El protagonista de esta historia –un viejo periodista retirado- tiene alguna cosa más en común con Miguel Delibes, además de la profesión: una edad similar y un profundo amor por la vida rural. Por lo demás, el protagonista, recién jubilado, es un solterón castellano algo maniático, poco o nada consciente de su falta de atractivo, que emprende una correspondencia de tono entre educado y pomposo con una viuda sevillana que en una revista había puesto un anuncio para conocer caballeros.
La correspondencia que se ofrece al lector es unidireccional: solo conocemos las cartas escritas por protagonista. Las respuestas de la viuda las conocemos por lo que el protagonista le responde. Y a través de esta breve correspondencia que dura alrededor de un año el lector averigua la vida, costumbres, manías, valores y aspiraciones del un jubilado presto a enamorarse que, al tiempo que cuenta su historia, reconoce pecados, pesares y aspiraciones insatisfechas. Pero, sobre todo, el lector espía cómodamente el desarrollo de una historia de amor que ve evolucionar desde el primer escarceo, a la vez osado y educado, pasando luego por la ilusión que, pronto transformada en audacia, comienza a dar forma al galanteo y a expresarse de modo cálido y entusiasta para ir a parar, después, a las primeras desavenencias y a un final a un tiempo sorprendente, divertido y doloroso. Un final con algo de tragicómico, por cuanto el protagonista, que siempre ha intentado llevar la batuta y tomarse a sí mismo como vara de medir, queda a merced de lo imprevisto e incontrolable.
Las cuarenta y dos cartas que componen esta obra llevan al lector a través de las aspiraciones, sueños, esperanzas y decepciones del protagonista, haciéndole compartir todos estos sentimientos, junto al temor por si las cosas acabarán siendo como parece o de otra manera. Las misivas son en general breves, y permiten construir en paralelo esas dos historias (la del protagonista y la de su historia de amor), con un elevado grado de detalle. Conviene, para valorar al personaje y disfrutarlo en su justo término, pensar que este recién jubilado tiene sus 65 años en 1983 (Delibes publicó la novela ese año con 63). Es, por tanto, una persona nacida aproximadamente en 1918, por lo que sus valores y modo de ser son los adecuados a un hombre de esa edad y en esa época; y si bien se advierten sus esfuerzos por modernizarse y establecer una relación en pie de igualdad con la viuda, su educación, su cultura y sus costumbres son una losa de la que no acierta a desprenderse; cuando lo hace, buena parte de las cesiones más parecen guiadas por el miedo a la soledad o a perder a ese repentino amor que por ningún otro motivo. Este galanteo epistolar en el que se ve un modo de ser que se va y se adivina un modo de pensar que aún no acaba de llegar es también muy interesante y definitorio de la época en la que transcurre la acción, los años 80 del siglo XX, avanzando ya en las libertades traídas por la Transición, lo cual, con el colofón del final, sitúa al protagonista en la exacta dimensión de lo que su modo de ser ha acabado haciendo de su vida.
Se lee interesante. Además siempre se antoja leer historias que nos hagan reír y al mismo tiempo reflexionar. Gracias por compartir.
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