En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 30 de noviembre de 2023

Marianela – Benito Pérez Galdós

 



Marianela (1878) toma su título del nombre de la protagonista, una pobre adolescente canija y debilucha como un renacuajo hambriento y más fea que Picio, que, para colmo de desdicha, no tiene a nadie en el mundo y malvive de la caridad. A pesar de lo cual es un encanto de chica: buena, bien intencionada, generosa y amable.

Aparte de triscar por el monte, Marianela tiene un elevado cometido: hacer de lazarillo del hijo de uno de los ricos del lugar. El rico es un hombre justo, serio y amable al modo en que lo son quienes tienen interiorizada la diferencia de clases (la acción transcurre es de suponer que en 1878) y su hijo, el ciego, es también un dechado de virtudes y, además, de lo más guapetón. 

Como el argumento es sobradamente conocido no descubro nada si digo que entre el ciego y Marianela ha surgido el amor. El problema asoma la nariz cuando aparece un pariente, eminente oftalmólogo y tipo bienintencionado y generoso, que cree que con cierta audaz operación el ciego podrá recuperar la visión.

El muchacho, ciego de nacimiento, ignora cómo es el mundo, y Pérez Galdós traslada al lector, magistralmente, la expectación, miedos y sensaciones de poder ver la realidad en la que uno ha vivido dos décadas sin ver ni una forma, ni una cara, ni una perspectiva, ni un color. A fin de cuentas, el personaje ni siquiera puede imaginar a sus semejantes porque no tiene mimbres de los que partir. La visión, además, le abrirá nuevas posibilidades. Laborales y, sobre todo, personales, porque, en caso de que vuelva a ver, su padre ya tiene pensado casarlo con una prima, la cual, además de ser un encanto, es tal bellezón que bien merece la pena lograr la visión para contemplarla.

Pero, ¿y Marianela? ¿Qué será de ella cuando su amor pose en ella sus ojos y reboten espantados?

Por supuesto, nadie se acuerda de ella o, si lo hacen, no es para cambiar en nada su destino. Pero ella tampoco se deja ayudar porque se sabe tan fea, se siente tan inútil, su autoestima es tan, tan minúscula, que la perspectiva de que su amado la pueda contemplar la avergüenza de tal manera que la vida se le antoja insoportable.

De este modo la historia se sostiene en tres patas: la reacción del ciego al ver el mundo, si es que llega a recuperar la visión; la de Marianela, incapaz de soportar la vergüenza que siente de sí misma y, finalmente, cuál será la concepción de la belleza del ciego si deja de serlo: ¿considerará físicamente bello lo que en la oscuridad tenía por hermoso? ¿Cómo reaccionará si no es así? ¿Mantendrá sus promesas de amor o se dejará llevar por el festival de los sentidos?

El argumento es sabido, pero, por si alguien lo ignora, mejor dejo todo sin respuesta.

Una novela corta y dura, con un lenguaje claro que hoy suena un poco arcaico y escrita en un tono entre sentimental y dolido que hace del narrador algo más que un mero testigo: un intérprete.


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