En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 12 de diciembre de 2022

El segador – Terry Pratchett

 


 

              No creo ni remotamente probable que Las intermitencias de la muerte (2005), de José Saramago, se inspirara en El Segador (1991), pero, aparte de que ambas reservan un papel al humor en sus páginas (si bien con una concepción y desarrollo muy distintos), las dos comparten como argumento una idea: ¿qué ocurre si la muerte deja de existir?

              La idea no es original, porque está en la esencia del ser humano, pero da mucho juego.

              Saramago comenzó aplicando la lógica a esa situación ilógica y acabó, a mi juicio, perdió un poco el rumbo, pues comenzó con algo cercano a la tragedia para acabar en algo parecido a la comedia. De Pratchett, por el contrario, sabemos que desde la primera a la última letra aspira a crear una obra humorística; lo consigue incluso, de forma mucho más ingeniosa que Saramago.

              La Muerte es, desde la publicación de Mort, uno de los personajes más logrados de Pratchett. La Muerte, para la que no existe ni el tiempo, ni los sentimientos, ni las emociones, ni la bondad, ni la maldad, ni la justicia, pero que, debido a su trato siempre correcto, educado y prudente, no hay diálogo en el que intervenga que no resulte tronchante.

              Que la Muerte deje de actuar no deja de ser algo así como «la muerte de la Muerte». Y por ahí andan los tiros, porque lo que recibe la Muerte es la noticia de que le ha sido adjudicado, como a cualquier bicho viviente, un «biómetro», esos relojitos de arena que en los mundos de Pratchett determinan el lapso temporal de cada existencia. Las consecuencias son dos: la Muerte deja de actuar, porque tiene otras cosas que hacer, y, además, se humaniza.

              La humanización lleva al protagonista a acabar trabajando en la granja de una viuda algo tacaña. Lo que mejor se le da a la Muerte, obviamente, es segar. ¡Anda que no maneja bien la guadaña! El entorno y las características del personaje originan no pocas escenas divertidas. El nuevo destino de la Muerte permite al autor hacer numerosas reflexiones (siempre divertidas, pero no superficiales) sobre el sentido de la vida y el por qué, sabiendo que nuestro tiempos es limitado, hacemos las cosas que hacemos. Y, por otra parte, para desarrollar el conjunto de la historia Pratchett circunscribe la ausencia de muerte a dos situaciones concretas (a diferencia de esa otra novela de Saramago). La primera, la «no muerte» de alguien concreto: Windle Poons, un mago que acaba de «no fallecer» a la edad de 130 años; sobre este personaje Pratchett aplica la lógica (del Mundodisco) a lo ilógico del planteamiento, como posteriormente haría Saramago, pero mientras que este basó su novela en extender esa idea a todo lo vivo, Pratchett voluntariamente se olvida del efecto de la ausencia de muerte -salvo en el caso de Windle Poons-, se olvida de los «no fallecidos» en el resto del mundo salvo (y esa es la segunda situación) para crear una distorsión en el devenir del Mundodisco debida no a la falta de muerte sino al «exceso de vida» cuyas originales consecuencias verá quien lea la historia.

              Una novela buena, ágil, entretenida, y que permite a los lectores reencontrarse con la Muerte. Quién iba a decir que algo así haría ilusión, ¿eh?



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