Lo más
repugnante de la traición es que su víctima no puede defenderse porque no
espera el ataque o no que le venga de quien le viene. La traición es siempre
cobarde y por tanto es frecuente que el traidor intente ocultarse e
incluso que se engañe a sí mismo acerca de sus motivos.
Joe King
Oliver, el protagonista de esta gran novela negra Premio RBA de 2018, fue
traicionado por quien quiera que le tendió la trampa que acabó con su carrera
como policía de Nueva York. Han pasado diez años y se gana la vida como
detective; una vida solitaria en la que solo pone algo de luz una hija a punto
de salir de la adolescencia.
Tras un breve, excelente y duro buceo al pasado a modo de
presentación y para comprender a amargura que aún inunda al protagonista, el
argumento comienza cuando Joe se ve en situación de trabajar
en dos casos al mismo tiempo: uno, un trabajo en sentido estricto, consiste en ayudar a
un activista negro conocido por su radicalismo, el cual se encuentra detenido y
en riesgo de ser ejecutado por haber matado a dos policías. Otra cosa es a qué
se dedicaban esos policías lo cual, enlaza con el segundo caso, que no lo es
propiamente porque nadie se lo ha encargado a Joe, sino que surge a partir de una
carta de arrepentimiento que Joe recibe y que lo pone en la tesitura de
intentar averiguar, diez años después, quién le traicionó y por qué.
Las dos
investigaciones, aunque él no lo sabe al principio, acaban siendo la misma, y
en ella busca la ayuda de un delincuente cruel y extravagante pero eficaz,
expeditivo y adinerado, que se siente en deuda con Joe: Melquarth Frost.
La novela
es clara, intensa, muy bien escrita, y también dura y desagradable. Pertenece
por derecho propio a la esencia del género. Una novela que engrandece el premio
que recibe.
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