oxford, clavadito a Marías, lugar que no es presentado como uno de los templos del saber, sino del aburrimiento. Allí, fuera de su ambiente y sabedor de que la brevedad de su estancia no justifica mucho empeño ni ilusión en echar nuevas raíces, se ve rodeado de una caterva de eminentes profesores que solo tienen en común entre sí su exacerbado individualismo: en Oxford hay muchos «yos» y pocos «nosotros», y aún son menos los «yos» en los que un recién llegado puede anclar su confianza. El protagonista no nos dice una palabra sobre las clases (el objeto de su presencia allí) pero hace un contundente repaso de los diferentes puertos a los que llega (cada uno de los profesores que le prestan mucha o poca atención) y, singularmente, de una mujer a la que siempre se refiere por su nombre y apellido: Clara Bayes. Con ella, que está casada y con un hijo, inicia una relación amorosa (o más bien sexual) que ambos saben llamada a morir al fin de la estancia del protagonista en Oxford, por lo que más lo viven como un pasatiempo que como un romance. Las reflexiones que surgen al hilo, sobre todo, de ese previsto final conviven en la novela con las que suscitan el resto de personajes (viejos y jóvenes, sanos y decrépitos, heterosexuales y homosexuales…) y, también, con las expediciones del protagonista a las librerías de viejo donde busca y rebusca las obras de un autor desconocido, actividad que le lleva a intentar averiguar algo de un escritor real, John Gawsworth, seudónimo de Terence Ian Fytton Armstrong, quien anduvo por diversas partes del mundo para morir a los 58 años después de estar más de una década alcoholizado y en la indigencia. Sobre la misteriosa vida de este desconocido caballero tiene ocasión el protagonista de averiguar algunas cosillas en el momento más inesperado, que es también el más delicado (según se mire) de su relación con Clara Bayes.

La acción, por llamarla de algún modo, transcurre tan lentamente que parece que el autor no está contando nada, sino divagando sin cesar, hasta que, una vez concluida la novela, el lector se da cuenta de las muchas cosas, de las muchas historias, que contiene Todas las almas.

Una gran novela cuyo título alude al All Souls College de Oxford (su nombre exacto es «The Warden and College of the Souls of all Faithful People deceased in the University of Oxford»), uno de los muchos que organizaba cenas ceremoniales para propiciar encuentros y darse pisto, y con el que, si no recuerdo mal, aparece relacionada Clara Bayes. Dando cuenta de una de estas cenas es como la conoce y comienza la novela.






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