En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 19 de julio de 2018

La pequeña vendedora de prosa – Daniel Pennac



                Hace algún siglo que otro que no leía en tan poco tiempo tres libros de un mismo autor y protagonizados por idéntico personaje. La felicidad de los ogros me animó a leer El hada Carabina, la cual, a su vez, me ha hecho leer La pequeña vendedora de prosa, la cual, sin embargo, me ha animado a tomármelo con más calma antes de de seguir con el cuarto de la saga, porque La pequeña vendedora de prosa es, con diferencia, la peor historia de las tres que llevo leídas.

                A las novelas no hay que pedirles veracidad (que lo que narran sea susceptible de ser verdadero) sino autenticidad (que la acción, aunque loca e imposible, sea vivida por el lector como real). En La pequeña vendedora de prosa he encontrado la autenticidad por ningún sitio.

                El argumento de esta tercera novela de la saga vuelve a ser más o menos disparatado y, como es habitual, sitúa a Benjamín Malaussène en el centro de todos los problemas que él no ha creado pero que siempre atraen a la policía; aunque, en este caso, Malaussène juega un papel diferente y no es el centro de todas las sospechas. Deseando alejarse de un crimen que le toca muy de cerca, Malaussène se presta a un disparate: poner rostro a un escritor tan afamado como desconocido por escribir refugiado en el anonimato de un seudónimo. La idea podría haber dado mucho juego e invitar a muchas reflexiones, pero la acción es tan sobreactuada que este asunto, al final, solo sirve como elemento de la trama, pero nada más.

Para explicar por qué está la acción sobreactuada debería contar alguna cosilla que destriparía una de las sorpresas de la novela (sorpresa que, según pasan las páginas, evoluciona a cierto cabreo porque tiene algo de tomadura de pelo, como si Pennac hubiera renunciado a buscar soluciones más ingeniosas, lo cual es una pena porque la trama en sí -la maraña de conflictos que desembocan en los hechos- está bien trabajada y, de haber estado rodeada de situaciones igualmente trabajadas, hubiera tenido esa autenticidad que he echado en falta).

La novela, la más larga de las tres primeras de la saga, es bastante irregular: durante una parte bastante larga no pasa nada ni en términos de acción ni de reflexión, después llega la primera sobreactuación, luego la sorpresa y, por desgracia, la evolución de la misma aumenta esa sobreactuación y aunque el final sí logra captar el interés y provocar las ganas de leer, es imposible terminar la novela sin tener la sensación de que es una historia fallida. Tampoco ayudan demasiado ni las habituales digresiones sobre el pasado de tal o cual personaje, ni el fallido intento de hacer humor con ciertas situaciones ni el milagrerío que resuelve el punto más problemático de la novela, el cual, por cierto no era preciso llevar hasta ese punto (y quien lea la novela me entenderá).

Así como las dos primeras eran novelas notables, esta me ha gustado mucho menos. Su mayor interés, al menos para mí, es que como todas forman parte de una misma historia, leerla puede venir bien de cara a la cuarta de la saga, que espero leer en la confianza de que se parezca más a las dos primeras que a la tercera. A esta esperanza ayuda que la cuarta viera la luz seis años después de esta tercera, que parece más escrita para aprovechar el éxito que para disfrutar creando.


jueves, 5 de julio de 2018

Reflexiones sobre literatura y humor




«Yo creo que el género negro tiene mucho, tiene mucho humor, hay mucho componente de humor; en sí mismo ya es una cosa humorística, es decir, pasar un rato divertido con cadáveres, descuartizamientos, asesinatos…, eso es una cosa ya en sí muy divertida. Es muy divertida. Los grandes clásicos de la novela negra, de la novela de detectives, de la novela de misterio, son gente con un gran sentido del humor; incluso proponen un mundo verdaderamente feliz en el que un asesinato es un motivo de gran alegría para todos porque así se podrán poner a investigar, ¿no? Es el género más amable que hay.»




martes, 3 de julio de 2018

El hada Carabina – Daniel Pennac




                Si la primera novela protagonizada por Benjamín MalaussèneLa felicidad de los ogros- era una novela de humor vagamente disfrazada de novela negra, El hada carabina es exactamente lo contrario: una novela negra con leves tintes de humor debidos tanto a lo estrambótico de algunas situaciones «serias» como al espíritu con que Malaussène se dirige al lector en los capítulos en los que se expresa en primera persona.

                Hecha la salvedad anterior, El hada carabina es mucho mejor novela que La felicidad de los ogros tanto por estar mejor expuesta y resultar más comprensible como por lo trabajado de una trama complicada y resuelta de modo brillante.

                Malaussène sigue con su empleo de chivo expiatorio, aunque ahora en una editorial dirigida por una dama demasiado histriónica para el escaso papel que juega en la novela. Malaussène sigue al frente de una familia compuesta por hermanos más jóvenes, aunque la madre ha retornado para dar a luz al siguiente, y es así como un bebé llamado Verdún se incorpora a la familia. También sigue con una novia –Julia-, dedicada al periodismo de investigación. La novedad es que la vivienda-conejera de Belleville está a rebosar debido a la «adopción» de cierto número de ancianos devenidos en drogadictos y que están allí para huir de la soledad y, por tanto, de la droga.

                Pero las cosas se complican aún más. Un policía con antecedentes por maltratos es asesinado por una ancianita en medio de la calle, una muchacha presencia desde su ventana cómo unos sicarios lanzan un cuerpo al Sena, alguien se dedica a rebanar el pescuezo a ancianas y además ciertas enfermeras se dedican a proporcionar droga gratuita a ancianos. Son sucesos independientes, pero, por unas cosas u otras, todo se enreda de forma que Malaussène parece ser el responsable de todo.

                La novela se forma a partir de tres historias paralelas, relacionadas y que confluyen al final. La del protagonista, que nos va informado de sus idas, venidas y circunstancias; la de los policías al frente de las diferentes investigaciones, entre los que figura un tal Pastor; y es él quien aporta la tercera y singular historia de la novela: la suya; la un tipo con un pasado doloroso que, pese a su apariencia de mosca muerta, tiene una misteriosa capacidad de persuasión para hacer cantar a cuando delincuente cae en sus manos.

                El revoltijo de informaciones, situaciones y personajes avanza al principio de un modo que parece confuso –solo lo parece-, y el humor en ocasiones surge haciendo consciente al lector de todo lo que Malaussène ignora, de modo que puede observarle como a quien inconsciente y alegremente se encamina a pegarse un bofetón épico. Al final, lógicamente, todo acaba convergiendo y resolviéndose de un modo, como he dicho al principio, brillante, aunque no sin antes haber dado las cosas varios giros inesperados que toman por sorpresa al lector y le hacen leer el último tercio de la novela con mucho más interés del que suscita el principio.