En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 6 de marzo de 2023

El Verbo se hizo sexo. Teresa de Jesús – Ramón J. Sender

 



Cuando, después de haber leído El Verbo se hizo sexo, piensas que esta obra ha estado desaparecida de los catálogos durante alrededor de noventa años, sospechas, deprimido, lo que los lectores nos estamos perdiendo como consecuencia de la tiranía de la novedad. Por eso es importante y de agradecer la labor de Contraseña Editorial al rescatar obras de autores de la talla de Sender, que, además, apenas han perdido actualidad. 

El hilo conductor de la historia es una versión sui generis de la biografía de Teresa de Jesús, la santa española por excelencia y, también, personaje eminente en la historia de la literatura española. Aunque no es su fama, ni la santidad, ni la escritura el motor de la obra, sino la relación entre misticismo y sexualidad, o, dicho de otro modo, lo que en común tienen el éxtasis mítico y el sexual. Basten, para ilustrar lo que quiero decir, estas palabras de Teresa, que ilustran la «Transverberación»:

Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal... No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan... Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento... Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado.

Detalles del «Éxtasis de santa Teresa», de Bernini

De la juventud a la madurez de Teresa, Sender ofrece su versión de la vida de la santa con un lenguaje claro y rico en el que dos diminutivos con reminiscencias aragonesas, «Teresica» y el «conventico», se bastan para dar cuenta de en qué fase de la vida estaba la protagonista y en qué momento de desarrollo la orden que fundó, porque en lo que a este libro respecta son más importantes los inicios que los finales. Ese tratamiento también establece un doble juego: ¿es un hablar cariñoso -como algunas veces lo parece- o refleja la posición de superioridad del autor respecto a la protagonista? Esto último también se da, y no deja de ser una muestra velada de anticlericalismo. Volviendo al plano temporal, vemos a la Teresica adolescente coqueteando con el amor y con la religión, a la que finalmente se entrega por hallar en ella una plenitud mayor que en el amor humano; vemos también su evolución hasta experimentar el éxtasis místico que bien puede confundirse con el sexual, porque Teresica no ha dejado de pensar ni un momento en el amor, más que en Dios o en los hombres; y vemos el crecimiento de un proyecto que, en sus duros y dubitativos comienzos, la pone con un pie y medio en la ruina y la herejía.

El libro también plantea abiertamente un debate clásico: lo cerca que está la locura de la genialidad, lo fácil que es ser tenido por loco si no se es tenido por genio, y cómo que los demás te tomen por una cosa u otra no depende, a menudo, ni de tu locura ni de tu genialidad, sino de cómo encaje en cada momento en los intereses de los demás tomarte por cualquiera de las dos cosas, lo cual no hace menos loco al tenido por loco, pero sí menos genio al tenido por genio. Este caso resulta especialmente provocador, porque como la historia ha optado por proclamar la genialidad, plantear que bien pudo imponerse la declaración de locura no deja de ser un atrevimiento. Un atrevimiento, además, especialmente osado: algo así como sugerir que la Iglesia podría estar adorando la blasfemia. Sender publicó esta obra en 1931, cabe pensar que influido por el anticlericalismo nacido en el XIX, que había ido tomando fuerza (como reacción a la condición de la Iglesia como estamento extractivo y al alineamiento eclesial con las oligarquías terratenientes dominantes) y que, como hace poco leí a Julián Casanova, perdió casi toda su fuerza (y hasta la memoria de su tradición) tras la barbarie anticlerical del verano de 1936, lo cual seguramente explica, al menos en parte, el ostracismo de esta novela durante décadas. 

El libro, ni corto ni largo, conciso, con una pátina de buen humor que puede hacer menos visible la crítica y lo mordaz del planteamiento, es cualquier cosa menos inocente: aunque puede leerse «iocandi causa», fijaos especialmente en los breves diálogos y en la carga de profundidad que tienen muchas de sus frases. La otra carga de profundidad, la más contundente, es la que he señalado antes.




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