Cuando el presidente de la cooperativa, al volver del trabajo, saca a pasear a su Mefisto y se encuentra con Teresa, nunca olvida decir: «¡Señora Teresa! ¿Por qué no la habré conocido yo antes? ¡Hubiéramos salido a ligar juntos! ¡No hay mujer que se resista a dos marranos!». El cerdito estaba adiestrado de tal manera que, cuando terminaba de decir estas palabras, gruñía. Teresa se reía aunque sabía de antemano lo que el presidente iba a decir. El chiste no perdía su gracia con la reiteración. Al contrario. En el contexto del idilio, hasta el humor está sometido a la dulce ley de la repetición.
Milan Kundera. La insoportable levedad del ser.
Totalmente de acuerdo. A veces sabes el final de la escena y te da igual, y te ríes igual o más que la primera vez. Me pasa hasta con algunos chistes. Te dejo aquí uno cojonudo:
ResponderEliminar-Doctor, doctor, que confundo los colores con los números.
-Pues vaya marrón...
-¡Por el culo te ha hinco!
Lo de la repetición y el humor es curioso. Nunca había caído, pero es cierto. Aunque creo que dependiendo de las circunstancias, la reiteración hace reír por una causa o por otra. Habrá que pensar sobre ello.
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