En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

sábado, 16 de diciembre de 2023

Manifiesto por la lectura - Irene Vallejo

 


          En algún lugar leí que para apreciar el valor artístico de un cuadro no hace falta saber nada de técnica pictórica, ni de historia de la pintura, ni de nada. Basta con abandonarte a su contemplación con el único y sosegado ánimo de dejar fluir sentimientos y emociones. La intensidad del flujo te dirá si lo que tienes enfrente es arte o solo algo que, en el mejor de los casos, aspira a la perfección técnica.

          Me pareció una idea cierta y maravillosa, y me lo siguió pareciendo tras preguntarme si mi entusiasmo no se debería a que me permitía sortear mi propia ignorancia. Pero lo cierto es que no: mi ignorancia sigue ahí, pero esa idea me permite disfrutar más y mejor de muchas cosas y minimizar el resquemor de pasar otras por alto.

          Cuento esto porque lo fundamental de este Manifiesto por la lectura, redactado por Irene Vallejo a petición, en febrero de 2020, de la Federación de Gremios de Editores de España para pedir un «Pacto de Estado por la lectura y el libro», es lo que te hace sentir.

          Las emociones que provoca este breve texto, que se lee en un ratito, son de enorme intensidad, al menos si quien lo lee es, como yo, un lector habitual. Las palabras de Irene Vallejo te hacen tomar conciencia de que llevas toda tu vida siendo una parte diminuta pero necesaria del todo ancestral del que forman parte los seres humanos de todos los tiempos y al que se incorporarán los futuros. Te hace sentir que tanto la escritura como la lectura, esas actividades que tantas veces asociamos a la soledad, porque se escribe y se lee en solitario, son en realidad el mayor nexo de unión entre personas, generaciones y épocas. 

          Somos, intelectualmente, resultado de todo lo que se ha hablado, escrito y leído. Todo texto es comunicación, lenguaje, y, por tanto, forma parte de lo que ha permitido al ser humano diferenciarse de otras especies, nos cuenta la autora. Habla de la capacidad para compartir ideas profundas a través del lenguaje. La lectura es el modo en que nos comunicamos con los seres humanos del presente y del pasado, como la escritura es la forma en que nos dirigimos a nuestros coetáneos y a quienes vivirán en el futuro fuera de nuestro alcance; la palabra escrita es, también, el modo de trasmitir las ideas más prolijas, de explicar y analizar con detalle nuestros miedos, ansias, aciertos, errores y esperanzas. Leer este manifiesto sirve para advertirlo y comprenderlo.

          Vuelvo al principio: todo lo que Irene Vallejo cuenta a través de estas páginas lo transmite directamente al corazón del lector. Sus palabras, más que saberlas o recordarlas, las sientes. Por eso este pequeño librito es, también, una obra arte. Una obra pequeña en su dimensión, pero tan grande como la sienta el lector.




lunes, 11 de diciembre de 2023

El ancho mundo - Pierre Lemaitre

 



          El Ancho Mundo es un lugar de Saigón mencionado en la novela y en el que convergen diferentes oportunidades de ocio y vicio. Pero el ancho mundo, con minúsculas, es el escenario de esta novela. Lo digo con doble sentido. Primero, geográfico, porque transcurre entre Beirut, Saigón, París y hasta en algún pueblo francés. Y, segundo, personal, porque son tantos los protagonistas (en realidad, la protagonista es una familia), tan variados sus caracteres e intereses y tan diverso el modo en que afrontan la vida, que lo de ancho bien puede hacer referencia a la infinita variedad de personalidades que existen en el mundo.

          Beirut. Finales de los años cuarenta del siglo XX. Louis Pelletier es un empresario francés que tiene en la capital del Líbano una fábrica de jabones. La empresa es su gran obra, y su vida es el jabón. En la empresa encuentra un cómodo y rentable modo de vida que, sin duda, facilitará la existencia de sus hijos cuando él ya no esté. O eso desea él. Con este buen señor conviven su mujer y sus cuatro hijos. O, al menos, convivieron hasta los momentos iniciales de la novela, porque enseguida sabemos que su hijo mayor se ha casado con la extraña hija del jefe de Correos. El siguiente dice que quiere irse a estudiar a París, aunque no parecen ser los estudios lo que lo atraen. El tercero no sabe lo que quiere pero sí a quién quiere, y está dispuesto a correr cuanto mundo sea preciso para estar a su lado. Y la joven benjamina tiene bastante genio, ganas de perder de vista a todos y algo no muy parecido a un romance, salvo por el sexo, con un profesor un tanto pervertido. Todos los hijos andan entre los 18 y los 30 años, aproximadamente.

          Basta lo dicho para comprender que el nido de los Pelletier se está quedando vacío, y que cada polluelo intenta volar a su manera, lo cual incluye no pocas triquiñuelas para evitar la eventual oposición de los padres. De este modo la historia se transforma en cinco (la del matrimonio y la cada uno de los cuatro hijos) que van evolucionando y, gracias a los lazos familiares, terminan convergiendo tras haber dado un insólito rodeo, no solo físico, por el ancho mundo. Entre medio, claro, se han relacionado con otros mil personajes y han sucedido un sinfín de cosas que han puesto patas arriba la vida de todos. Hasta qué punto la situación es o no remediable y cómo, lo sabrá quien lea esta larga novela que, pese a su longitud, es de lectura rápida y agradable.

          La complejidad de la acción no se percibe, debido a la maestría de Lemaitre a la hora de crear y explicar mundos. Aunque es compleja, parece sencilla. Y, además, cuenta con el lubricante de la pátina de humor que recorre casi cada línea, apoyada unas veces en lo estrambótico de algunos personajes y muchas otras en la particular filosofía del cabeza de familia, la cual, por estar basada en la comprensión de anhelos y debilidades, conduce la historia por derroteros distintos a los que podían inspirar los temores de sus hijos. Otro efecto humorístico contundente es lo expeditivo de algunos personajes ante situaciones concretas e irreversibles. Y es que todos somos unos santos hasta que la conciencia te enfrenta al dilema de dejar de serlo o de dejar caer sobre los demás las aplastantes consecuencias de tu santidad.

          Una última advertencia: he dicho que las historias de los personajes se separan para converger luego. No todas. En realidad, el lector verá cuál, hay una que se mezcla con el resto sin interferir, pero que tiene entidad y autonomía propia. El resultado es que en una pagina el lector está dudando de si se descubrirá a un asesino, en la siguiente se pregunta si el bueno de la película logrará sacar a la luz algo que nada tiene que ver con asesinato alguno y, en la de más allá, está preocupado por temas familiares que nada tienen que ver con los asuntos anteriores. Y es que el ancho mundo da para mucho.

          La novela evoluciona quizá demasiado lentamente durante el primer tercio, para coger luego velocidad de crucero y acelerarse al final. Como en otras de sus obras, Lemaitre introduce giros geniales porque son a la vez inesperados e insólitos, pero también racionales (salvo uno, el del papa vietnamita, que parece una pirueta), de modo que nada queda forzado en la acción. En esta novela destacaría dos: los giros debidos a la peculiar afición del hijo mayor y al carácter caprichoso e imprevisible de su mediocre esposa y, sobre todo, algo que le atiza un soberano sopapo al corazoncito del lector que haya leído la primera entrega de la trilogía Los hijos del desastre (Nos vemos allá arriba). Este último giro abate todas las resistencias y peros que pudiera poner a esta obra cualquier lector de Lemaitre, al tiempo que, sin que lo advirtamos, nos cuenta y completa de modo maravilloso una historia más: una historia que comenzó en aquella novela y parecía terminada, y que aquí se convierte en una historia de tres décadas.. Quien lea El ancho mundo obtendrá una satisfacción adicional si ha leído Nos vemos allá arriba, pero no es imprescindible.  El cariño que inspiran los personajes al lector hace el resto para conseguir que la lectura de este libro deje un sabroso sabor de boca.




jueves, 7 de diciembre de 2023

La Iglesia de Franco - Julián Casanova

 

Con cada libro de historia que leo soy más consciente de mi ignorancia y, también, como ya he dicho otras veces aquí, de que casi dos generaciones de españoles educados en la ignorancia y la desinformación solo pudieron dejar en herencia ignorancia y desinformación. Mitos y falsedades se perpetúan con una facilidad pasmosa y, en cuanto pasa algo de tiempo, son casi invulnerables porque cada día hay menos personas interesadas en acercarse a una verdad cada vez más lejana. Es una de las razones por las que la historia es apasionante. Y, puesto a repetirme, insisto en que al hablar de libros de historia me refiero a obras de historiadores profesionales, en general procedentes del mundo académico, y no a los seudohistoriadores caídos del cielo mediático y literario, que son a la historia lo que los hechiceros a la medicina.

¿Qué analiza este libro?

Vayamos por partes. De algún modo Franco traicionó (y dominó repartiendo y equilibrando cargos, poder y posibilidades de corrupción) a quienes en teoría, según la hagiografía oficial del régimen, fueron sus apoyos: los generales que impulsaron el golpe de estado al que él se apuntó en el último momento pretendían restaurar la monarquía, cosa a la que Franco fue dando largas durante lustros porque pronto fue evidente su voluntad de perpetuarse en el poder; otra pata de su apoyo, la Falange, también tenía motivos para sentirse traicionada, pues el régimen jugó con ella dándole más puestos que influencia, sin llegar a hacer realidad las aspiraciones de reforma del ideario falangista. En cambio, la tercera pata, la Iglesia, fue la única que en ningún momento cuestionó a Franco ni se sintió traicionada por él. Es más, cuando la II Guerra Mundial comenzó a inclinarse hacia los aliados, Franco, por miedo a la reacción internacional hacia un régimen nacido del apoyo militar y económico de Hitler y Mussolini (por quienes él había expresado un sinfín de veces su rendida admiración y agradecimiento), quiso alejarse de esas ideologías, y encontró la excusa de la religión: el suyo pasó a ser, oficialmente, un régimen de inspiración católica, y no de inspiración nazi o fascista. 

El mutuo apoyo entre la Iglesia y el régimen se dio desde el primer segundo, facilitó el apuntalamiento del régimen ante la comunidad internacional, untó a Franco de la legitimación divina ante el creyente y así llegó hasta los años finales de la dictadura, y ello pese a que la guerra llevada a cabo por Franco no fue de ocupación sino de exterminio, como lo siguió siendo su política posterior, especialmente sangrienta en los primeros años cuarenta, cuando aún creía seguro el triunfo nazi en la contienda mundial.

Pero el libro no aborda solo la relación entre régimen e Iglesia. Dedica unas cuantas páginas, también, a la situación previa que la explica: al recelo, cuando no al odio, de la Iglesia a las nuevas ideologías procedentes de la revolución industrial, que habían tomando forma en la República; ideas que incluso se oponían a la República porque se les quedaba corta; ideas, que, en definitiva, suponían un peligro para el poder e influencia eclesial. El libro aborda también, por otro lado, el anticlericalismo surgido en el siglo XIX, alimentado hasta esa misma época por la deriva social y económica; un anticlericalismo que, al decir de algunos, tomó su fuerza del sentimiento de traición, porque ante la revolución social que supuso la revolución industrial la Iglesia no tomó partido por las nuevas clases menesterosas, como cabría esperar de su prédica, sino por la élite poderosa. Un anticlericalismo, en cualquier caso, aún insuficientemente estudiado, pero que en ciertos sectores sociales había calado de tal manera que desembocó, en los primeros meses de la guerra, en un sinfín de carnicerías a manos, sobre todo, de las milicias anarquistas y comunistas, las cuales exterminaron a casi 8 000 religiosos –fundamentalmente hombres- por el mero hecho de serlo. Estas carnicerías fueron de tal magnitud que han pesado como una losa en la influencia del anticlericalismo en España dificultando, cuando no impidiendo, su laicización.

También deja claro este libro que la violencia que apadrinó la Iglesia no fue una respuesta a esas matanzas, sino que ambas violencias se superpusieron en el tiempo, hasta el punto de no poder afirmar nadie si una precedió a otra, porque los episodios violentos, las soflamas, las inyecciones de odio y los mensajes incitando a acabar físicamente con «el otro» son multitud y previos al inicio de la guerra. No digamos ya después.

Seguramente, la imagen por excelencia del apoyo eclesial a Franco es el privilegio de acceder a los templos bajo palio. Hasta ese momento solo la hostia consagrada recibía ese tratamiento. Es decir, solo Dios o sus representantes humanos, como el Papa, tenían ese derecho. Imaginad el mensaje que la Iglesia lanzó así a los fieles. 

       Y por si alguien olvidaba que Franco era un enviado de la providencia, su efigie en las monedas iba acompañada de la leyenda (en ningún momento cuestionada o criticada por la Iglesia) Caudillo de España por la gracia de Dios

Los testimonios y documentos que acreditan lo que acabo de resumir son innumerables y aparecen siempre citados. Esto, inevitable en un libro de historia escrito por un historiador, es especialmente importante al tratar el tema que este aborda, porque la posición ante la Iglesia de mucha gente no es racional sino emocional, y hablo tanto de fieles como de anticlericales.

         Entre las fuentes destaca el testimonio de Gumersindo de Estella, sacerdote que, ante su postura poco entusiasta a favor de la violencia contra el rojo, se convirtió en sospechoso de connivencia y marchó de Navarra para evitar que sus propios correligionarios lo mataran. Y aterrizó en Zaragoza, también controlada por el bando sublevado pero con menos influencia de las violentas milicias carlistas. Allí trabajó en la cárcel de Torrero asistiendo espiritualmente a la ingente cantidad de condenados a muerte que fueron fusilados en las tapias del cementerio (tapias, dicho sea para demostrar la intensidad de la barbarie,  que hubo que reforzar porque tantos tiros recibieron a través de los cuerpos de los fusilados que las balas llegaron a atravesarlas y acabar en los nichos). Aquellas experiencias y las reflexiones de Gumersindo de Estella quedaron en un sobrecogedor diario que durante años fue fuente de información para historiadores y que fue publicado, ya en este siglo, por Mira Editores.

La pretensión de La Iglesia de Franco es demostrar, y lo consigue, que el régimen de Franco, un régimen que practicó el terror como modo de mantenerse en el poder, contó con el apoyo de un estamento enormemente influyente y que ese apoyo tuvo por principal causa la conservación (e incluso aumento) de privilegios socioeconómicos y políticos. Obviamente, dados los valores que supuestamente pregona la Iglesia (el perdón, la reconciliación, el apoyo a los más débiles…) llama poderosamente la atención su doble y contradictoria moral, la cual queda diáfana en las páginas de este libro, aunque el autor no la enjuicia más allá de lo que supone ponerla de manifiesto a partir de los numerosos datos y fuentes existentes. 

Como la pretensión del libro es analizar esos años de complicidad por la importancia que tuvieron para el mantenimiento del régimen y por lo que supuso en orden a los valores trasladados a la sociedad durante casi dos generaciones, apenas pasa de puntillas por los últimos años del franquismo, cuando ya había comenzado su descomposición, en los que la Iglesia oficial, de la mano, sobre todo, del cardenal Vicente Enrique y Tarancón («Tarancón, al paredón, clamó la ultraderecha en el funeral de Carrero Blanco, en el que el ministro de Educación negó el saludo al cardenal, que tuvo que salir por la puerta trasera para evitar agresiones), cambió, por fin, de rumbo.


lunes, 4 de diciembre de 2023

Diez libros que quiero leer

 



          Casi todos los años he escrito una entrada en el blog con los libros que estoy contento de haber leído a lo largo del año, que no es lo mismo que de los mejores, los peores o los más vendidos. Hace dos días lo volví a hacer. A alguien le puede servir para pescar lecturas y, además, así me uno a las escasas tradiciones literarias seudonavideñas.

          Pero lo que no he hecho nunca, y esta es la primera vez, es publicar una lista con libros que quiero leer. No supone una promesa de cara al año que viene, ni a mí mismo ni a nadie, porque bastantes veces he podido comprobar lo rápida e inesperadamente que a veces cambian los planes, pero sí es una manifestación de intenciones, las de ahora. Ojalá que si no se cumplen sea, simplemente, porque me ha dado la gana cambiarlas.

          Algunos de los libros ya los tengo en casa. Varios pretendía haberlos leído a lo largo de 2023, pero no ha habido ocasión y siguen esperando. Otros llegarán pronto.

          Aunque, por supuesto, más que leer los diez libros que voy a poner y muchos más, ahora mismo lo que más me gustaría es que fueran legión los lectores a los que en 2024 les apeteciera leer, y leyeran, «La detención de los Reyes Magos», lo cual, cachis, solo cabe confiar al siempre improbable boca a boca.

          El enlace sobre cada título lleva a la web de Amazon, no para que compréis allí, sino por ser una web conocida y de fiar para todos. En ella podréis encontrar sinopsis, precios, ediciones y opiniones de otros lectores (pero cuidado con ellas). Luego, si caéis en la tentación, lo compráis donde os plazca.


Eduardo Mendoza

Tres enigmas para la organización


Haruki Murakami

De qué hablo cuando hablo de escribir


José María Eça de Queiroz

El primo Basilio


La Vecina Rubia

La chica del verano


John Steinbeck

Al este del Edén


Antonio Muñoz Molina

El jinete polaco


Joaquín Berges

El club de los estrellados


Miguel Delibes

Cinco horas con Mario


Domingo Villar

Ojos de agua


Terry Pratchett

Hombres de armas





sábado, 2 de diciembre de 2023

Libros que me alegro de haber leído

 


Esta no es una lista de mejores libros, ni de peores, ni de los más vendidos, pero sí de los que me he alegrado de leer a lo largo de 2023 y que, por la razón que sea, han dejado cierta huella en mí. 

Aquí os la dejo, por orden de aparición de las reseñas. Si queréis leerlas, los enlaces están en los títulos.

 

Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso

Miguel Delibes


El doctor Zhivago

Borís Pasternak


La avería

Friedrich Dürrenmantt




La isla del doctor Schubert

Karina Sainz Borgo



Ganas de vivir

Joaquín Berges


Contando atardeceres

La Vecina Rubia


Castillos de fuego

Ignacio Martínez de Pisón


Buenos días, tristeza

Françoise Sagan


Vivir deprisa

Brigitte Giraud


No te veré morir

Antonio Muñoz Molina



Todas las almas

Javier Marías