Igual que el deseo de la mayoría de países de tener un razonable orden económico se ve perturbado por los paraísos fiscales, que rompen esas reglas en beneficio propio y en perjuicio del resto, cabe temer que frente a una mayoría de países dispuestos a hacer un uso racional y digno de la neurociencia aparezcan algunos paraísos neuronales que disminuyan, en provecho propio y en perjuicio del resto, la protección de los datos y la dignidad del ser humano.
José María de Teresa, que no es escritor sino científico, parte de esta posibilidad para elaborar una novela donde el hilo conductor son los más que probables avances científicos en los próximos años, los problemas y dilemas éticos que producirán y las eventuales consecuencias de dar una solución u otra.
Y es que la protagonista del libro, más que ningún personaje, es la neurociencia. ¿Y qué es la neurociencia? Me atrevería a definirla como el resultado de aplicar a una especialidad médica, la neurología, los avances en materia de electrónica, inteligencia artificial y nanotecnología. Lo que puede dar de si que las neuronas se comuniquen a través de impulsos eléctricos lo sabrá quien lea esta novela, que deja claro que no está lejos el momento en que se pueda más o menos leer el pensamiento, algo hasta ahora utópico que permitía considerar el cerebro el último e inasaltable reducto de la intimidad, como hizo Orwell en 1984 -según cita el autor- o Ray Bradbury en Fahrenheit 451.
Leyendo esta novela, la fascinación que producen las oportunidades que se abren solo son comparables al temor producido por los inmensos peligros que implican.
La exposición de los procesos y posibilidades de la ciencia es el leiv motiv de esta obra, hasta el punto de que eso afecta notoriamente a los diálogos -cuyo destinatario es el lector, que precisa de la información que ya conoce el interlocutor del hablante- y en cierta medida a la trama de espionaje industrial, que más que un objetivo es solo una excusa para elaborar esta interesantísima cata de las gigantescas posibilidades y problemas que se nos vienen encima.
Contra lo que pueda parecer, 2037. Paraíso neuronal no es una novela de ciencia ficción. De hecho, el horizonte que plantea en el título, solo quince años, ya es revelador. El autor no hace futurología, sino que avisa. Si alguna duda le queda al lector, para salir de ella le bastará con leer los dos epílogos firmados por otras dos personas vinculadas al mundo de la investigación científica: Alberto Jiménez Schuhmacher y por María López Valdés.
Una novela cuyo valor -grande- está más en el fondo que en la forma.