El curso de las cosas es la primera novela que publicó Andrea Camilleri y que, como él mismo confiesa en el apéndice final, bien pudo ser la última, porque las peripecias de su publicación lo hicieron estar un montón de años sin escribir. ¡Menos mal que al final pudo ver la luz, aunque no en ninguna de las formas sucesivamente previstas!
La novela, breve y de lectura fácil, fue publicada en España hace ya bastantes años, ha estado descatalogada casi desde entonces y acaba de ser reeditada ahora, en bolsillo, aprovechando el tirón del fin de la saga de Montalbano.
El curso de las cosas es una novela corta, clara, bien escrita y de calidad, aunque puede defraudar las expectativas de los forofos de Camilleri porque -¿intencionadamente o fruto de que aún andaba buscando su estilo?- el tono no es exactamente el que ha dado tanta buena fama a las novelas «históricas» de Vigàta: tiene todo, menos el deje humorístico tan vinculado al cariño del autor a los personajes, que en esta ocasión no aparece quizá porque Camilleri –cosas de ser novato- no acabó de encontrarse a sí mismo. O sí, y esto es lo que quiso hacer. A saber. Tampoco recuerdo que aparezca mencionada Vigàta, aunque el escenario es reconocible. Lo único cierto es que si alguien tiene la expectativa que he señalado, no la satisfará.
Lo que sí es muy propio del autor es el entorno de la trama: gente normal, perdedores o casi perdedores que se ven en una situación injusta a causa de su vulnerabilidad y de la falta de escrúpulos del poderoso. En este caso el protagonista, Vito, es un hombre joven que tiene una granja de gallinas, que vive en una vivienda cochambrosa porque no tiene para más, con una vecina de la que no sabe mucho, y que se acuesta regularmente con una mujer casada que tampoco le hace ascos a medio pueblo. Lo que le sucede al pobre Vito es que, un buen día, se sabe diana de la mafia y, lo que es peor, ignora el motivo.
La angustia de poder morir en cualquier momento se mezcla con la inquietud por si será capaz o no averiguar el error que han cometido los mafiosos para sacarlos de él, y, también, con la inquietud por si ha hecho algo que no debería, aunque no se le ocurra qué. La mafia, además, habla a través de sus actos, e interpretarlos no siempre es sencillo; si encima interfiere el policía que anda investigando el asesinato de un pastor, las cosas se complican demasiado para Vito, hasta llegar a pensar que la realidad se corresponde con la más habitual tapadera de los crímenes mafiosos: el crimen pasional derivado de un ataque de cuernos.
Al final, como tantas veces ocurre en la vida, la explicación de todo está en los detalles. ¡Cuántas grandes cosas, buenas o malas, no ha provocado un detalle! ¿Cuál? Lo sabrá quien lea la historia.
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