Los librillos de papel de
fumar contienen una hoja roja que indica que solo quedan cinco hojas más. A
Eloy, el funcionario municipal protagonista de esta novela, le ha salido la
hoja roja en la vida: se ha jubilado y, según decía un amigo suyo ya fallecido,
la jubilación es la antesala de la muerte.
Estamos en la España de los
años cincuenta, donde la mayoría de la gente se jubilaba a los 70 años (como
Eloy) y había una esperanza de vida de cuatro o cinco años más.
¿Y qué ocurre cuando uno
muere? Que la vida lo ha dejado atrás. Pero es que la vida nos está dejando
atrás desde el mismo momento en que nacemos, lo cual queda tristemente de
manifiesto en la jubilación de Eloy: lo que para él es un acto emotivo, de
reconocimiento a medio siglo de trabajo concienzudo, para los demás es un
trámite, una formalidad, una anécdota inmediatamente olvidable en medio de un
día a día que no se detiene. Una palmada en la espalda al jubilado y a otra
cosa. Cincuenta años de trabajo y al día siguiente apenas queda rastro el paso
de Eloy por la oficina, como si el paso de los hombres fuera barrido por el tiempo
tan pronto como desaparecen de la escena.
Eloy está viudo. Tiene un
hijo notario en Madrid y otro que murió a los 22 años. Cuida de Eloy una
muchacha recién venida del pueblo, Desi. Buena persona y más bien feúcha, que
aspira a casarse con el Picaza, un muchacho del pueblo también poco agraciado, buen
cantante y con un carácter bastante impulsivo.
Miguel Delibes. 1920-2010 |
Pero paralelamente al
discurrir de esos tristes días en los que Eloy ve acercarse el final, Desi vive
su vida y sus ilusiones, pese a las colegas que bajo la cobertura de una
supuesta amistad tratan de menguar la felicidad ajena para no sentirse más
desgraciadas que el resto. Desi vive razonablemente contenta y esperanzada, y
más el día en que el Picaza llega del pueblo para hacer la mili en la ciudad.
Uno y otra, Eloy y Desi,
afrontan cada uno a su manera el miedo a la soledad (que en el viejo podría
desembocar en el terror y en la muchacha en la sensación de fracaso) aunque son las circunstancias,
y no la propia voluntad, las que conducen a cada uno a una situación. El final,
emotivo, lo sabrá quien lea esta magnífica historia.
Y termino diciendo algo que
creo haber señalado ya en alguna otra ocasión en este blog: Delibes no solo tiene obras
inolvidables, sino que a lo largo de su trayectoria –al menos en lo que he leído- siempre mantuvo
altísimo el listón. Y sin alardes ni florituras. Uno de los mejores. Un lujo.
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