El 5 de octubre de 1988, hace veinticinco años, en Chile se celebró un plebiscito en el cual,
de haber ganado el “sí,” el dictador Augusto
Pinochet hubiera seguido en el poder hasta 1997. Llevaba en él desde 1973.
Para ganar la votación Pinochet
designó como Ministro del Interior a Sergio
Fernández. Pero ese plebiscito tenía algo especial: para disfrazar de
democracia a la dictadura, se consintió cierta campaña por el “no”.
Los días del arcoíris
cuenta la historia de una parte de esa campaña. Por primera vez la oposición
democrática va a disponer de un espacio en televisión –quince minutos-, y lo va
a utilizar para solicitar el no. Superar
quince años en quince minutos, ese es el objetivo. Nada más y nada menos. David
contra Goliat, se dice varias veces en la novela.
El Ministro del Interior, como es obvio no quiere sorpresas, y decide
encargar la campaña por el "sí" al mejor publicista chileno, Adrián Bettini, el cual lleva tiempo viviendo con lo puesto, porque debido a su oposición a la
dictadura ha sido vetado en todas partes. Bettini, por principios, termina
rechazando la jugosa oferta. Pero es más, pese a la petición del Ministro de que no lo haga, acaba responsabilizándose de los
quince minutos de televisión con los que los demócratas –dieciséis partidos y
partidetes revueltos a la desesperada en
una misma opción- aspiran a derrocar a la dictadura. El problema, su problema, es
lo complicado que resulta explicar, en una sociedad donde impera el temor y donde tantas personas se saben víctimas, que
el futuro se construye con esperanza. Y todavía lo hace más complicado la
represión, porque quien más y quien menos, Bettini incluido, teme “desaparecer”
a manos de las fuerzas del “orden”.
De hecho, quien ha “desaparecido”, arrestado en plena clase,
es un profesor de filosofía, el profesor Santos.
Ha sido detenido delante de su propio hijo y de una treintena de alumnos. Nico Santos, el hijo, es novio de la
hija de Bettini, Patricia. Tienen dieciocho años y poca experiencia en la
política y en el amor. Nico, al haber sido detenido su padre ante testigos,
trata de hacer vida normal –siguiendo las indicaciones que al respecto le había
dado su padre. Alternando la vida de Nico y la de Adrián va avanzando la
novela, entre el temor a la represión más violenta y la esperanza del cambio
que simboliza el arcoíris.
El arriesgado trabajo de Bettini desemboca enseguida en un
charco tan cómico como dramático: debido a las prisas y a lo inusual del
proyecto, el publicista cede a la idea de un pobre hombre, canijo y amanerado,
al que sus amigos llaman Florcita Motuda. La idea es, en el programa a favor del "no", poner letra al vals de El
Danubio azul. ¡Y qué letra! Los quince minutos clave para cambiar el rumbo de
la historia amenazan con convertirse en un ridículo histórico que se llevará por
delante la vida de muchos, la libertad de casi todos, y sumirá a Bettini en la
ignominia por el resto de sus días.
La forma en la que está escrita la novela es, de alguna
manera, típica en Skármeta: se nota el cariño que siente por sus personajes,
que además se contagia al lector. Ese cariño es indiscutible en el caso de los
personajes “de oposición”, e incluso llega a reflejarse en alguno de los
“malos”. Por ejemplo, en el Ministro del Interior, un tipo que oscila entre la
brutalidad y el saber perder, que lo mismo produce miedo por su poder que alivio
cuando asume el cambio de las cosa; o el militar que controla el colegio, que
en algunos momentos representa a quienes´, pese a su voluntad, se ven arrastrados a hacerse cómplices
del poder. También aparecen, con una parte importante de protagonismo, Nico y
Patricia, recién salidos de la adolescencia; ese tipo de personajes que
amparados en su falta de experiencia actúan a menudo desde la ingenuidad, y que
son tal del gusto de Skármeta.
Y, sobre todo, pese a la brutalidad de algún episodio, la
historia rezuma el humor que genera
ese cariño a los personajes, porque es imposible hablar con cariño de alguien
sin ponerse de buen humor, y el humor de Skármeta
se traslada al lector. A ello ayuda, además, que el fin de la historia es
conocido de antemano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario