«Cerrado
por melancolía», decía el cartel con el que Isidoro Blaisten anunció a sus
clientes el cierre de la librería que regentaba. «Cerrado por melancolía» es
también el título de uno de los relatos que componen este libro.
Todos son
fenomenales, ricos, en gran medida floridos hasta cuando descienden a lo
cotidiano, pero también complicados de leer y un tanto confusos pues lo que
aparece ante el lector más que un relato es una secuencia de pensamientos
más o menos, menos o más, hilados entre sí, siempre engrasados con gotas
de humor que aparecen por los intersticios de las ideas.
Si a
veces se plantea el debate sobre escribir o no como se habla, Blaisten
lo tiene claro: y escribe como se piensa. Caóticamente. Sin embargo, hay una
notable concesión al idioma, tan versátil, tan cuidado, tan mimado diría yo,
que hasta cuando cuesta entender lo que se dice se disfruta haciendo el
esfuerzo de leer. Especialmente confuso y brillante es el último de los
relatos, que ocupa alrededor de la quinta parte del libro, un divertido
delirio.
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