(Serie Montalbano, 21)
Dos veces,
dos desastres, he intentado escribir algo a cuatro manos. La primera, en el
cuaternario, porque la absoluta falta de planificación engendró el embrión de
monstruo indigerible e indirigible; la segunda, por las diferencias de
compromiso. Lo cuento porque en este brevísimo experimento firmado por Andrea
Camilleri y Carlo Lucarelli –que tiene el mérito de haber salido adelante, si
bien sus escasas páginas tienen un nivel muy inferior al que yo deseaba para
mis propios experimentos- reconozco parte de los dos problemas.
Por la boca
muere el pez se gestó por iniciativa Daniele Di Gennaro, a raíz del rodaje de un encuentro entre Camilleri
(nacido en 1925) y Lucarelli (1960). A partir de unas ideas sospecho que más
mínimas de lo que se da a entender en la explicación del parto, ambos autores,
con la agenda cargada de compromisos, tardaron largo tiempo en alumbrar esta
obrita. Siguieron el simplísimo y poco útil procedimiento de alternarse
escribiendo cada uno una parte que el otro continuaba, cuando le venía bien o
le daba en gana, teniendo que resolver los problemas en los que el anterior lo
había metido. Si tuviera que pronunciarme sobre si se trata de un proyecto
literario o de un juego entre dos personas que ponen a prueba su capacidad e
imaginación, apostaría por lo segundo.
Al
pobre Montalbano, como decía hace poco al reseñar «Tirar del hilo», se le han
debido revolver las tripas también al ver como título en la edición española
una expresión hecha. No cabe esperar mucho más de las páginas de la obra, cuyo
atractivo comercial, que no literario, radica en encontrar en las mismas
páginas a los protagonistas de dos sagas novelescas distintas: el comisario de
Vigàta, Salvo Montalbano, y la inspectora de Bolonia Grazia Negro. Ocurre, sin
embargo, que Lucarelli no ha sido traducido al español, por lo que los lectores
de estos lares, que no podemos reconocer para bien ni para mal a la inspectora,
nos perdemos la mitad de la gracia, que equivale a la totalidad de la Grazia.
Por provocar cayendo en las expresiones hechas que tanto repugnan a la literatura y
a Montalbano, diré que la novela, por lo que al comisario afecta, más recuerda a
un pez fuera del agua, y eso que la estructura es en todo similar a la de esas obras
de Camilleri construidas a partir de la ordenada exposición de cartas, informes
y noticias. Y es que cuando Grazia Negro pide ayuda a Montalbano para cometer
ciertas tropelías investigadoras no muy dentro de la legalidad, el comisario se
presta a ello pero acaba fuera de Sicilia, perdiendo en el viaje buena parte de
su idiosincrasia, porque Montalbano es el personaje y cuanto le rodea. Sí se notan
aspectos que no sé si son de Lucarelli, pero no de Camilleri, como el manido
recurso a «malos perfectos e implacables» que además firman crímenes de autor.
Para
mí, un experimento literario fallido, necesitado de mucho más trabajo y cuidado
para que los personajes no sean lo que parecen: «peces fuera del agua», pero
interesante para reconocer los caprichos, la pereza y la defensa de los egos
de dos escritores que se prestan voluntariamente a confrontarlos. Además, se
lee en un rato.
Y
en cuanto al argumento… Una pequeña calamidad en la que partiendo de lo que he
dicho aparece una trama de malos muy malos un tanto jamesbondiana, que se plantea y resuelve de un modo tan precipitado
y poco creíble que carece por completo de verosimilitud. El lector lo lee como
el que asiste a una farsa. Otra cosa es que las farsas también tienen su
momento.
Sí Miguel, el título es atrayente y por eso cuando el contenido no es lo suficientemente bueno, hay que poner un anzuelo, para que el pez pique...y muera de tedio. Gracias por compartir tus reflexiones.
ResponderEliminarPromete más de lo que da ;-)
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