Una de
las mejores novelas que he leído jamás. El mejor resumen de lo que es y supone El
Maestro y Margarita podéis leerlo en la magnífica y emocionante breve nota que,
tras el fin de la novela, ha incluido Marta Rebón, la traductora de esta excelente edición de Navona.
A quien
haya llegado a esa nota le sobra esta reseña, pero para quien no haya leído la
novela y esté dudando si disfrutar de la maravillosa aventura literaria,
histórica y personal que es El Maestro y Margarita, allá van unas cuantas ideas.
El lector que quiera apreciar y
disfrutar al máximo esta obra hará bien en informarse previamente de la
biografía del autor, de todas las humillaciones, sinsabores y problemas que sufrió
y, especialmente, de la larguísima gestación de El Maestro y Margarita (escrita
entre 1929 y 1940), novela que sabía que era su gran obra y con la que también
sabía que sacrificaba cualquier posibilidad de bienestar material para preservar
su honestidad intelectual; una novela tan importante para Bulgákov que fue a
ella a la que dedicó los que sabía que eran los últimos momentos de su vida. El
resultado, imposible de publicar en la Unión Soviética de su época, lo
disfrutamos todos hoy, aunque Bulgákov tuviera que escribir desde la amargura
de saber que él nada bueno iba a sacar de ella en vida, salvo la tranquilidad
de conciencia, lo cual da idea de su compromiso intelectual y de su honestidad.
Aunque
las anotaciones de editores y traductores tienen un número de forofos limitado,
me cuento entre ellos; ayudan a saborear las cosas, y en el caso de El Maestro
y Margarita especialmente, pues la carga crítica de muchos detalles sería
inapreciable para la mayoría de los lectores. Además, así como los pormenores
de las andanzas de otros regímenes totalitarios son más conocidos, los del
régimen soviético, en especial durante el periodo estalinista, no forman parte
de la «cultura general», por lo que toda información es poca.
El
Maestro y Margarita es muchas cosas a la vez. Ante todo, una sátira demoledora
del régimen soviético y su violenta locura por uniformizar, que sobrepasó el
ansia de poder típica de cualquier dictadura y el ansia de uniformización
económica propia de la ideología que la sustentaba para intentar reducir la
mente de cada ciudadano al reflejo de una mente colectiva dictada desde el
poder. Bulgàkov, como otros grandes escritores, recurre al humor como
instrumento de crítica. La secuencia de sucesos absurdos, de situaciones
cómicas, es tal, que El Maestro y Margarita es también una novela de humor,
aunque a veces al lector se le olvida abrumado por lo ambicioso y arriesgado
del proyecto. Pero la novela es también una maravillosa novela de amor y de reflexión
sobre el bien y el mal y, ante todo, una obra tan ambiciosa que se transforma
en colosal cuando, página a página, esa gigantesca ambición intelectual de
Bulgàkov va tomando forma ante los ojos del lector.
La
historia entremezcla la presencia del diablo en Moscú (bajo el nombre de
Woland, en el que hasta la morfología de la W es significativa, por lo que
sabrá quien lea la novela) acompañado de un séquito tan pintoresco que más parecen
una compañía de cómicos que un hatajo de demonios. Su capacidad para predecir
el futuro y para alterar el funcionamiento natural de las cosas produce una
catarata de acciones y reacciones insólitas con las que casi todos se retratan. Todas
esas idas y venidas tienen un fin, que afecta a las otras dos historias que a su
vez se entremezclan: la de aquellos a quienes todo les da igual -hasta la compañía
del diablo- porque tienen objetivos sublimes que están por encima de ellos mismos
(el amor) y la historia de Poncio Pilatos. He dicho antes que además de una crítica
del régimen estalinista El Maestro y Margarita es también una obra sobre la
naturaleza del bien y del mal. Bien, pues por esto último, lo es también sobre
la naturaleza el perdón.
Merece
la pena leer con sosiego para disfrutar del alarde de imaginación y, también,
de conocimientos: las alusiones y el simbolismo contribuyen a elevar esta
novela hasta las mejores que cualquier lector pueda leer en su vida, como
también la elevan sus peligrosos silencios, que lo mismo denuncian los modos de
operar de las autoridades soviéticas que muestran las arriesgadas decisiones y
determinaciones de algunos personajes. Bulgákov trabajó con todo: con palabras,
silencios, humor, crítica, amor, historia, valores…
Leí esta novela durante el lluvioso puente de la Constitución, aprovechando la disponibilidad de tiempo. Fue un acierto. No es especialmente larga (incluyendo las notas, unas 550 páginas), pero sí merece la pena leerla despacio, con sosiego, y también con continuidad. Buscadle el momento adecuado. La novela os devolverá el esfuerzo centuplicado.