¿Qué es la madurez?
Leyendo este libro, que habla de ella por omisión, se diría que es la asunción del papel que te corresponde en todas y cada una de las facetas de la vida. Es decir, admitir que eres quien eres; admitir que eres la mierdecilla que eres porque, hagas lo que hagas, solo eres un ser humano más, una molécula más en la historia del universo; un ser completamente prescindible para todos y quizá incluso hasta para ti mismo. Así que, ¿qué es la inmadurez? Creer que eres algo distinto o, como le ocurre al narrador y protagonista de esta historia, creer que puedes llegar a serlo.
Quien más y quien menos todos somos inmaduros, porque quien más y quien menos tiene mejor o peor opinión de sí mismo de lo que la tienen los demás; juicio, el ajeno, que es el que determina nuestro papel real en la sociedad aunque luego cada uno crea otra cosa. La peculiaridad del protagonista de esta inteligente y divertida historia es que su inmadurez va más allá del pensamiento y de las pequeñas acciones o manías conexas; de modo esporádico se manifiesta en excentricidades y extravagancias, y, en otras ocasiones, en no tener ni idea de qué hacer ante una realidad concreta. Es lo que tiene no saber cuál es tu papel.
Contado en primera persona por un narrador que se dirige al lector tratándole de usted, Retrato de un hombre inmaduro es una obra lúcida porque a través de los pensamientos hechos texto del protagonista se muestra la perplejidad del hombre ante la realidad y el permanente sueño de escapar de ella y sus limitaciones. Es también una obra divertida, porque, aunque tiene el poso de amargura derivada de la impotencia para encontrarse a sí mismo, las anécdotas que le ocurren al personaje son creíbles y risibles. Y, por último, tiene mucho mérito armar este muestrario que traslada una idea muy concreta de la desorientación humana sin que haya nada parecido a una trama o un argumento, porque lo que cuenta Retrato de un hombre inmaduro es una secuencia de recuerdos más o menos sin orden ni concierto con el único nexo en común de su protagonista y de sus relaciones, siempre complicadas, con el mundo.
Una magnífica manera de exponer la desorientación del ser humano y de llegar a la conclusión de que si alguien no se siente desorientado ante la vida es, seguramente, porque ha renunciado a contemplar alguna parte de ésta; es decir, porque está completamente equivocado.
Quizá, incluso, es que la madurez no existe.
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