Los
lectores no olvidan los personajes memorables. Desde Wilt (1976) hasta La
herencia de Wilt (2009, publicada cuando Sharpe cumplía los 81) pasaron 33 años
en los que Wilt solo vio la luz en 1979 (Las tribulaciones de Wilt), 1984 (¡Ánimo
Wilt!) y 2004 (Wilt no se aclara).
Sharpe
murió en 2013, por lo que La herencia de Wilt cierra la saga. Lo hace sin
abandonar ni un milímetro sus orígenes ni aportar nada nuevo, y sin la frescura
de otras de las novelas de Sharpe, pero con solvencia. Se trata de una historia
que crece poco a poco para culminar al final, a diferencia de otras en las que
el lío morrocotudo aparece pronto y la gracia y la tensión se mantienen gracias
a los equívocos que provocan que Wilt aparezca como culpable de todo.
En
esta novela encontramos al Wilt de siempre, amargado en el trabajo y en su
hogar, casado con la misma lunática y con las cuatrillizas creciditas y
convertidas en psicópatas. Un fracasado carente de ilusiones y consciente de su
fracaso vital. Sharpe se permite el lujo de ciertos anacronismos, como el uso del teléfono móvil, que nadie imaginaba 33 años atrás, años que no han pasado para Wilt, estancado en la indefinida edad del padre de unas adolescentes. A la familia Wilt unamos el típico aristócrata o pseudoaristócrata gruñón que
desprecia a todos y a todos trata a patadas desde el pedestal de su superioridad
económica, el sentido más o menos forzado del linaje, la existencia de
personajes que se aprovechan de su dinero, repartamos entre ellos diversas
filias sexuales y el estado de celo adecuado para dar juego, añadamos un chiflado
que no llega a excéntrico y que se dedica a hacer impunemente locuras que le
son consentidas porque aún no ha matado a nadie, y con todos esos ingredientes recurrentes en Sharpe la novela sale adelante con
la excusa de que para pagar el colegio de las cuatrillizas la esposa de Wilt
consigue a este un trabajo en verano: dar clases particulares a un zumbado que
pretende entrar en la universidad, trabajo a desarrollar en la mansión en la que
dicho ser vive junto a su madre –una más o menos promiscua lady de buen ver- y
a su padrastro –el sir que odia a todo el mundo, especialmente a los más
cercanos-; entre medio un tío de la lady, antiguo coronel -el viejo militar, otro tipo de personaje recurrente en Sharpe-, cojo y tan gruñón
como el sir, amén del personal de cocina y algún otro que pasaba por allí. ¿La
trama? El enredo preciso para que pase algo lo bastante gordo y liado, y los
equívocos y circunstancias que harán que Wilt,
como siempre, pueda temer verse culpabilizado; aquí es donde se echa de menos
la brillantez de Sharpe en otras novelas, porque en esta ocasión esto se
consigue muy regularmente y, como he dicho antes, tan al final que no ha lugar
a tensión alguna.
Trama liviana, enredo moderado, tensión creciente pero inexistente durante más de la mitad de la novela, y donde no alcanza el enredo tampoco lo hacen los personajes ni la amplia
concesión al humor negro en que se sustenta el desenlace.
La
discreta despedida de un grande del humor.
Nota:
Una anécdota personal. En 2011, cuando publiqué La
terrible historia de los vibradores asesinos, aunque me decían que iba bien,
sabía que no podía competir con las grandes editoriales, que tienen copada la
distribución minorista. Mi novela tenía difícil llegar al público simplemente
porque no estaba a la vista. Se había publicado solo en papel, no había pensado en
hacerlo en ebook, y ni se me pasó por la cabeza verla en ningún ranking. Pero la vi. La
primera vez fue cuando un amigo me dijo «¡Eh, que en FNAC estás por
delante de Tom Sharpe!». Pensé que era un error, pero no. Ahí estaba, delante
de Sharpe, delante de La herencia de Wilt. No di crédito, pero ahí estaba, y para mí es la imagen de un momento que muchos sueñan y casi nadie alcanza ni siquiera fugazmente, momento que tuvo luego continuidad en FNAC durante unos meses más y durante diez en la Librería Central (en este caso, entre los cinco más vendidos de todos los géneros), y ahora, ya en ebook, en estos últimos diez meses en los que en Amazon ha sido número 1 de humor en cinco países y top 5 en otros dos. Todo esto que vino luego lo asocio en el recuerdo a ese momento ya lejano, a ese «¡Estás por delante de Sharpe!» Sin embargo no sé donde metí la «foto», pero valga esta otra de
aquellos días, donde Ajonio Trepileto estuvo segundo en FNAC-Humor en España, en papel, por delante
incluso de Wilt, cuya herencia quedó detrás, pero cuya imagen siempre me trae estos recuerdos.
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