En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 7 de noviembre de 2022

Si te dicen que caí – Juan Marsé

 


 

              Los sentimientos y las emociones también se dejan en herencia, como el patrimonio, pero a diferencia de éste no pasan de padres a hijos, sino que se transmiten por vía ideológica, o cultural, o por las circunstancias, influencias y experiencias de cada cual. Por eso, 83 años después de haber finalizado la Guerra Civil aún resulta imposible habla de ella sin que la mayoría de las personas se posicionen a favor o en contra de uno de los bandos (como si solo hubiera habido dos). Además, a pesar de que, como dice el catedrático de Historia Julián Casanova, la Guerra Civil española ha sido el segundo conflicto bélico más estudiado de la historia después de la Segunda Guerra Mundial (pero, avisa, hasta hace escasos años solo estudiado con rigor por historiadores extranjeros) aquí nadie se pone de acuerdo sobre ella, ya que en España fue imposible estudiar o publicar nada riguroso sobre la guerra durante la dictadura; tampoco se hablaba con rigor en los colegios, ni en los medios ni en ningún sitio, y tantas décadas de silencio han alumbrado generaciones de ignorantes incapaces de transmitir a sus hijos o alumnos nada más que generalidades vacías de contenido, eslóganes, mitos fundacionales del nacionalismo español y frases hechas. No ha sido hasta el siglo XXI cuando a los estudios «canónicos» (todos de autores extranjeros, muchos de ellos británicos) sobre la Guerra Civil se han incorporado las primeras obras de historiadores españoles, y muy poquito a poco. Por todos estos sentimientos aún vigentes que cabalgan a lomos de la ignorancia rampante que acabo de describir, Si te dicen que caí (publicada en 1973 en México porque en España era imposible) es una novela comprometida y beligerante, que aborda algo aún menos conocido por los españoles que su propia Guerra Civil, pero no menos dramático para muchos: la posguerra.

              Barcelona. Barrio del Guinardó. Años cuarenta del siglo XX. Cualquier adulto significado como «rojo» ha sido fusilado o encarcelado en condicionas inhumanas. Unos cuantos, en la clandestinidad, deben conformarse con seguir vivos, y unos pocos de ellos, ajenos al peso de la realidad, practican sabotajes y atentados. A sus hijos, los hijos del fusilado, del encarcelado o del disuelto en la clandestinidad, los encontramos en el entorno de un orfanato femenino. Los chicos llevan la vida que pueden, callejera, divirtiéndose con lo que hacen y con las «aventis» que inventa uno de ellos utilizando como material la realidad, descubriendo el sexo y el amor; y ellas, las chicas del orfanato, también están descubriendo el amor, el sexo y las pillerías sobre la base de un futuro que solo puede acabar en la servidumbre de los «señores acomodados» -que están a bien con régimen o forman parte de él- o en la prostitución, que es también el medio de vida de muchas de las madres de todos estos muchachos -una vez perdido el soporte económico que los maridos representaban y habida cuenta de que tampoco era sencillo encontrar trabajo siendo mujer y esposa o viuda de un «rojo». Una sociedad que ha sido dividida desde el poder entre «los nuestros» y «los otros», donde los primeros encuentran prebendas y facilidades y los segundos solo problemas, sospechas, miedo y terror.

              En este marco discurre la vida del grupo de amigos (chicos), mucho más independientes que las chicas, tuteladas por el orfanato. Alguno de ellos comienza a volar en busca de independencia y amores, pero en esa búsqueda tropieza con la pobreza y la explotación –incluida la sexual- a manos de alguno de los señoritos vencedores, que gozan de impunidad. En esos pocos años que van de la pubertad a la juventud vemos a niños que pasan a ser hombres que buscan un camino, aunque alguna niña es transformada antes en prostituta que en mujer; entre ellas, una prostituta que el paso del tiempo hace mítica, porque demasiada gente, entre ellos algunos poderosos, la busca. ¿Por qué? ¿Qué secreto guarda? Uno de sus buscadores es uno de aquellos chicos, que se enamoró de ella, o algo parecido, cuando ambos, siendo críos, fueron forzados a tener relaciones sexuales para satisfacer el voyeurismo de un paralítico de guerra pudiente e influyente.

              La narración, fantástica, alterna recuerdos del presente (1973) compartidos entre uno de aquellos muchachos (ahora celador en el Hospital Clínico) y una monja (entonces huérfana del orfanato) a cuenta de los cadáveres de un matrimonio –también chicos de Guinardó treinta años atrás, conocidos de ambos- y sus gemelos, llevados al hospital tras un accidente de tráfico. La narración alterna versiones de unas mismas realidades, que mezclan testimonio, la imaginación de las «aventis» y elucubraciones. La mezcla es brillantísima: el lector nunca sabe cuándo se le está contando la verdad; ni siquiera si alguna vez se le llega a contar; y, sin embargo, termina la lectura con una intensa sensación de verdad y autenticidad.

              Los chicos que protagonizan la historia saben que hay adultos. Y muchos tienen para ellos un aura mítica. Han muerto, o están en la cárcel, o en la clandestinidad pensando en devolver el golpe a los sublevados.  Si te dicen que caí también es la historia de algunos de estos adultos. Trabajadores transformados en carne de cañón durante la guerra y, más tarde, algunos, endurecidos hasta transformarse en delincuentes y terroristas. Entre estos últimos, casi todos son idealistas a quienes el paso del tiempo y la impotencia devuelven al orden para situarlos a las puertas de la vejez solos y asombrados por cómo pudieron ser tan ingenuos de no advertir el aplastante peso de la realidad consumada. Ya adultos, todos los que perdieron lo mejor de sus vidas en la lucha contra una dictadura apoyada por el fascismo y el nazismo, viven perplejos por cómo la realidad consumada de su fracaso ha borrado en ellos todo entusiasmo, todo ideal, todo afán de lucha; por cómo se han acabado adaptando a los designios del vencedor, sacrificando el ideal de una sociedad libre a cambio de poder conservar algo tan pequeño en comparación como su insignificante vida individual; aplastados por cómo el fuerte impone su poder hasta que la resignación, y con ella la humillación, se acepta pasivamente por los vencidos, que ya no se sienten vencidos por un oponente sino derrotados por su propia debilidad.

              Si el dominio del lenguaje es magnífico, resulta abrumadora la capacidad de Juan Marsé para, a partir de un conjunto de historias complejas, crear aún más confusión de modo intencionado y, de todo ese revoltijo, sacar tanta luz.           

              ¡Qué grande!

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