Las fotografías que ilustran esta reseña muestran que más que leer a Umberto Eco, he desayunado frecuentemente con él. La razón es que esta amplia colección de artículos periodísticos organizados por temas, escritos en su mayoría en los primeros quince años del siglo, vienen de perlas, por su extensión, para transformar los cafés solitarios en citas con Umberto Eco, en cada una de las cuales da tiempo para hablar de bastantes temas. A tres, cuatro o cinco minutos por artículo no necesitas mucho tiempo para olvidar cuantos líos lleves en la cabeza y regresar luego al trabajo fresco como una lechuga y con la cabeza un pelín mejor amueblada.
Otras cuatro cuestiones tienen en común todos estos artículos:
La primera, las referencias cultas que a la vez son divulgativas. Eco no se dirige a eruditos, sino a lectores con ganas de aprender que disfrutan con las referencias y la explicación sobre ellas. Eco no exhibe su monumental cultura, sino que a través de estos artículos la transmite en pequeñas dosis.
La segunda, el humor. Pocos artículos hay que no tengan un aire desenfadado, si es que hay alguno, por más importante que sea el tema abordado. Eco tiene humor cervantino lo mismo cuando se ríe de sí mismo que cuando ironiza para criticar a otras personas, a las que, por más odiosos y detestables que resulten, siempre protege bajo mantos tejidos con la debilidad, la ignorancia y los defectos de todo ser humano, sabiendo que, como es inevitable, no va a haber defecto en el que unos, para desgracia del resto, no «destaquen» sobre los otros. Por eso, quien más y quien menos anda deambulando «de la estupidez a la locura»; y por eso, también, hay que prestar atención a estupidez y locura: lo que nos desvía del buen rumbo siempre es una u otra. O las dos. Convivimos con la estupidez y la locura. Unas veces, ajenas; otras, propias.
La tercera, la osadía. Eco opina con total libertad sin otra preocupación por la corrección política que sortearla sin sufrir demasiados rasguños. Jamás lo hace como provocación, sino con argumentos o exponiendo hechos y reconociendo actitudes dotados de la fuerza de la fatalidad.
Y, cuarta, las frecuentes menciones autobiográficas, interesantísimas para cualquier lector que desee saber cómo es la vida de un sabio de nuestro tiempo enamorado de la cultura, lo cual tiene mucho que ver con la forma en que se organiza y aprovecha el tiempo.
Un libro más voluminoso que «Cómo viajar con un salmón», pero de la misma traza. Cuando lo terminé, corrí a comprar este. Acerté. Ambos son una delicia.
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