Por fin
he leído algo de Padura y, original que es uno, he comenzado por el principio.
Pasado perfecto es la primera novela protagonizada por el teniente cubano Mario
Conde.
Publicada
en 1991 Pasado perfecto transcurre en la Cuba de los años 80, en un ambiente
que se desenvuelve entre la clase obrera a la que más o menos pertenece el
teniente y la clase privilegiada del entorno del poder, lo cual no quiere decir
que haya un tono de denuncia más allá de dar cuenta de un tipo de prácticas
estatales que sorprenderá a los habituados al libre mercado. Habitualmente, las
novelas sobre Cuba que se han abierto camino fuera de allí son bastante
críticas no solo con la organización económica, sino también con la desigualdad
que genera y con la falta de libertades propia de cualquier régimen
dictatorial. No es el caso de Pasado perfecto, obra en la que vemos
desigualdades y el control de las autoridades, pero de un modo «suave».
El
teniente Conde recibe un aviso: el reciente día de Año Nuevo ha desaparecido
Rafael Morín, un alto responsable de la empresa nacional de exportaciones e
importaciones; uno de los pocos cubanos, por tanto, que puede entrar y salir de modo habitual de Cuba, lo que implica que su adhesión al régimen se supone
inquebrantable.
Ocurre
que el teniente Conde sabe mucho sobre Morín, puesto que fueron compañeros de
colegio, y no puede evitar que su opinión sobre él condicione su
actitud ante la investigación. Morín, de adulto, ha confirmado cuanto prometía
siendo un chaval. El tipo brillante, buen orador, rápido de reflejos, ambicioso
y sociable como pocos ha conseguido llegar donde apuntaba: lejos. Todo lo
contrario que Conde, que carecía de tales habilidades y ambiciones y su destino
ha llegado en oscura consecuencia. Pero es que además Rafael Morín se acabó casando
con Tamara, de la que Conde estaba enamorado.
La
investigación vuelve a ponerlo en contacto con ella, y además obliga a escarbar
en la vida Morín para tratar de averiguar qué ha sido de él, por lo que existe la oportunidad de que, muchos años después, Conde pueda desenmascarar ante
Tamara al trepa oculto tras el cúmulo de virtudes –impostadas, en opinión de Conde- que
Morín siempre había derrochado. Las cosas, sin embargo, no son tan sencillas. A
lo mejor el tipo era, verdaderamente, un encanto. Lo sabrá quien lea hasta el
final la novela.
En
estas transcurre la investigación, y las reflexiones del protagonista permiten
que el lector lo vaya conociendo tanto en su pasado como en su presente y,
sobre todo, en sus dudas e inquietudes.
Una
obra correcta, bien escrita, con dominio de los tiempos y de las situaciones,
donde la acción transcurre sin prisas, que se lee con facilidad y resulta
agradable, aunque no se lee con voracidad.
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