En este blog solo encontrarás reseñas de libros que en algún momento me ha apetecido leer. Ninguna ha sido encargada ni pedida por autores o editores, y todos los libros los he comprado. En resumen: un blog de reseñas no interesadas para que sean interesantes.

jueves, 12 de diciembre de 2024

Antonio Muñoz Molina – El jinete polaco

 


Muchos empezarían a leer a Antonio Muñoz Molina por Beatus Ille (1986), El invierno en Lisboa (1987), Beltenebros (1989) o El jinete polaco, que publicó en 1991 con solo 35 años. Menudo carrerón, ¿eh? Yo, en cambio, he tenido la suerte de conocerlo y apreciarlo por obras posteriores (además de Beltenebros) para acabar dándome primero un banquetazo con El invierno en Lisboa y ahora otro, mucho mayor y aún más y deseado, con la obra que ahora reseño. Para la mayoría El jinete polaco es la mejor novela de su autor. No tengo tan claro que el camino lector inverso permita engolosinarse así, porque esta obra y El invierno en Lisboa son difícilmente superables.

De un modo confuso solo en apariencia, este libro de autoficción mezcla, como ya avisa el autor en el prólogo, los proyectos de tres novelas distintas, que se funden en una gracias a que los personajes de todas se entrecruzan por los avatares de la vida y el parentesco. 

El jinete polaco que da título a esta obra es un cuadro de Rembrandt un tanto misterioso: ¿Quién es ese jinete armado que no se sabe si viene o si va, ni de dónde ni a dónde, ni si al anochecer o al amanecer, ni si contento por llegar, por marchar, por ir a guerrear o por haber terminado de hacerlo, con una edad indefinida...?

Algo así, alguien que no acaba de conocer su posición en el mundo, es el personaje principal de esta obra, el narrador, trasunto del autor, que desde su memoria de niño y adulto cuenta la historia de varias generaciones en Mágina (Úbeda, su localidad natal), con alusiones a personajes de novelas que al menos ya debían bullir en la cabeza del autor, como Lorencito Quesada, el protagonista de la humorística Los misterios de Madrid (1992).

Llama la atención que el detonante de la escritura fuera la repentina idea de qué profesión dar al protagonista. Muñoz Molina lo cuenta en el prólogo, y es cierto que la profesión es clave en el devenir de la obra no por su contenido, sino por el tipo de vida que permite.

El jinete polaco nos habla de un pueblo anclado en el pasado, donde todos trabajan hasta la extenuación sin salir de la pobreza. Manos y bestias de carga. Nada más hay para ganarse la vida en la huerta y los olivares. Calor en verano. Frío en inviernos con olor a humo, que es el olor del pobre, dice Muñoz Molina. En esa sociedad paupérrima sobresalen algunos personajes, como el médico o la misteriosa familia de la opulenta Casa de las Torres, donde se dice que apareció, emparedada y momificada, una bella mujer. Una sociedad herida por una guerra cuya razón de ser escapa a las entendederas de la mayoría. Una sociedad, también, herida de muerte por un progreso tecnológico que arruina el futuro que durante generaciones habían aguardado a los hijos de Mágina.

Pero el protagonista, marcado por su adolescencia relativamente solitaria y un amor no correspondido, reducido su pequeño mundo más a su barrio que a la entera localidad, no ve el momento de largarse de allí. Los cambios sociales se lo ponen fácil. Deja de haber trabajo en el pueblo, pero también es posible estudiar y comienza a extenderse la clase media: quien más y quien menos de los que se quedan, tras casi tres décadas de penurias empiezan a tener acceso a lujos: la luz eléctrica, la radio, la tele...

Deambulando en el tiempo y en el espacio vamos conociendo la vida de diferentes personajes, unos emparentados y otros no, cuyo nexo común es Mágina. La excusa para la narración es la súbita historia de amor que ha irrumpido en Nueva York, casi en en tiempo presente (esto es, los años 80), en la vida el protagonista, hasta ese momento un adulto no muy entusiasmado con la vida, por no decir que decepcionado, a pesar de que sus ambiciones de adolescente se han cumplido. La necesidad de darse a conocer ante esa mujer y también de conocerse a sí mismo para saber por qué en ella siente haber alcanzado su destino es lo que le impulsa a recordar. Y así es, a través de los recuerdos propios y prestados por quienes le precedieron y de alguna actuación inquisitiva, como se va desenmarañando todo, su propia vida, la de quienes le rodearon, la de algunos personajes sorprendentes tras su apariencia de mediocridad, alguna existencia trágica pero digna como consecuencia de la guerra que destruyó y paralizó vidas y personalidades, y hasta misterios que durante una buena parte de la novela más habían parecido leyenda que realidad.

Un paseo detallado por una época de cambios convulsos, el fin del campo y el auge de la ciudad, la revolución en los modos de vida, el tránsito de la libertad a la dictadura y de la dictadura a la libertad, aunque la dictadura fue tan larga que quienes perdieron la libertad en 1936 no eran ya quienes la lograron en 1976. La libertad llegó para unos adultos que no tenían ocasión de recordarla porque nunca la habían vivido; el resto, o ya no estaban o eran ya demasiado viejos como para disfrutarla en plenitud.

Estructura compleja, pero magistralmente ensamblada, lenguaje rico, potente, poderoso, pero sin grandilocuencias; al contrario, todo está escrito desde la reflexión sosegada que no por eso es clemente; tono sereno, reflexivo, tranquilo y constante. Una delicia para cualquier lector que aprecie la buena literatura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario