De vez en cuando hay lecturas que se atragantan. Unas
veces debido al libro, otras al lector. A veces confluyen las dos cosas, como en
esta ocasión. El resultado es que esta novela, más bien corta, la comencé en
mayo y la he terminado en diciembre. Casi nada.
Si no me equivoco Los Grope es la última o penúltima obra
de Sharpe (en 2009 apareció esta y La herencia de Wilt) y, desde luego, es
también la última por calidad, hasta el punto de que uno duda de los motivos de
su publicación.
El argumento es bastante pobre y deslavazado. Comienza
remontándose unos cientos de años, a la fundación de una dinastía matriarcal,
los Grope, cuyo origen está en la más fea del lugar y en un vikingo invasor que
decidió quedarse porque se mareaba en el barco, y prosigue narrando la evolución
de la saga, lo cual anticipa un argumento que luego no se cumple, porque para
contar lo que se acaba contando, el comienzo es irrelevante. La trama en sí poco
tiene que ver con las primeras docenas de páginas, y gira en torno a las aventuras y desventuras
de un matrimonio (él, aburrido empleado de banca, ella, histérica lectora de
novelas rosa) y su amado hijito, el hermano de la esposa (turbio negociante) y
la esposa de este (una Grope).
Un buen cúmulo de insensateces inconexas conducen a cada
uno por un sitio y a la Grope donde “debería”. Si lo mejor de Sharpe siempre
ha sido el enredo, en este caso no llega a existir, solo hay, a lo sumo,
confusión, y la solución dada a cada uno de los personajes es de una pobreza
notable, además de haber prescindido de esas escenas que en otras novelas
representan puntos álgidos. En resumen, comparada con otras del mismo autor Los
Grope parece un querer y no poder.
Una mala despedida, me temo.
Una mala despedida, me temo.
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