En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 25 de abril de 2024

El museo de cera – Jorge Edwards

 


El marqués de Villa Rica es un hombre mayor, adinerado, que el pasado dirigió los destinos del país a través del partido tradicionalista que presidió y que representaba a la oligarquía dominante que nunca había dejado el poder; pero ahora vive  sin otra preocupación que ir al club a charlar con otras viejas glorias y a jugar al bacará. Eso sí, parece un poco excéntrico, porque en pleno siglo XX de teléfonos y coches sigue viviendo como un marqués del siglo XIX, con su coche de caballos siempre en la puerta con su cochero para ir donde se tercie, con su bastón de empuñadura de plata, con sus polainas… Esta mezcla de estilos de vida, con sus constantes anacronismos, dota a la historia de una especie de aura atemporal que merece la pena disfrutar.

El innominado país en el que transcurre la acción, en el que soplan vientos revolucionarios o cuando menos democráticos, puede ser cualquiera que elija el lector, porque aunque el entorno suena a latinoamericano, el paso de un poder oligárquico a uno democrático ha sido un proceso que, mal que bien, ha vivido todo el mundo occidental.

El marqués, que, como he dicho, en el momento en que comienza la historia es ya un caballero mayor poco dado a las emociones fuertes, se ha dado a la emoción más intensa que podía esperar a estas alturas de su vida: casarse con una mujer más joven y de gran belleza. Otra cosa es el sexo, actividad que al marqués le produce el suficiente repelús como para que sus instintos se conformen con observar a su esposa cuando la hace pasear por la casa más o menos desnuda.

Pero la esposa, claro está, también tiene sus instintos, y para satisfacerlos no le basta acceder al exhibicionismo. De ahí que un buen día, gracias a la cocinera (un personaje al que no hay que quitar ojo) el marqués vuelva por sorpresa a su mansioncilla y se encuentre a su media naranja a punto de ser exprimida sobre el piano, con el corpiño abierto, las faldas levantadas y los muslos al aire, y al profesor de piano ante ella, con los pantalones y todo lo demás (menos una cosa) bajado.

El soponcio provoca dos cosas: la separación de facto del matrimonio y que al marqués le da por inmortalizar aquel trágico momento haciendo reproducir en estatuas de cera la escena que acabo de describir. Tres estatuas: la esposa, el amante y el marido sorprendiéndolos. Completa el capricho dejando las estatuas en su mansión y mudándose a otra que construye intentado replicar la primera. ¿Cabe mayor alegoría del intento de perpetuar una situación en el instante inmediatamente anterior a su ruptura? Es decir, cuando aún no se ha roto, cuando es el último instante de una época.

Digo alegoría porque el trasfondo de la novela no es la vida del marqués, sino la del país donde vive, en el que unas viejas élites se aferran al poder intentado que nada cambie, que todo permanezca como estaba en los felices momentos que precedieron al punto de inflexión hacia la democracia o la revolución.

Pero los tiempos no se detienen, sino que van a trompicones, dos pasos adelante y uno hacia atrás. Y lo mismo ocurre con la vida del marques y los suyos, que sigue un ritmo parecido: el punto de inflexión que supone el adulterio le hace conocer nuevas personas, nuevas clases sociales, compadrear con gente llana y cambiar de ambientes y costumbres; sin embargo, todo lo desplazado (y más si es desplazado del poder) intenta retornar, volver por sus fueros, y es así como vemos que el matrimonio del marqués quizá no esté tan roto, del mismo que la oligarquía intenta volver por sus fueros. Que luego la vida sigue adelante también es obvio, como lo es, y aquí vuelvo a la cocinera, que, en el río revuelto de la política y la historia, como en las vidas de cada cual, siempre hay alguien dispuesto a pescar y a acabar ocupando el lugar por el que todos peleaban y que nadie había querido dejar. También podemos sacar otra lección que, conforme pasan los años, es cada vez más evidente: las personas pasan, los regímenes pasan, pero la riqueza, en cambio, en unas manos u otras, permanece. Y con ella es como se gana y se pierde el poder.


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