En uno de los artículos más leídos de este blog
(Vargas Llosa, el ebook y la literatura banal), decía hace año y medio: “a medida que el ebook vaya creciendo
irán cayendo las librerías tradicionales. En consecuencia, la difusión
masiva quedará reservada a las obras que decidan las empresas propietarias de
los pocos escaparates virtuales relevantes.”
Viene esto a cuenta de que en España, según leo
en un artículo, Amazon y Apple venden el 70% de los libros digitales,
y en Estados Unidos esas dos empresas copan el 90% del mercado. El futuro, en
esas condiciones, es desalentador. Las empresas no hacen cultura, sino negocio (no es una crítica, es la realidad);
el negocio está vinculado a las grandes cantidades, y las grandes cifras de
ventas solo se pueden conseguir, salvo excepciones, a través de obras con mensajes livianos, porque para ser asequibles al ciudadano medio (solo vendiéndole a él es
posible un elevado volumen de ventas) no deben rebasar su nivel, que es un nivel
medio por definición.
No defiendo con eso el elitismo de la
cultura, pero sí digo que esas obras meritorias y complejas, las que no pueden
entenderse sin aunar lectura y reflexión, esas obras que por su exigencia leen pocos pero cuya
influencia antes o después llega a todos, cada vez van tener menos lectores, y, por tanto, cada vez va a ser menor la
influencia de lo mejor.
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