Recordaré este breve libro por lo mucho que he aprendido, por los magníficos ratos que me ha hecho pasar y por cómo lo he leído: aprovechando desayunos solitarios. El cuarto de hora de lectura que aproximadamente requiere cada capítulo, el tamaño de la letra y la edición son inmejorables para leer de esta manera. De resultas, me ha costado varios meses acabar lo que casi puede leerse de una sentada, pero eso es lo de menos. Lo importante es el contenido y saborearlo y digerirlo poco a poco.
¿Y cuál es?
Pues lo que dice el título: un testimonio. Pero qué testimonio.
Javier Solana es, posiblemente, el español que más lejos ha llegado en la política internacional en los últimos siglos. Ha estado en puestos clave en momentos cruciales, lo cual demuestra que era de la confianza de la mayor parte de la comunidad internacional, incluso de la confianza de países y bloques enfrentados o recelosos entre sí, lo cual dice mucho y bueno sobre la capacidad y honestidad que todos le reconocían. Claro que estas son mis palabras, no las suyas. Las suyas en estas páginas siempre resultan alentadoras e inspiradoras, pero nunca vanidosas o egocéntricas.
Con un lenguaje diáfano, Solana hace un repaso, no siempre cronológico, de la evolución del mundo desde que él se incorporó a la política, especialmente a la política exterior. Los cambios en pocas décadas han sido monumentales: fin de la Guerra Fría, caída del muro de Berlín, desarrollo de la globalización y el multilateralismo, paso de un mundo bipolar a otro unipolar y vuelta a otro bipolar con la ascensión de China, cambios brutales en la definición de las potencias regionales, caída de la influencia de las instituciones del viejo orden, aparición de otras nuevas a apadrinadas por los «BRICS» (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), una pandemia mundial, pasos atrás de la mano de los populismos, guerras de exterminio en Europa, redefinición de los bloques, construcción de una Europa de dimensiones inimaginables hace solo pocas décadas… E incluso ahora, nuevamente, guerras de conquista.
El libro es una maravilla por la información que da, siempre de primera mano, por la claridad con la que escribe Solana, por lo fácil que hace la comprensión de relaciones de poder complejísimas con una maraña de raíces históricas, económicas, políticas y personales de sus protagonistas, y porque no hay un solo párrafo banal: es la obra de un hombre inteligente, con un dominio de la materia apabullante gracias a lo cual es capaz de sintetizar lo esencial a un ritmo impresionante.
Aunque no claramente delimitadas, el libro tiene dos partes, o dos enfoques. El primero es la vista al pasado. Recuerdos y memoria que sirven para explicar cómo fueron las cosas y por qué fueron como fueron. Interesantísimo. Pero aún me lo ha parecido más el análisis de la situación presente, la que deriva de los últimos años, de la guerra en Ucrania, del ascenso de China, de la aparición los populismos, en especial el de Trump, de la posición de Europa… Aquí Javier Solana no se limita solo a contar y a explicar, sino que, de un modo comprometido y lúdico, expone oportunidades y riesgos.
Grandes oportunidades, pero también, la verdad, enormes riesgos.
Imposible, ante ellos, que el lector no sienta algún tipo de apelación a la toma de conciencia de la responsabilidad individual de cada ser humano sobre el destino colectivo de todos.
Y al hablar de riesgos, porque se diría que estamos muy cerca de no saber o poder sortear unas décadas convulsas, me produce no poca inquietud algo que no por sabido es menos peligroso y que en este libro se ve claramente: el papel que juegan la personalidad, intereses y carencias de los líderes y las relaciones personales en las relaciones diplomáticas.
Me ha gustado también el perfil que, sin pretenderlo, Javier Solana ha pintado de sí mismo: un hombre comprometido con el bien común, que ha llegado lejos no empujado por la ambición sino por el trabajo incansable, riguroso, lúcido e inteligente; y, sobre todo, por la amplitud de miras necesaria para comprender al opuesto y el imprescindible pragmatismo necesario para saber que, por lejano que esté ideal, sólo se avanza paso a paso, y que el objetivo en cada momento solo puede ser dar el siguiente paso, por más lejos que tras un solo paso siga quedando el ideal.
El título es rotundo al aludir a un mundo incierto. Esperemos que las incertidumbres evolucionen a certezas positivas. Trabajemos para que eso suceda. Aunque me temo que quienes actúan en dirección contraria son más ruidosos y lo tienen más fácil, porque la irresponsabilidad no tiene el límite de la racionalidad ni el del bien común.
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