Divertidísimo libro en el que Terry Pratchett juega con varios cuentos para niños: la Cenicienta, la Bella Durmiente, Hansel y Gretel, Rapunzel, Caperucita, el Gato con Botas, el Mago de Oz… Solo que en esta ocasión no se trata de que el príncipe bese a la dama para deshacer un hechizo, ni de que la dama bese a una rana asquerosa para transformarla en un príncipe guapetón, sino precisamente de todo lo contrario: se trata de evitar que a Brasas –un alter ego de la Cenincienta- se le ocurra casarse con un príncipe algo más feo que un vulgar batracio.
Quien debe velar por tan elevada misión es un personaje ya conocido por los lectores de Pratchett: Magrat Ajostiernos, un hada madrina sobrevenida, porque en realidad es una joven bruja más idealista que competente, cuya inexperiencia se ve acosada por dos colegas, también conocidas de los lectores: Yaya Ceravieja y Tata Ogg. La primera, una horrible gruñona que más sabe por vieja que por bruja; la segunda, una anciana más risueña. A las tres las conocemos por Brujerías, la parodia de Machbeth firmada por Pratchett, y a la primera de estas dos también por Ritos Iguales. Por supuesto, también está presente el hada rival (¿o la bruja rival?) que trata de hacer algo tan cruel como que la realidad se parezca a los cuentos.
Y esa es la misión de la feorra hada madrina y sus dos amigas: que la realidad siga siendo la realidad sin contaminarse por la fantasía.
Este planteamiento provoca un largo y divertidísimo peregrinar desde el país de las tres brujas hasta «el lugar de los hechos», peregrinar en el que se topan con muchos lugares y «cuentos» o retazos de ellos, en los que los personajes aparecen ante el lector parodiados de un modo tan inteligente e ingenioso que lejos de pensar que Pratchett se aprovecha de su fama la sensación es la de querer más y más. Por supuesto, también hace apariciones esporádicas uno de los personajes más celebrador de Pratchett, si no el que más: la Muerte.
Tras ese viaje que justifica el título del libro llega un largo desenlace, el cual, en realidad, es como una segunda historia enlazada con la primera. También muy divertido, aunque en ocasiones un pelín confuso.
Los recursos humorísticos son infinitos, y aunque no tengo capacidad para juzgar traducciones intuyo que el trabajo necesario para jugar con tanto doble sentido de las frases y con la fonética de las palabras es muy meritorio, y que el traductor debió de sudar tinta y de pasárselo en grande a la vez.
A modo de anécdota, las fantásticas portadas y contraportadas de la serie creo que son las mismas en todos los países. Quizá eso haya provocado un error en la editorial: en la sinopsis los personajes de la novela no se citan por el nombre por el que han sido traducidos al español, sino por el original en inglés.
Lo que nunca acabo de entender es que Pratchett se recomiende como lectura «juvenil». No digo que no lo sea, pero para apreciar tantas parodias como hay en sus novelas hace falta algo más que un barniz cultural.
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