Los
libros, como las personas, tienen su vida. Nacen llenos de fuerza y del deseo
de enfrentarse a la existencia. Y a medida que pasa el tiempo cada libro conoce gente: transportistas que lo tratan como a un simple
bulto, libreros que lo cuidan más o menos, lectores que lo acogen con ilusión y esperanza y con los que unas veces termina llevándose bien, otras veces mal, enamorando a algunos, sufriendo el odio de otros, e incluso el desprecio de personas que quizá nunca lleguen a leerlo; y, por supuesto vive en medio de una muchedumbre
indiferente que nunca llega a reparar en él. Y entre tanto envejece, y unos lo
cuidan, y otros lo maltratan, y durante algunas temporadas vive solo olvidado sobre una mesilla o en un rincón, para luego volver al lado de otros libros, cada cual con su historia, en un estante atestado donde entre todos los que allí viven cuentan algo de su dueño. Hasta que un día el libro abandona a ese dueño, que le hizo mucho o
poco caso y lo acomodó mejor o peor en la balda, y va a parar a otras manos porque fue prestado, o perdido, o el dueño se murió y alguien heredó, repartió o vendió su biblioteca, quizá a peso. Y vuelta a empezar:
prestado, regalado, o vendido de lance en espera de un lector con más ganas de
leer que dinero. Y de mano en mano, en todos los que se dignan en posar la
vista en sus letras provoca alegrías, esperanzas, risas, lamentos, lloros…
emociones. Los lleva a viajar por los mundos que una vez el autor imaginó. También a veces, muy a su pesar, el libro causa decepción. Y sigue envejeciendo.
Algunos libros, unos pocos, los mejores, se ganan la admiración con el
transcurrir de los años, y el ejemplar que nació sin que nadie reparara en él se
transforma, a la vejez, en una pieza codiciada y mimada. Otros, los más, solo
avanzan hacia la decrepitud, hasta llegar a un estado en el que dejan de ser
libros para transformarse en trastos y esperar, angustiados, el momento en que
alguien los haga desaparecer en un contenedor, en una hoguera o en cualquier
basurero, y se extinga para siempre la historia que contienen, que será
también, un poco, la historia de todos quienes lo han leído y poseído. Y
también la de quien lo escribió y la de todos aquellos que lo rodearon y apoyaron, porque cada historia tiene a su vez su propia historia, unas bonitas, y otras tristes porque no siempre escribir es una fiesta, aunque a veces lo parezca.
La
foto es la del primer ejemplar que he tenido en la mano de La sota de bastos jugando al béisbol. No sé qué suerte correrá este
ejemplar, que siempre será especial porque es de los que va a ir dedicado a las personas más queridas.
Quisiera que tuviera una larga vida y que haga feliz a mucha gente. Las
primeras manos por las que ha pasado han sido las mías, porque lo he recogido
donde se ha hecho la encuadernación, y puedo dar fe de que lo he cuidado. Y sé
que las siguientes también lo cuidarán con tanto o más mimo que yo. Pero a saber qué le deparará, con el
correr del tiempo, esa cosa tan complicada que llamamos vida. Que tengas
suerte, compañero.
En cuanto lo tenga a tiro le echo el lazo ;-)
ResponderEliminarSaludos
¡Gracias!
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