En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 7 de enero de 2019

Sylvia – Leonard Michaels




              Fantástica novela autobiográfica que, a partir de un recuerdo que tiene algo de liberador, consigue crear belleza desde la tristeza, la locura y buena dosis de violencia doméstica.

              La novela, corta, de unas 130 páginas, supuso, sin embargo, un ingente trabajo para el autor, uno de los más importantes del siglo XX en Estados Unidos, que no la dio por terminada hasta 1992.

              Sylvia es el nombre de la protagonista de una historia contada en primera persona por un narrador, trasunto del autor. Una mujer de extrema inteligencia, pero también caprichosa, imprevisible, insegura y, por encima de todo, desequilibrada.

              Los dos se conocen con muy pocos años y, de modo inmediato, se van a vivir juntos en el Nueva York de los años sesenta y se casan. Los cuatro años posteriores, los conocemos a través de una exhibición de intimidad tan clara como carente de exhibicionismo: solo sabemos lo justo, aunque es muy íntimo. Cuatro años que son un infierno continuo en el que no arde más que el temperamento de Sylvia, que calcina todo. Leonard, el escritor que aún no lo es pero lo intenta, se va adaptando a ese temperamento, o defendiéndose de él, al tiempo que en el proceso de adaptación a esa en realidad desconocida, va creciendo, entre las dificultades y la secuencia de disgustos y escenas, el amor.

              Habla la contraportada del «poder destructivo del amor», aunque más exacto sería decir del poder constructivo, porque esta novela no se entiende sin el amor de Leonard a Sylvia, y del patológico modo en que ella lo ama a él; y es a partir  del amor de Leonard, de ese esfuerzo por comprender que parece guiar la novela, como se crea la belleza a partir de la sordidez.

              Si hay algo destructivo es el concepto de amor que tiene Sylvia, más vinculado al uso del otro para cubrir las inseguridades propias que al mover un dedo en beneficio de aquel a quien dice amar. El «poder destructivo del amor» está muy vinculado al egoísmo y al egocentrismo de los que Sylvia, pese a todo, es más víctima que responsable.


              

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