En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 4 de abril de 2019

El apocalipsis fue ayer




              Dicen que las grandes editoriales asfixian el mercado con prácticas oligopolísticas, impidiendo a las pequeñas editoriales distribuir en condiciones de igualdad; dicen que se fomenta la literatura-basura; que ciertas editoriales seleccionan autores más por sus seguidores en las redes sociales que por su talento para escribir; que el ebook sigue sustituyendo lento, pero sin pausa, al papel; que no hay mamarracho televisivo que no expulse a la literatura de los escaparates firmando un libro que ni siquiera ha escrito; que entre la falta de demanda y el cambio de hábitos de consumo las librerías independientes -refugio de las editoriales pequeñas, donde nace la biodiversidad literaria- van cerrando o reconvirtiéndose en negocios con menos espacio para el libro; que las bibliotecas tienen menos fondos para adquirir ejemplares; y que la piratería corroe lo que queda en pie después de todo lo anterior.

              Dicen, pues, que está llegando el apocalipsis de la literatura.

              Y, sin embargo, la literatura floreció a partir del siglo XVI y sobre todo del XVII, cuando las tasas de alfabetización eran ínfimas (aquí podéis ver untrabajito sobre siglo XVIII y, en el encabezado de la entrada, un corto vídeo sobre el asunto). Una época de sociedades rurales donde las librerías estaban en capitales solo accesibles tras caminar a pie o en borrico decenas de kilómetros. De todas formas, ¿para qué iba a haber librerías en los pueblos, si en una economía de subsistencia casi nadie podía permitirse el lujo de comprar un libro? Así estuvimos hasta comienzos del siglo XX. Y, sin embargo, ahí están Cervantes, Dickens, Víctor Hugo, Tolstoi, Shakespeare, Quevedo, Dumas, Andersen, Poe, Gogol, Dostoievsky,…

              Ahora la alfabetización está en máximos históricos; hasta en el pueblo más recóndito se puede tener un libro casi ipso facto comprándolo en las muchas librerías que venden a través Internet; y, además, los niveles de renta hacen frecuentísimos los dispendios de valor equivalente o superior al de un libro, así que, ¿por qué no dilapidar leyendo?


             

              

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