Pocos
libros de relatos han conseguido captar tanto mi atención como Piedras
labradas, del portugués Miguel Torga (1907-1995).
¿Por qué?
No hay solo un motivo, pero al menos soy capaz de identificar los siguientes:
Los
relatos son muy breves.
Son también
intensos.
Plantean situaciones
realistas y hasta probables, pero complicadas, lo que fuerza el suspense.
Le bastan
muy pocas palabras para que la mente del lector cree el contexto.
No juzga.
Cuenta.
La temática
es siempre interesante y el lenguaje sobrio y elegante.
El
resultado es que los relatos de Piedras labradas se pueden administrar como pequeñas
dosis de lectura con inmediato efecto vigorizante: puedes dejar de leer pronto,
porque los relatos son cortos, pero sientes la apetencia de leer más.
Es una
pena que este libro esté ya descatalogado.
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