En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 28 de noviembre de 2013

El enredo de la bolsa y la vida – Eduardo Mendoza



            Tan bien me lo pasé con La aventura del tocador de señoras que cuando apareció publicado El enredo de la bolsa y la vida no lo compré de inmediato porque preferí esperar, acumular ganas, para luego disfrutar más de la lectura. Lo hice en la creencia de que esta nueva novela mantendría el altísimo nivel de su predecesora. Bueno, pues aunque ambas comparten protagonista y escenarios, poco tienen que ver, y junto con El misterio de la cripta embrujada y El laberinto de las aceitunas forman una serie algo irregular, lo cual bien puede explicarse por las tres décadas y media que separan a la cripta del enredo.
            Invitado a un acto de reconocimiento por doctor Sugrañes, psiquiatra responsable del innominado protagonista durante sus años de encierro en el manicomio, este coincide con un antiguo interno y amigo, Rómulo el Guapo, que le propone dar un golpe. El protagonista se niega, dado que ha conseguido ser una persona respetable al frente de una lamentable peluquería sin clientes y con deudas, y ahí queda la cosa. Pero poco después aparece una niña en la peluquería, diciéndole que Rómulo ha desaparecido, y pidiéndole ayuda para encontrarlo. Con la colaboración de dos “estatuas vivientes”, un repartidor de pizzas y una extremista de izquierdas, el protagonista monta un grupo de trabajo -con centro en un cutrísimo bar llamado Se vende perro-  que se pasa la novela observando aquí y allá, lo que hace que acción haya poca, aparte de algún allanamiento y un corto viajecito a las Costa Brava. Pero no es la investigación, sino una subinspectora de policía, quien les pone sobre la pista de un terrorista internacional, desembocando la cosa en torno a un atentado contra Ángela Merkel.
            El argumento está menos trabajado que otras veces, con poco espacio para la sorpresa,  pero es tan sencillo que casi resulta agradable por su propia simpleza, dado que los personajes no hacen otra cosa que ir y venir. Pero lo que más he echado de menos ha sido, precisamente,  a los personajes. ¿Por qué? Porque el tiempo ha pasado para todos, todos han envejecido, todos están más decepcionados con la vida, más cansados y faltos ya de toda ambición, aunque da la impresión de que el cansancio es del propio Mendoza. Tan evidente es, que leyendo el libro he recordado varias veces unas declaraciones suyas con motivo de la publicación de esta novela, diciendo, con la honestidad que le caracteriza, que este tipo de escritura es muy agradecida porque le cuesta poco trabajo y se vende mucho; por primera vez me he creído que le había costado poco, y hasta me he planteado las razones por las que Mendoza ha escrito esta novela que, desde luego, poco tendrán que ver con las que confesó que le llevaron a escribir El misterio de la cripta embrujada.
              En el enredo, el protagonista ha perdido casi toda la solemnidad que hacía de él una caricatura; es ahora un personaje casi normal, al margen de algún ramalazo; de su extravagancia solo queda sus pocos escrúpulos en materia higiénica, lo grotesco de algunas indumentarias y la costumbre de echarse a dormir en cualquier lugar por incómodo que sea. Se ha perdido también buena parte del absurdo y los personajes secundarios fían toda su gracia a su apariencia, quedando infinitamente por debajo de personajes memorables de La aventura del tocador de señoras, como el Alcalde y Arderiu. Los más conseguidos son la familia china que ha abierto un bazar casi enfrente de la peluquería. Especialmente sosa resulta la Ángela Merkel de la novela, plantada en ella como si su sola presencia en compañía de tanto desarrapado tuviera que ser hilarante. No lo es.  Los personajes, en conjunto, resultan graciosos, pero tienen menos mala sombra de lo que parece, entre otras cosas porque la falta chispa e ingenio respecto al “tocador” implica una pérdida considerable de capacidad crítica. Si en el “tocador” la corrupción pública y privada salían vilipendiadas, en el enredo poco se critica, y sin demasiada intensidad. Hay unas cuantas alusiones a la crisis, pero como entorno, sin que se entre a censurar ni uno solo de los excesos y desajustes que la han provocado. Lo más llamativo, pero no crítico, posiblemente sea la alusión final a la influencia de China en el mundo. Por todo esto El enredo de la bolsa y la vida es, sin duda, la novela más normal de las cuatro que comparten protagonista, la más cercana al concepto de novela tradicional y "de consumo", y como lo que pierde en humor no lo gana en intriga el resultado es modesto. Aunque, claro, los resultados modestos de un autor como Mendoza están por encima de los resultados brillantes de muchos otros. Falta chispa, sí, pero se aprecia profesionalidad y buen hacer.
            La historia, no sé si para hacer más sencillo el humor o para que el lector fiel no se sienta en otro mundo, contiene numerosas alusiones a las novelas precedentes, de las que recupera escenarios y personajes. Cándida, la hermana del protagonista, Viriato, el marido que se echó en la novela anterior, el alcalde de La aventura de tocador de señoras, que tiene una intervención corta en la que aparece completamente desdibujado,  las noticias que se nos dan sobre el comisario Flores y Purines,  de Sugrañes ya he hablado al principio, e incluso aparece “la chica” de El laberinto de las aceitunas, tan hastiada de la vida como el protagonista, y con la que se deja caer una idea que conduce a este, al final de la novela, a un plano completamente nuevo e inesperado, no sé si para dotarlo de una humanidad que escapa de la caricatura y el humor, o para abrir puertas a una nueva novela con un escenario completamente nuevo; no digo a qué me refiero para no fastidiarle a nadie esa sorpresa final, pero sí que lo que se apunta tiene un grave desajuste temporal, lo cual no deja de ser extraño cuando Mendoza ha sido tan puntilloso a la hora de que el tiempo corra para su personaje al mismo ritmo que para el lector.
            En cuanto a los escenarios, todo transcurre en Barcelona, y en concreto en la peluquería El tocador de señoras, que ha perdido su encanto porque mientras que en la novela precedente el lugar era una promesa, una esperanza de una nueva vida para un protagonista capaz de transformar algo tan triste en una oportunidad, ahora, además de conocido, el infecto local ni siquiera es una maldición, quedándose en lo que es: un lugar gris, sucio y en absoluto estimulante.
            En medio de este entorno, de vez en cuando, eso sí, salta la chispa de una escena cómica muy lograda, como cuando se narra el error de Rómulo al asaltar una joyería, aunque otras (como la causa del fracaso del primer atraco que se narra) resulten algo tontas.
            Otra de las cosas que he echado de menos ha sido la habilidad de Mendoza para hacer reír con los nombres. Lo ha intentado, pero El Pollo Morgan, Rómulo el Guapo y otros similares no están a la altura de los Miscosillas, Magnolios, Purines y Plutarquetes.
            Y termino volviendo a algo ya apuntado: el protagonista se ha vuelto menos solemne, menos dado los discursos y la grandilocuencia, como si ya estuviera cansado de todo, y dado que la novela está escrita en primera persona el lenguaje se resiente. Sigue siendo abundante, pero ya no tan florido y, sobre todo, queda mucho más desvinculado del humor. A esto ayuda la ausencia de personajes tan delirantes como el Alcalde y Arderiu, pues los secundarios, en general, están bastante calladitos en esta novela, exceptuando al abuelo chino y a su hijo, cuyo modo de hablar resulta en ocasiones muy gracioso (como cuando se refieren a los “honorables antecedentes penales” del protagonista), pero no da para verborrea alguna.
            En resumen, una novela que se lee muy bien –me le he zampado en dos días-, pero que no está a la altura La aventura del tocador de señoras. Es una novela que disputará con El laberinto de las aceitunas ser la más floja de las cuatro, y posiblemente gane. Dicho lo cual, añado que es una novela infinitamente mejor que engendros que han estado de moda estos últimos años, como Maldito karma o El ángel más tonto del mundo, ambos reseñados en este mismo blog.







2 comentarios:

  1. Después de conocer a Gurb quedé con gusto a poco en la boca. Sería un agrado leer a Mendoza nuevamente.

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