Comienzo con una confesión: tengo algún amigo al que le encanta Jo Nesbo. Eso, y la advertencia por otra vía de que Petirrojo era una de sus mejores novelas, me hizo comenzar a leer desde el principio estas obras protagonizadas por el policía noruego Harry Hole, y así leí Murciélago y Cucacharas para no perderme nada del nacimiento y crecimiento de un personaje relativamente célebre en la novela negra.
Siguiendo con los bichos en el título, por fin le ha llegado el turno a Petirrojo, cuya lectura, habida cuenta de las flores que le habían echado, era el objetivo.
La primera sorpresa es que podría haberme ahorrado la lectura de las dos primeras novelas (aunque tampoco me arrepiento de haberlas leído) ya que el personaje es el mismo solo nominalmente, puesto que la mayoría de sus traumas y su tendencia al alcoholismo que otrora lo caracterizaron apenas asoman la patita en Petirrojo, haciendo de Harry Hole, en esta ocasión, un personaje casi nuevo, un policía más normalito, un buen vecino solterón entregado a su trabajo y capaz de digerir casi todos los problemas.
Y el primero es no pequeño: con ocasión de la visita a Noruega del Presidente de los Estados Unidos, Harry Hole se ve metido en un lío, lo cual afecta a su carrera y, de rebote, lo sitúa ante dos encomiendas muy distintas y aparentemente banales: la de controlar los movimientos de grupos de extrema derecha y la de averiguar, casi por pasar el rato, quién diablos y por qué ha comprado un fusil tremebundo.
Subrayo lo de los grupos de extrema derecha porque, curiosamente, su crecimiento en los últimos años dota a esta novela hoy, en 2022, de una actualidad mayor que la que tenía en el momento de su publicación en el año 2000.
En las investigaciones citadas el grandullón de Harry está ayudado por una policía agradable y simpática, cuyo destino es el que Nesbo, por lo visto, reserva a las chicas guapas que salen en sus novelas. Aunque en esta también sale otra: una comisaria hija de un anciano noruego que en la II Guerra Mundial se piró a luchar en favor del nazismo y en contra del comunismo.
Y esto enlaza con otra de las novedades de esta novela: los saltos temporales entre el presente (1999) y los años cuarenta; movimiento acompañados por saltos geográficos, porque lo que se nos cuenta de aquellos ya lejanos años son las vicisitudes en el frente de batalla de varios de aquellos noruegos que pelearon en favor de Hitler y que cuando regresaron a su país, al final de la guerra, fueron considerados traidores a la patria, juzgados y condenados. Todos ellos son, a finales del siglo XX, hombres que rondan los sesenta o setenta y muchos años, la mayoría con achaques, ya más ancianos que adultos y con un pasado vergonzante.
Nesbo juega con la expectación que provoca lo obvio: aquel lejano pasado y el presente que aparentemente nada tiene que ver seguro que están relacionados. El lector lo sabe, o lo intuye, y desea saber más. Para colmo, respecto a las investigaciones en marcha, aunque en realidad no ha pasado nada, aunque no hay crimen que investigar, sin duda algo ha de pasar y sin duda de alguna manera estarán interconectadas entre sí y con ese pasado al que acabo de aludir.
Azuzada por este múltiple gancho y lubricada la lectura por capítulos muy cortos y ágiles, lo cierto es que Petirrojo es, con mucho, la novela más adictiva de las tres que he leído de Jo Nesbo. La acción atrapa y la lectura se disfruta. No es ningún prodigio literario ni desde el punto de vista de la forma ni por los escasos sentimientos y reflexiones que inspiran la acción o los personajes, pero es una excelente novela de entretenimiento que impulsa una alta curiosidad por el desenlace y solo algo de curiosidad por conocer un retazo del pasado ignorado por casi todos fuera de Noruega; una de las infinitas situaciones que se dieron en la II Guerra Mundial cambiando para siempre la vida y el destino de tantas y tantas personas.
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