En el hermoso
final de La vida es bella, la película de Roberto Benigni, cuando el
protagonista pierde toda esperanza sobre sí mismo pero la aguanta en el futuro de su hijo, recurre al humor para que el niño también la mantenga. Si «es lo
último que se pierde», la esperanza, antes de extinguirse y de arrastrarnos con
ella, se viste de sonrisa para mirar a un futuro quizá mínimo. O quizá es que nuestra última esperanza es, siempre, llegar a sonreír por última vez.
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