En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

lunes, 21 de abril de 2025

El lugar de un hombre – Ramón J. Sender

 


Todo ser humano tiene un lugar en el mundo, parece sugerir el título, y abandonarlo puede generar una hecatombe, como en el famoso dicho del aleteo de las mariposas. Aunque también puede interpretarse que el lugar de cada cual es el preciso para hacer frente a sus responsabilidades. O para hacer valer la verdad. O…

O para lo que crea quien lea esta magnífica obra.

El libro comienza con un largo y profundo prólogo de Donatella Pini que más parece dirigido a estudiosos que a lectores. Un prólogo un tanto árido (o será que me podía la impaciencia por llegar a Sender) y rebuscado en lo conceptual.

    Quizá por contraste con él la novela emerge luego con una prosa clara, directa, diáfana, luminosa a pesar de lo oscuro de la historia. Una gozada.

    Concluye la edición con algunos artículos y reportajes publicados por Sender en El Sol, con ocasión de su labor periodística en el llamado «crimen de Cuenca». El último artículo, unos años después, publicado no recuerdo dónde pero ya en democracia, durante la República, es especialmente clarificador respecto al por qué de los anteriores y, de rebote, también de la novela, que vio por primera vez la luz a finales de los años 30 del siglo XX.

    Tan clarificador es ese último artículo que comenzaré por él, señalando lo que omitían los artículos en El Sol debido, según palabras de Sender, a la censura de la dictadura de Primo de Rivera. ¿Qué no mencionaban? Las torturas de la Guardia Civil. Probablemente baste esto para justificar la novela, que las detalla, sin recrearse, de modo que todo lo demás resulta comprensible. Es la pieza que faltaba en la información periodística para acabar de comprender el famoso crimen de Cuenca, en el que se inspira la novela, si bien en ella la acción ha sido trasplantada a Aragón, con lugares reconocibles y lugares construidos con retazos de otros. O, al menos, la tortura es la pieza fundamental, pero Sender añade otra que por sí sola también justifica la novela: la influencia en los hechos de las componendas políticas. 

    ¿En qué consistió el «crimen de Cuenca»? En que un pastor de Tresjuncos, llamado José María Grimaldos, un buen día de 1910 desapareció sin dejar rastro tras vender unas ovejas. Su familia denunció la desaparición y dos campesinos de la zona, León y Gregorio, fueron acusados de haberlo asesinado para quedarse con el dinero. Aunque en un primer momento la causa se sobreseyó por falta de pruebas, en 1913 un nuevo juez reabrió el caso, y ambos fueron condenados a penas de prisión tras confesar... tras las espeluznantes torturas a que los sometió la Guardia Civil. Tras más de doce años de cárcel fueron indultados, pero no rehabilitados socialmente. Medio año después, ya en 1926, reapareció Grimaldos tan campante. El muerto afirmó haberse ido por su propia voluntad y por una contundente razón, ejem: le había dado un barrunto. Tal cual. Tras la completa identificación de Grimaldos vino la rectificación y la rehabilitación de sus dos «asesinos». Lo de «rectificación» es un decir. El «error» judicial nunca hubiera sido tal, y por eso lo entrecomillo, de no haber sido por las torturas de la Guardia Civil. Los verdaderos criminales, los que torturaron, pues no hubo otro crimen, se fueron de rositas. Pero estas torturas habían sido las determinantes de desastre. Y tan complicado es siempre denunciar el abuso de poder que incluso ya en 1979, ¡más de medio siglo después y con la Constitución aprobada!, se prohibió la exhibición de la película de Pilar Miró sobre este crimen. No se pudo proyectar hasta 1981.

    No tan claro queda en la información periodística elaborada por Sender, pero sí en la novela, el papel de la política local, caciquil, o cómo la conveniencia de señalar como asesinos a los del pueblo que votaba liberal o de instrumentalizar la «resurrección» pudo influir en el devenir de los hechos.

    Tras contar todo esto supongo que queda claro que el valor de esta novela va mucho más allá del meramente literario.

    Pero el literario también lo tiene, por supuesto. Leerla es una delicia. Ideas claras, exposición concisa, ordenada, bien estructurada, sin paja, con un lenguaje rico y con numerosos localismos, sin que el autor tome partido por nada distinto a los hechos.

    Una gran novela que hace mejor al lector.


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